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Daniel Pérez Prada. La voz de Raymond Carver.

DanielPerezPrada

El actor madrileño da vida a uno de los personajes de ‘Principiantes’, obra de teatro basada en un relato del escritor norteamericano Raymond Carver. El equipo es de excepción: dirige Andrés Lima sobre una adaptación de Juan Cavestany, con Javier Gutiérrez, Mónica Regueiro y Vicky Luengo acompañando en el reparto.

Apareces acreditado como dos personajes…No quiero desvelar mucho pero la obra empieza con una especie de prólogo, una escena que nada tiene que ver con el resto de la obra, que nos planta de lleno y de sopetón y a través de una bofetada violenta y cargada de alcohol y drama nos presenta otro relato de Carver a modo de presentación de la obra. Luego esos personajes se diluyen y no tienen relación con el resto de la historia. Hay otros cuatro personajes que forman otro cuadro y es como una obra dentro de la obra. Si lo que vemos durante la obra son personas hablando de lo que es el amor, lo que nos muestra el prólogo podría ser una fotografía de lo que es el desamor. Es algo que desconcierta un poco al público, porque luego se pregunta si lo del comienzo tiene que ver con lo de después o es un flashback…eso queda a la imaginación de cada uno.

Raymond Carver, el autor original del texto, se caracteriza por representar ambientes y personajes estadounidenses de clase media-baja. En esta obra teatral, ¿se mantiene ese contexto? Juan Cavestany ha tomado como base el texto ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor’ y lo ha entremezclado con elementos de otros relatos de Carver como uno titulado ‘Catedral’. Es una especie de mezcolanza de dos o tres relatos vertebrados en uno. El texto se localiza donde está localizado el relato principal: alrededor de una mesa con dos parejas bebiendo gin tonics sin parar a lo largo de una tarde.

¿Cómo es Nick, el personaje principal que interpretas? En el relato de Carver es el narrador de esta historia. A mí me gusta pensar que Nick es la voz de Carver. Es un personaje que rompe la cuarta pared y se dirige al público para marcarles los cambios de luz y el paso del tiempo que se va dando a lo largo de la tarde y le va contando cómo fue aquella conversación, cómo fluía una sensación de naturalidad que luego se fue pervirtiendo a través del alcohol y acabó convirtiéndose en una situación más intensa, con la amenaza de que algo pudiera pasar ahí. Son como unas acotaciones verbalizadas que el personaje de Nick hace al público. Mi personaje dentro de la historia es el más “perfil bajo”. Son dos parejas, una más veterana (Javier Gutiérrez y Mónica Regueiro) y luego estamos los jóvenes que somos Vicky Luengo y yo, y mi personaje es el más apocado, el más reservado.

La pieza original tiene unos personajes bien definidos pero es muy breve. ¿Aquí está muy expandida? Yo a Carver no lo conocía mucho, me había leído un par de relatos suyos y había visto ‘Vidas cruzadas’, la película de Robert Altman que se basa en relatos suyos. Reconozco que su literatura me parece altamente complicada para trasladarla a teatro. En el teatro siempre se va hacia una dirección, ocurren cosas…y en Carver casi siempre se trata más de lo que no ocurre. Leí una frase que me gustó mucho, que es que la literatura o los relatos de Carver siempre están contaminados por una espesa niebla. La tienes que ir despejando para dar con el hueso del asunto o, a veces, el hueso del asunto puede ser la propia niebla. La obra aparentemente son cuatro personas hablando. No es un teatro activo en el que pasen muchas cosas, siempre hay una amenaza latente en la que piensas que va a pasar a algo, pero no acaba de pasar…La versión de Cavestany está un poco ampliada para darle más color, no porque no lo tenga, sino por darle un poco más de acción o recorrido a lo que van diciendo los personajes. Es una obra que exige un espectador activo. Tiene momentos profundamente líricos pero siempre sobre lo que se dice. Andrés Lima, el director, es un maestro adaptando y poniendo sobre las tablas y ha hecho un envoltorio y una puesta en escena que ayudan mucho.

PrincipiantesFINAL

«La obra no va de responder ‘¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?’ sino de plantear esa y otras cuestiones».

La conversación entre los amigos tiene lugar a lo largo de una tarde en la que la luz va cambiando. Por las imágenes e incluso el arte de los carteles parece que la iluminación es especial e importante. Ha querido hacer una cosa muy americana, esa cosa casi de western… o de Albuquerque, que es donde se desarrolla la historia. Una luz un poco de neón, que todo acabe oliendo un poco a ginebra, como de cocina americana de clase media baja. Es también bastante pictórica, hay algo de Edward Hopper en todo lo que ha hecho Beatriz San Juan en la escenografía. La puesta en escena es muy recatada: una mesa, cuatro sillas y una pantalla, no hay más.

Es una adaptación de un relato literario por parte de Juan Cavestany que también ha trabajado para el medio audiovisual (‘Vergüenza’, ‘Un efecto óptico’), ¿puede ser que tenga aspectos de distintas artes: literatura, cine, teatro…? Sí, sin duda. Es alta literatura, que es el impulsor de lo que se llamó “el realismo sucio”.  Es una literatura tamizada con lo que sabe Juan Cavestany de adaptación de guion. Se aúnan varias especialidades o disciplinas, pero el teatro al fin y al cabo siempre es eso: tomar un buen texto, una buena iluminación, siempre creo que hay algo de cine en el teatro. A veces me gusta pensar que hay incluso primeros planos dentro del teatro.

El relato de Carver plantea más preguntas que respuestas al título ‘¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?’. ¿Ocurre aquí lo mismo? Respuestas pocas hemos dado. Hay tanto que hablar al respecto y cada uno tiene una mochila tan diferente, ha vivido el amor o el desamor de una manera tan distinta que no creo que haya una respuesta universal para eso. Sería una tropelía lanzarse a responder eso con una respuesta categórica. Creo que es algo muy personal y que interesa más la pregunta que la respuesta. Cada persona del público debe buscar su propia respuesta o si no la tiene, que para míes posible, porque puedes no saber qué es el amor o que no sólo dependa de ti y tu filosofía sino también de la persona que tienes en frente. Todo lo que puedas pensar hoy sobre el amor se te puede ir al traste mañana. A mí me pasa (risas). La obra no va de responder eso sino de hacernos esa pregunta y muchas más. Los personajes tratan de responder a eso pero tampoco lo consiguen.

Has participado en un buen número de películas y series, frecuentemente dentro de un reparto coral, como secundario. ¿Te parece que te has especializado en este tipo de roles? Sí, a mí no se me caen los anillos por eso. A mí los actores que más me gusta ver son los secundarios, los que se juegan el todo o nada en el par de secuencias que tengan. Desde pequeñito en el cine que he visto siempre me he fijado mucho en ese tipo de trabajos. Bien es cierto que no sé si tengo un perfil de protagonista o no, es algo que no me planteo, y que poco a poco he ido teniendo personajes más importantes, por ejemplo, en la serie ‘El pueblo’ o incluso en ‘Tiempo después’ de José Luis Cuerda. Pero yo que me quede como estoy. Estoy más tranquilo haciendo de secundario aquí y allá que jugándomelo todo en un papel de protagonista que a lo mejor es algo que desconozco más o que he probado menos. Me siento muy cómodo siendo Sancho Panza. Cuando te dan un personaje pequeño o mediano tienes más tiempo para sacarle brillo e intentar robarte la escena. Un actor protagonista, excepto casos muy contados, no se mantiene durante treinta o cuarenta años todo el rato ahí. O sea, que yo estoy muy bien en esta vida de secundario. Texto de Roberto González. Fotografías de Laura Ortega y Sergio Parra.

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