Moebius. Atrapado en el laberinto.
Matías Candeira, uno de los autores jóvenes de mayor proyección de la actualidad, se alzó como ganador de la última edición del prestigioso Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián de Relato con su obra ‘Moebius’, que se publica en estas fechas. Candeira ha accedido a hablar con nosotros para que conozcamos mejor su trayectoria literaria.
¿Cuál es el origen de esta colección de relatos? ¿Fueron escritos con la intención de ser presentados a un certamen como el Ciudad de San Sebastián o el objetivo último era que fueran publicados allá donde se diera la oportunidad? Originalmente, me hubiera gustado publicar la novela del centro como un libro independiente. Me gusta mucho el género de la novela breve. Siento que ahí se puede unir un alto grado de experimentación con la exigencia y la intensidad poética que busco en la literatura. Por esa época, también había estado trabajando en la estructura y temática de los relatos que al final han formado parte del libro. Conocía el premio y su prestigio, y decidí que podía construir y trabajar un texto que aunara la atmósfera de la novela con la temática de los relatos.
¿Con qué se encontrará el lector en las páginas de ‘Moebius’? ¿Has pensado en un público determinado a la hora de desarrollar los relatos o quién va a leer aquello que escribes no es algo en lo que pienses a la hora de crear una historia? Supongo que al escribir pienso en los libros que me gustaría leer, con todos los matices que este argumento tiene. Pero no pienso demasiado en eso. Escribo los libros con la ambición y el deseo que me puedo permitir en ese momento de mi existencia.
¿Cuál sería el nexo de unión que vertebra este trabajo? Además de la novela corta central, el libro tiene otras dos partes que se retroalimentan. Cada historia de la primera parte tiene su doble en la última, retomando la idea de la cinta o banda sin principio ni final. Unas vuelven a otras, realizan una variación, pero nunca significan lo mismo. Quería que el libro trabajara estas variaciones y repeticiones, varios de estos símbolos inquietantes, y así poder introducir al lector en una atmósfera muy determinada: el infinito (la banda de Moebius), el círculo, el agujero, el laberinto. Los personajes se impregnan de ellos hasta llegar a esa quiebra brutal de su psique y su cuerpo. Luego llega para ellos la locura, la violencia, la borrosa frontera entre lo real y lo que no pertenece a esta realidad.
¿Crees haber alcanzado una forma propia de escribir y unas temáticas que te pueden definir ya como un autor reconocible o sientes la obligación de hacer un ejercicio de reinvención continuo? ¿Intuyes hacia dónde se dirigen tu estilo o las inquietudes que te empujan a escribir? Es un asunto peliagudo en este momento de mi carrera. Acomodarse lleva a la repetición y a darte golpes contra una pared. Lo que un lector cree saber de ti, por ese malentendido maravilloso que es la lectura, no es necesariamente lo que eres o puedes ser siempre al escribir (pero esto es algo que, por supuesto, no tiene manual de instrucciones, y te hace estar tan perdido como un bebé). La escritura es una vocación con un alto grado de frustración y de fracaso. En algún momento tienes que ‘desconocerte’; aceptar la infiltración de otras posibilidades aún por descubrir. Después de unos cuantos libros de relatos y novelas publicados, supongo que es normal que aparezca un deseo fuerte de cambio; una mudanza radical de tus obsesiones. Esto no es nada fácil de asumir si durante mucho tiempo has desarrollado un estilo que hablaba por ti y le ofrecía tu mirada al mundo. Si te soy sincero, llevo una temporada larga sin escribir nada que me convenza mucho, precisamente porque no termino de situarme en ese camino de exigencia estilística y temática nueva, incierta, que siento que estoy buscando.
En ‘Moebius’ se manifiestan el suspense, el horror y la locura, ¿es posible asomarse de una manera tan descarnada a ese abismo de los miedos y salir indemne de semejante envite? A veces la literatura no trata de tener fe, sino de asistir a un descenso a los infiernos. El libro está lleno de pathos y tragedia; esa sensación de inminencia que viene justo antes de lo terrible. Texto de David Tijero.