El agente topo. El residente infiltrado.
Sergio, un hombrecillo que nos hace recordar al añorado Luis Ciges, se convierte en un espía improvisado en este documental divertido y emotivo en torno a las residencias de ancianos que ha sido nominado al Goya a la mejor película iberoamericana y es candidato para representar a Chile en los Oscar. Hablamos con su directora, Maite Alberdi.
Como dice una crítica americana la película está tan meticulosamente realizada que parece ficción, un mockumentary al estilo de ‘The Office’, ¿cómo os las arreglasteis para que todo pareciera tan natural?
Lo hicimos con mucho tiempo. Filmamos cuatro meses y sin apuros, por decirlo de algún modo. Dejando que las personas se acostumbraran a la cámara, esperando que sucedieran las cosas…con una pauta súper clara entre el detective y yo, sabiendo cómo iba a seguir el caso…Lo que pasa es que luego el detective se rebela un poco contra la trama de la película. También estaba muy pactado con el director de foto. Pero yo no podía decir ni “acción” ni “corten”. Estábamos muy subordinados a lo que ocurriera allí. Primero grabamos todo el entrenamiento del detective y cuando ya teníamos ese material fuimos a la residencia de ancianos y dijimos que queríamos rodar un documental sobre la tercera edad y todo lo que sucediera allí. Cuando él entró las personas ya estaban muy acostumbradas a nosotros y por nuestra parte fingimos para hacer ver como que no le conocíamos.
La selección del agente, Sergio, es vital para la historia.
Sergio acabó siendo el peor espía del mundo pero resultó ser la persona más encantadora del planeta. Es raro que a esa edad esté uno tan dispuesto a conocer, a hacer nuevos amigos, a escuchar…Uno hace una caricatura de los mayores como de personas que no están abiertas a nuevas experiencias. Él es un señor que se involucra en las situaciones y por este motivo surgen otras cosas en la historia. Esa es la gracia de Sergio y la gracia de la película.
¿Cómo surgió la idea? ¿Había algún tipo de estructura? ¿Sabías hacia dónde iba a derivar?
Yo estaba obsesionada con los detectives privados y yo quería hacer una serie documental en torno a ese tema. La clienta era para mí un personaje súper importante y la filmé un montón, todo su conflicto con Sergio y con Rómulo. Pero después la tuve que ir sacando del montaje porque me di cuenta de que el corazón de la película no estaba ahí. Todo el enfoque del caso en esa dirección hacía avanzar la historia de una forma demasiado racional pero no emotiva. Fue un descubrimiento que tuve durante el montaje, no mientras lo estaba rodando. Me costó renunciar y encontrar el equilibrio, darme cuenta de que la realidad había sido otra distinta a la que yo tenía planeada.
«La soledad de los ancianos es algo transversal en la película. Investigando, me di cuenta de que en Chile las tasas más altas de suicidio son de personas mayores de ochenta años, no de jóvenes».
Al final no trata tanto el tema de la negligencia en las residencias, sino más sobre la soledad de los ancianos, temas ambos de triste actualidad en estos tiempos.
Sí. La soledad de los ancianos es algo transversal en la película. El mismo Sergio, que está muy activo, aparece diciéndole a su hija que ella tiene su vida pero él está solo. A él le pasa eso y le pasa a las señoras de la residencia. Hay un contexto importante. Después investigando me di cuenta de que en Chile las tasas más altas de suicidio son de personas mayores de ochenta años, no de jóvenes.
¿Tienes un especial interés por el género documental?
Siempre me ha atraído más porque siempre he sentido que el documental es una invitación a descubrir cosas insólitas de la realidad y que la realidad está llena de historias que son mucho mejores que cosas que yo podría inventar. Yo no soy tan creativa (risas) y es como que la realidad me regala situaciones tristes, alegres…me regala experiencias y me permite conocer a personas y vivir vidas que no conocería si no tuviera la excusa de filmar.
La película ha pasado por Sundance, Karlovy Vary y ganó el Premio del Público a Mejor Película Europea en el pasado Festival Internacional de Cine de San Sebastián. ¿Cómo has vivido su trayectoria?
Lo que nos pasó en San Sebastián fue importante porque la película había estado sin público presencial desde enero, desde Sundance, y fue como volver a revivir la sensación de salas y volver a sentir que es una película que conecta distintos territorios y que toca fibras en distintos lugares y lo universal que es. El Premio del Público nos revela un poco eso. Cuesta verlo cuando tienes la película y estás encerrada en tu propia casa. Yo también aprendo mucho cuando se proyecta en salas y veo las reacciones del público. Texto de Roberto González.