Alberto San Juan. El poder del pueblo.
El conocido intérprete se une al músico Fernando Egozcue en ‘España ingobernable’, un repaso histórico a aquellas ocasiones en las que el pueblo español se ha organizado para luchar por los derechos y las libertades públicas desde la segunda República hasta hoy. En mayo les veremos en Pabellón 6.
En los últimos tiempos estamos viendo cómo la ciudadanía sale cada vez con más frecuencia a la calle para protestar contra las medidas de nuestros políticos, ¿se hace suficiente o habría que indignarse más? No será suficiente hasta que desaparezcan “nuestros políticos” y se respete la naturaleza política del conjunto de la ciudadanía y, por tanto, su derecho y capacidad de participar en primera persona en la gestión del bien común. Creo que necesitamos experimentar otras formas democráticas, ampliamente participativas, donde no exista la política como profesión, sino como aspecto cotidiano de la vida en comunidad.
¿Por qué muchas veces el espíritu de esas manifestaciones no encuentra su reflejo en las urnas? Porque no hay dios capaz de representar al conjunto de las clases trabajadoras. Porque no hay urnas electorales donde quepa la necesidad de implicación colectiva, la necesidad de participación. Porque no hay organización política que no acabe subordinada a peleas e intereses propios. Y más allá, porque tenemos un ejército mediático con una potencia de fuego brutal que hace muy difícil ver lo que pasa y actuar en consecuencia.
En este repaso por la historia de España, ¿en qué época ha sido más ‘ingobernable’? ¿Y cuándo se ha rebelado más? La población campesina se ha rebelado siempre. Contra la servidumbre legal, en el siglo XV, tienen lugar la Revuelta Irmandiña, en Galicia, y la guerra de los payeses de remensa, en Cataluña. Los levantamientos en Andalucía y Extremadura son frecuentes desde la privatización de las tierras comunales en las sucesivas desamortizaciones. Los obreros industriales empiezan a organizarse ya en el primer tercio del siglo XIX, en Barcelona. El último tercio del XIX y el primero del XX son un camino hacia una revolución posible, una serie de luchas de gran dimensión en pos de la plena democracia política y económica. El exterminio franquista cierra esta etapa. Y a finales de los 50 vuelve a abrirse la posibilidad revolucionaria. Este ciclo es clausurado por el consenso institucional, a partir del 77. Y en la primavera de 2011, se abre de nuevo.
¿Qué autores y textos se rescatan para esta función? La conferencia en que Lorca presentó ‘Poeta en Nueva York’, en 1930. La copla ‘Se dice’, que cantó Concha Piquer. El bando franquista que decretó la purga del sistema educativo republicano, textos de Gloria Fuertes, Angela Figuera, Juan Bufill… Y luego hay un relato que hila todos estos materiales diversos, escrito por mí.
¿Cuál es la función de la música de Fernando Egozcue en el espectáculo? Darle más vida. Comunicar a través de otros caminos que no son el de la razón. Somos dos titiriteros, dos juglares que cuentan una historia -la de las clases populares en lucha por su emancipación- , y lo hacen con todos los recursos al alcance: la música, la palabra, el humor, el ritmo, el cante.
Teatro del Barrio tiene una voluntad abiertamente política. ¿El teatro se presta especialmente a este tipo de contenidos? El teatro es esencialmente libre y puede prestarse a todo. Lo mejor y lo peor. Mi modo de ver la política, lejos de ser los partidos políticos y su actividad, es la organización de la convivencia humana: cómo hacemos para vivir juntos y disfrutar lo más posible. En este sentido, todo es político, también el teatro.
Hay quien critica que los actores se inmiscuyan en temas políticos. Generalmente los que se sienten aludidos. Estar vivo es inmiscuirse en política. No me puedes pedir que no haga política, igual que no me puedes pedir que deje de respirar, salvo que me quieras muerto.
¿Qué sensaciones deseas que el espectador extraiga de ‘España Ingobernable’? Que se lo pase de puta madre. Texto de Roberto González