Javier Olivares. Sobre héroes y tumbas.
Con ‘Las meninas’ Santiago García y Javier Olivares ganaron el Premio Nacional de Cómic 2015. Con su nueva obra, ‘La Cólera’, afrontan su mayor reto: analizar la Europa en la que vivimos partiendo de ‘La Ilíada’.
¿Qué es ‘La Cólera’?
Es el último libro que hemos hecho Santiago García y yo. Con todo el asunto de las charlas y promoción de ‘Las Meninas’ viajamos mucho y estuvimos pensando que hacer después, ya que es un libro que nos había dado muchas alegrías, pero necesitábamos empezar a pensar en otro proyecto. Santiago me contó que “cólera” era la primera palabra de ‘La Iliada’ en griego y a partir de ahí nos pusimos a pensar en un nuevo libro. Con ‘La Ilíada’, parte de ‘La Odisea’ y siguiendo al personaje de Aquiles nos pusimos a reflexionar sobre Europa. En el fondo es como una gran tragedia griega en la que aún seguimos metidos, y hay también ahí una especie eterno retorno. El libro habla sobre el origen mítico y literario de Europa, sobre de dónde venimos y en que momento estamos. Se pregunta porqué estamos aquí y cómo hacemos las cosas. Paradójicamente el libro es muy actual, es como poner un espejo ante nuestro origen y ver reflejado el momento presente.
Uno de los referentes del libro parece ser ‘300’ de Frank Miller.
Realmente no ha sido un referente para mí. Más allá de la coincidencia del periodo histórico y que en nuestro caso tratamos también con la épica, creo que nuestro libro va en una dirección muy diferente. Miller me parece un gran historietista, pero ‘300’ no es precisamente el cómic suyo que más me gusta. Nuestra obra es muy ambiciosa visualmente, es un trabajo que me ha llevado dos años. Para que te hagas una idea, si ‘Las Meninas’ es una obra de teatro, ‘La Cólera’ sería mas como una ópera. Tiene esa amplitud plástica necesaria. Históricamente el relato de las hazañas se ha contado también a través de las imágenes que nos han influido, pero muchas veces son más una manera de convencer, no tanto de contar. Ese es otro de los temas del libro, la manera que las mitologías y su iconografía construyen nuestras verdades. Por una parte, la épica genera una belleza plástica pero tiene ese cualidad peligrosa.
Jugáis con la grandiosidad de la épica a través de la imagen y con su lado oscuro a través de la palabra.
En algunas partes si, esa grandiosidad nos es útil, pero en otras partes del libro vemos imágenes y contamos historias que son muy conocidas de un modo muy anecdótico, en viñetas muy pequeñas. Quitándoles la grandiosidad, alejándonos de ella. Jugamos con la forma en que se mira y se cuentan las leyendas.
Nos hemos dado cuenta que trabajar con mitos y con historias con la potencia de las que contó Homero hace que multipliques su número de miradas, ya que para cada lector tiene muchas veces su particular significado. Cada uno tiene su propia Ilíada y no queremos plantear conclusiones, es el propio lector el que tiene que sacarlas. En este caso me parece un libro muy abierto.
Abierto y ambiguo.
Yo lo veo más complejo que ambiguo, pero es es una reflexión personal. En este caso creo que es una obra más abierta que ‘Las Meninas’, que me parece que tiene un discurso más intelectual y más elaborado, algo más cerrado. Este libro es más abstracto, más poético en ese sentido, aunque hay cosas que se dicen de forma muy clara.
En los orígenes las sexualidades diversas estaban presentes de un modo más natural que en nuestra época.
Si, eso ocurre sobre todo en la época pre- cristiana. En todas las reescrituras y versiones de ‘La Ilíada’ Aquiles y Patroclo tienen una relación. Pero dependiendo de la época en la que se cuenta, esa relación es diferente. En las tradiciones más modernas ya se admite más que Patroclo es más que un amigo o un hermano, es su pareja. Según la época o el medio los personajes cambian de sitio pero nosotros lo hemos mostrado con total naturalidad.
El sometimiento y la forma en la que nos conducimos en las relaciones de poder están muy presentes en la historia.
Sí, no solo en la historia de Aquiles sino sobre todo enla historia de Pirra. Y vaya, es algo que llega hasta la actualidad. El libro reflexiona sobre cómo hemos hecho las cosas hasta la fecha, cómo nos relacionamos con los demás de una manera muy injusta, sobre la posesión.
Aquiles es un personaje poliédrico pero tenía una imagen muy clara de la estructura de poder.
Jugáis con el formato del libro: con dobles páginas, en un fresco de varias páginas mostráis la forma de vida de la época e incluso obligáis al lector a cambiar la manera de lectura, dando un vuelco al modo de lectura occidental para usar los recursos del manga.
A Santiago y a mí nos gusta estirar los márgenes del medio, ver adónde nos lleva eso nos parece lo más divertido. Santiago siempre me reta y yo le respondo. Realmente para mi es un privilegio trabajar con él.
En este libro, en un momento dado hay un reto narrativo también para el lector. Es fundamental para la lectura y hace que varíe totalmente la experiencia lectora. Te ves involucrado mucho más en el libro y potencia mucho su discurso. Además, al tratarse de un objeto, ese juego es imposible de trasladar a cualquier otro medio. El libro es parte de nuestro trabajo, no solo el contenedor de nuestra historia.
«En este libro, en un momento dado, hay un reto narrativo también para el lector. Es fundamental para la lectura y hace que varíe totalmente la experiencia lectora. Te ves involucrado mucho más en el libro y potencia mucho su discurso».
En el libro se fusiona tu labor como historietista y como ilustrador.
Es algo que me pedía el libro. Desde el principio me di cuenta de que era un proyecto muy visual, y muchas de las ideas del libro no están explicadas con las palabras sino con las imágenes. Tengo una carrera de ilustrador que me encanta explorar y que me obliga a trabajar las imágenes de un modo más concreto que cuando hago cómic. Las reglas de la ilustración son muy diferentes a las del cómic y en este libro aplico muchas de las enseñanzas que he ido adquiriendo como ilustrador.
Ahora el lector está más acostumbrado a los lenguajes híbridos. En el libro ‘Prisioneros de Zenda’, por ejemplo, mezclo las viñetas grandes del libro ilustrado con pequeñas inclusiones de cómic en la parte central. La lectura del libro tradicional se detiene, lees el cómic y regresas al libro tradicional. Ese recurso –por ejemplo– me permitía contar muchas cosas en pocas páginas. En ‘La Cólera’ pasa mucho, hay también una estructura episódica y cambios de registro. Me gusta trabajar en ese terreno brumoso que existe entre el final de un medio y el principio de otro.
Hace 15 años no hubiese podido resolver un libro tan complejo como este. Es una de las pocas cosas buenas que tiene cumplir años (Risas), poder mezclar tu bagaje como ilustrador, diseñador, historietista… el cómic te permite mezclar todos esos mundos apoyando esa narración.
La experimentación en el libro permite hacer llegar mensajes complejos de una manera sencilla.
Yo he pasado por muchas etapas. En la época de ‘Madriz’, por ejemplo, mi experimentación no tenía tan en cuenta al lector, era más una exploración personal. Creo que me ha venido muy bien trabajar con Santiago. Para él cualquier experimentación, que hemos hecho muchas, tiene que tener un sentido. No tiene que ser un juego formal sino apoyar a la narrativa. Los cambios formales del libro buscan hacer que el lector entre y salga de él. Todo lo que está en la página tiene que apoyar al libro y ayudar al lector. Es como la música, vas tocando en función de lo que la historia requiera. Hay partes con mucha información gráfica y otras que requieren mucha síntesis.
El color es un aliado esencial.
Para mí siempre lo es y en este libro también y no solo para diferenciar escenas. Por ejemplo el color rojo es un elemento narrativo más en esta obra. Funciona casi como una guía invisible, puedes seguirlo a través de todo el libro. Hemos pensado mucho en el tono cromático, pero lo ideal es que el lector no lo perciba. Tiene que dejarse llevar y sentirlo como un todo sin pensar tanto en sus mecanismos.
En ‘La Cólera’ has trabajado años. ¿Cómo te despegas del libro?
La manera en la que trabajamos Santiago y yo en nuestro libros es muy fluida y muy constante. Participamos mucho en todas las decisiones que tienen que ver con el libro, estamos los dos metidos en todas las fases y esa intensidad hace difícil despegarse. Te sumerges en un mundo muy particular. Normalmente te ayuda a cortar el pasar al siguiente trabajo. Ya estoy en otro proyecto y me gusta coger una distancia aunque me resulta complicado ver el libro como algo ajeno a lo que me ha supuesto hacerlo. Me encantaría leerlo y disfrutarlo sin pensar en lo que quería haber hecho y no pude o sin dejar de percibir la familiaridad de los dibujos. La relación de los dibujantes con el trabajo ya acabado suele ser compleja.
¿Tienes otros proyectos?
Estoy ahora mismo metido en un libro con Jorge Carrión que saldrá para 2021. Es un proyecto muy particular. Han pasado más de dos años desde que me lo propuso, pero estaba metido en ‘La Cólera’ y lo tuve que dejar aparcado. Aún no hemos anunciado nada porque le queda mucho recorrido. He hecho ya un par de cosas con Jorge y me está gustando trabajar con él. Me cuesta reconocer mis méritos, pero creo que tengo buen ojo eligiendo a la gente con la que trabajar, creo que elijo bien a los compañeros de viaje.
Texto de Kike Infame.