La conspiranoia, según NOEL CEBALLOS.
Libros // El periodista, escritor y crítico de cine (colaborador en Fotogramas, GQ o MTV) firma un completísimo y muy documentado ensayo sobre las teorías conspiracionistas en el que habla de todas las ideas locas que hemos escuchado en los últimos años, de Donald Trump a Bosé, así como otras más clásicas (la infalible conspiración judeo-masónica). De paso reivindica algunos productos audiovisuales (‘Expediente X’, ‘Lo que esconde Silver Lake’) y repasa también casos en los que algunas de estas hipótesis han resultado más plausibles. El libro está publicado por Arpa Editores. .
Por lo que describes en el libro llevas tiempo interesado en el pensamiento conspiranoico y eras fan de productos audiovisuales relacionados con el tema. Sin embargo, ¿ha sido la situación de los últimos años con el negacionismo del Covid o la política de Donald Trump lo que te ha empujado finalmente a realizar este libro? La idea de escribir este libro se me ocurrió a finales de 2019, cuando la palabra “pandemia” aún no había entrado en nuestro vocabulario cotidiano, por lo que fue creo que la chispa definitiva saltó cuando leía sobre el modo en que el entonces presidente Donald Trump daba pábulo a todo tipo de rumores conspiranoicos, algunos de ellos realmente salvajes, a través de su órgano principal de comunicación. Es decir, de su ya extinta cuenta de Twitter. Eso me llevó a reflexionar sobre cómo los populismos dialogan con la conspiranoia y su evolución en los últimos años, que han visto cómo pasaban de los márgenes al centro del discurso. Y precisamente esa tolerancia juguetona y cómplice con los conspiranoicos fue lo que llevó a Estados Unidos a una de sus mayores catástrofes: el asalto al Congreso. ¡Pero eso me pilló en pleno proceso de escritura!
Manejas una gran cantidad de datos. Aunque la veracidad no siempre es importante en las teorías de la conspiración, ¿resulta fácil documentarse sobre el tema? No, porque muchas veces tuve que bucear en fuentes poco fiables, posts en blogs ya desaparecidos a los que sólo se puede acceder a través de la Wayback Machine, foros bastante impermeables con los turistas o usuarios no registrados, libros ignotos con tiradas testimoniales… Por lo hablar de lo que tú dices: la verdad, los hechos, muchas veces son accesorios en el terreno de la conspiranoia, donde las opiniones sí son sagradas.
El libro contiene toques ocasionales de humor (sobre todo en las notas al pie) que, como señalas en algunos pasajes, en ocasiones ha sido un buen instrumento para combatir o desmontar la conspiranoia. ¿Funciona siempre? Ya que algunas de las teorías son paródicas en sí mismas…Uno de los escollos más importantes que me encontré fue ese componente de parodia y autoparodia que rodea a muchas teorías conspirativas actuales. En muchos casos, lo que tenemos es una infiltración de personas que no creen realmente en la conspiranoia, sino que simplemente se hacen pasar por verdaderos creyentes para reírse de ellos o plantar ideas completamente estrambóticas con la esperanza de que cuelen. Estos falsos conspiranoicos utilizan la ironía como arma, pero lo más complicado es que muchas veces resultan indistinguibles de quienes sí están en esto por convicción personal… Pero sí, a veces tuve que dejar la puerta entreabierta al humor a lo largo del proceso de escritura, aunque una de mis máximas era no entregar un libro que se riese del pensamiento conspiranoico, sino uno que intentara entenderlo pese a todo.
Te centras principalmente en España y , muy especialmente, en Estados Unidos. ¿Tiene ese país más propensión que ningún otro a caer en este tipo de teorías? Cien por cien. Ten en cuenta que su propio nacimiento está vinculado a un complot secreto por parte de un grupo de sublevados coloniales que acabó en guerra… ¡Lo llevan escrito en el ADN! Luego están sus magnicidios o intentos de magnicidio: Lincoln, McKinley, FDR, Kennedy… En los años 60, un historiador llamado Richard Hofstadter publicó The Paranoid Style in American Politics, un ensayo donde defiende que fenómenos la paranoia, la sospecha, el descontento con la autoridad o el miedo al Otro son consustanciales a la historia y la forma de hacer política en Norteamérica.
A lo largo del libro señalas en varias ocasiones que internet hace un gran servicio a la hora de propagar este tipo de ideas pero ¿crees que ahora se han globalizado más estas tesis? Ya que también incluyes ejemplos muy universalizados de la era pre-internet, como la creencia en la conspiración judeo-masónica. Internet ha actuado como napalm sobre el pensamiento conspiranoico: nunca antes había podido viajar tan deprisa ni llegar a tantísima gente como ahora. Si querías publicar un libelo a principios del siglo XX, debías encontrar una imprenta, pagar un número de copias y rezar para que circulasen de mano en mano lo suficiente como para penetrar en el inconsciente colectivo. Ahora basta con un tuit viral para llegar a la otra punta del planeta.
Pese al morbo que puedan suscitar este tipo de noticias o lo fácil que sea acceder a ellas, ¿no es necesaria mucha predisposición para creerse determinadas fake news? De hecho, los últimos estudios demuestran que funciona exactamente así. Muchas de las personas que comparten sistemáticamente fake news saben, a un nivel inconsciente, que no son exactamente ciertas, pero no les importa demasiado. Como dijo Giordano Bruno: “Se non è vero, è ben trovato”. Confirman sus prejuicios y hacen daño a la reputación de quienes perciben como enemigos políticos, pero sobre todo existe la creencia de que, vale, no es cierto… pero podría serlo. Es plausible. Y, por tanto, válido en la guerra de la propaganda.
Como de alguna forma admites en tus conclusiones, hay casos en los que el pensamiento conspiracionista está o podría estar acertado (el asesinato de Canalejas, el uso que se hace de nuestros datos en Facebook, el caso Epstein)…es decir, ¿a veces merece cierto grado de respetabilidad? No tengo una receta infalible, menos aún en unos tiempos de aceleración informativa y ausencia de certezas compartidas. ¡Pero! Creo que es importante aspirar a un cierto equilibrio entre pensamiento crítico (con el poder) y navaja de Ockham. Las conspiraciones existen, siempre han existido, pero el peligro está en convertir un hecho conspirativo aislado en algo patológico. Ahí es donde entra el componente paranoico, que nos obliga a filtrar toda la realidad a través de ese marco. Por tanto, lo ideal sería tomar distancia con los hechos para así poder analizarlos, en lugar de dejarnos llevar por aquellas teorías que pretenden simplificar el caos de nuestro tiempo y crear relatos con buenos y malos donde todo encaja. Texto de Roberto González.