Julián Fuentes Reta. Una familia… como otra cualquiera.
Julián Fuentes Reta vuelve al escenario tras el éxito de ‘Cuando deje de llover’ con la obra ‘Las cosas que sé que son verdad’. El próximo 14 de febrero los espectadores de Vitoria tienen la oportunidad de ver en escena este nuevo trabajo de Andrew Bovell con las relaciones humanas y familiares como hilo de la historia.
En la obra se plantea el retrato de una familia como las de ahora. Vemos el punto de vista de los padres y de sus hijos y cada uno de ellos tiene una mentalidad totalmente distinta. Eso es. Sin embargo, no es una obra de teatro sobre la familia. Se usa ésta como excusa por así decirlo. La idea es mostrar esos vínculos entre los seres humanos y la naturaleza a través de la historia de una pareja y sus cuatro hijos. Habla de unos padres, que nacieron en la segunda mitad del siglo XX, y de unos hijos que pertenecen al siglo XXI y vemos la confrontación por eso. No en plan drama puro sino conociendo la mentalidad, la educación, la ideología o las perspectivas de futuro de cada uno de los personajes. Y todo eso se va viendo con el paso de los años en esa familia.
Precisamente en la escena, ese paso del tiempo se representa con las cuatro estaciones del año. Sí, ese detalle no es una elección casual. Responde también mucho a la idea del propio autor de la obra, Andrew Bovell que siempre recurre a la naturaleza en sus historias. Una naturaleza que en ocasiones ayuda a que se vaya construyendo esa trama. Y eso lo vemos, en un plano más visual, en ese jardín de la casa en la que se ha criado esa familia y donde vemos cómo pasan esas estaciones del año.
Muchos espectadores, de todas las generaciones, se sentirán muy identificados con los personajes de la obra. O incluso les recordarán a sus padres o a sus propios hijos. Es cierto, incluso yo mismo me veo reflejado en ella pensando en mi propia familia. Al final son los “problemas” comunes que tenemos todos en la nuestra. Son esos lazos entre estas personas los que muestran los sentimientos que se reflejan en la obra y con los que muchos espectadores se sienten identificados.
Por un lado, tenemos a los padres: Fran y Bob (representados por Verónica Forqué y Julio Vélez) que han nacido en los años 50 y a los que les ha tocado luchar por una vivienda, un trabajo… en definitiva, les educaron en su época para no rendirse ni quejarse nunca. El aguante es parte de su identidad.
En contraposición están los cuatro hijos (Pip, Mark, Ben y Rosie) y cada uno de ellos tiene una edad diferente (entre los 40 y los 20 años) y unas personalidades e historias propias. Está la que ya es madre, el que trabaja de informático, el millennial y la pequeña que ha nacido y crecido en pleno siglo XXI.
Y entre todos ellos hay una brecha ya no solo de educación (por nacer en siglos y circunstancias muy diferentes), sino también de comunicación. Sin embargo, ahí sigue la familia. Nos seguimos queriendo pese a ese choque generacional o de ver la vida de un modo muy distinto. Al final la historia no va de esa familia. Va de cómo somos cada uno de nosotros y de cómo podemos seguir queriéndonos entre todos aceptando los cambios y los errores de cada uno.
«Esta obra cuenta una historia que le puede valer a un amplio sector del público sin caer en simplificaciones o trivialidades con el tema de la familia o la disputa entre padres e hijos. Además, soy de los que cree que el teatro es un buen escenario donde los espectadores pueden reflexionar sobre todo esto, sobre cómo eran o son sus relaciones».
Pero esto no es un drama. En alguna ocasión has dicho que los espectadores salen riéndose. Claro. Nosotros no buscábamos ni que fuese un drama pesado ni tampoco que fuese una comedia. Digamos que podría ser una especie de tragicomedia y en eso el público está de acuerdo y creo que hemos conseguido ese objetivo. Hablamos de espectadores con edades muy variadas y que en algunos momentos sonríen a carcajadas o se emocionan con algunas de las escenas que ven.
Al final, los espectadores se van a reír y van a verse a ellos mismos ya que habla de ellos, de lo que ocurre en una casa normal. Es una obra pegada a la realidad y no pretende dar lecciones a nadie.
¿Qué te sedujo a dirigir esta nueva obra de Andrew Bovell? ¿Esperas el mismo éxito que con ‘Cuando deje de llover’? Tuve una conexión muy especial con ella para querer hacerla, no solo por el hecho de que fuera de Andrew Bovell que también es un punto a su favor. Creo que esta obra cuenta una historia que le puede valer a un amplio sector del público sin caer en simplificaciones o trivialidades con el tema de la familia o la disputa entre padres e hijos. Además, soy de los que cree que el teatro es un buen escenario donde los espectadores pueden reflexionar sobre todo esto, sobre cómo eran o son sus relaciones. Sobre cómo es o cómo era su vida, en definitiva.
En cuanto a si tendrá el éxito como el que obtuvimos en los premios Max, eso es algo que nunca se sabe, pero bienvenido sea. Lo que sí sabemos es que la acogida por ahora por parte del público está siendo espectacular, que está gustando mucho y es toda una suerte.
Mientras se consolida este nuevo éxito, ¿qué tienes entre manos?
Este año me ha dado por el tema de la familia y concretamente el de las familias un tanto peculiares. Así que, con esa idea en mente el 18 de febrero empiezo a ensayar un nuevo proyecto que se llamará ‘Tribus’ y cuya peculiaridad es que dos de los actores son sordos. Me parece una estupenda oportunidad para dar proyección a actores muy jóvenes que se están abriendo camino en el mundo de la interpretación. Un mundo muy complicado y más si tienes esta discapacidad. Texto de Victoria Herrero. Fotografía de Javier Naval.