Meninas. La libertad privada.
La joven autora Beatriz Sierra firma una comedia barroca acerca de las protagonistas del cuadro de Velázquez, cinco mujeres que desean dar rienda suelta a sus deseos para realizarse plenamente como individuos. Hablamos con David Julián Vigó, el director de escena.
La obra se define como una ucronía, ¿qué clase de libertades se toma sobre la realidad histórica? Yo lo que le pedí a la autora fue dar un salto “a-histórico”, una no-historia. Estaba muy claro que queríamos hablar sobre el tema de la mujer y de la opresión que ha sufrido pero queríamos hacerlo de una manera divertida y lúdica. Cuando le pedí a Beatriz Sierra, la autora, si era capaz de escribir algo nuevo en verso siguiendo las reglas del ‘Arte nuevo de hacer comedias’ de Lope de Vega, haciendo un trabajo absolutamente sesudo de escribir según las normas que tenían en el Barroco español, sobre cinco mujeres de la misma generación que vivían en Aranjuez. A partir de ahí ella empezó a crear e improvisar con las actrices y surgió esta obra. Tratamos de que no hubiera ningún infante ni ningún personaje masculino. Está funcionando muy bien porque es una obra muy joven, muy divertida pero que también tiene un contenido muy duro de crítica social. Tiene ese feminismo de Virginia Woolf en ‘Una habitación propia’. Ellas luchan por tener privacidad. El concepto de la libertad paradójicamente enlaza con contar con un espacio privado, porque es ahí donde una persona puede ser más libre. A partir de esa serie de conceptos Beatriz, con 24 años, ha escrito esta obra que es una auténtica joya.
¿En qué consisten esas normas estróficas? Formalmente queríamos hacer algo muy, muy clásico, en el sentido de que la rigurosidad en la combinación métrica estuviera ahí. Cuando los personajes sueñan o se enamoran aparecen liras, cuando sufren aparecen sonetos, cuando tienen preocupaciones aparecen romances. Ese es el resumen porque luego las reglas del Arte Nuevo tienen más complicación.
¿Cómo es la puesta en escena? En el dosier se describe como elegante y bellísima…Hemos trabajado con el preciosismo barroco que no es churrigueresco . No hay tantos elementos pero sí está sobrecargado. Suele tratarse de espacios muy grandes con detalles muy florales en las esquinas de las construcciones. Hemos trabajado mucho con el blanco. Nos gustaba mucho el concepto bíblico de lo blanco, de la pureza. Siempre que se nos permite el suelo está lleno de plumas blancas, los trajes son blancos, el maquillaje es blanco…los cuadros suben y bajan, hay columpios…Trabajamos con esa eficacia que tenía el estilo Barroco.
¿Qué importancia tiene la música en la obra? Hay un momento en que ellas se dirigen al público y rompen la cuarta pared. El violinista que ha trabajado con Ara Malikian y Els Joglars también interactúa y juega con la audiencia. Su personaje es el típico criado que contrataban los nobles para tener música en las estancias. La música es una maravilla, la ha compuesto él, Álvaro Alvarado, junto a Juan Olivera y es también totalmente barroca.
«Es una obra muy divertida que también tiene un contenido muy duro de crítica social. Tiene ese feminismo de Virginia Woolf en ‘Una habitación propia’. El concepto de la libertad paradójicamente enlaza con contar con un espacio privado, porque es ahí donde una persona puede ser más libre».
¿Qué relevancia tiene Velázquez como personaje implícito? Quisimos que Velázquez fuera como Pepe el Romano en ‘La casa de Bernarda Alba’, un personaje que nunca apareciera pero que promoviera todo el conflicto. Él es la llave de la libertad de ellas. Hoy en día a través de las redes podemos elevar al plano público lo anónimo. Pero en la antigüedad una de las cosas que hacían los aristócratas y los nobles era plasmar su eternidad a través de una imagen, contratando para ello a grandes pintores. En esta obra las Meninas saben de alguna manera que siendo retratadas podían decirle al mundo “aquí estamos nosotras, venid a rescatarnos” ya que ellas tienen otros deseos que difieren de lo que su padre ha dispuesto para ellas.
Aunque parte de una premisa dramática se dice que la obra es muy divertida. Es la lo que define a Beatriz. Es una escritora joven que entiende la arquitectura teatral de una manera profundamente humana. Ahora le acabamos de comprar otra obra sobre las Marías, unas mujeres de Santiago de Compostela que fueron vejadas por los franquistas y nos ha contado otra historia durísima combinando drama y comedia. No sé cómo lo hace pero para mí como director es un regalazo y para las actrices ya ni te cuento. Es un poco parecido a lo que hacía Berlanga.
Le Corps d’Ulan se describe como una compañía especializada en el teatro joven, ¿por qué tipo de apuestas se decantan? Trabajo con autores/as jóvenes como Beatriz Sierra… Le Corps D’Ulan somos una empresa que tratamos de mantener una idea de teatro muy de los setenta. En ese sentido somos muy tradicionales. Creemos en el concepto de familia teatral. Nos gusta mucho contar con gente que ha salido de nuestras escuelas. Trabajamos mucho la vanguardia, los límites de contaminación, estéticas muy duras y apuestas muy arriesgadas. Pero hay veces que, de vez en cuando, nos gusta hacer algo muy, muy clásico. A veces hacemos algo muy vanguardista pero no conseguimos llegar, por ejemplo, a mujeres de ochenta años, nuestras abuelas. Entonces cambiamos el código radicalmente y hacemos comedias al uso con una rigurosidad histórica absoluta. En este caso esa ha sido la apuesta. Nosotros empezamos en Montpellier, en una residencia artística, estuvimos en el festival de Avignon… pero a veces pierdes el contacto con la gente que va al teatro únicamente a escuchar una historia. Contar una historia bien es algo muy difícil. Para nosotros impactar visualmente o emocionar con la música, el sonido y la luz es muy fácil pero sentarnos y contar tranquilamente una trama con su principio, nudo y desenlace…eso es realmente lo complicado. Le Corps se ha convertido en una factoría de trabajo en la que combinamos estilos de todo tipo. Texto de Roberto González. Fotografía de Alberto Torres.