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La Divina Comedia de Oscar Wilde. Sus últimos días en París.

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Javier de Isusi presenta una monumental novela gráfica centrada en la figura de Oscar Wilde y en los últimos años de la vida del autor en París, epicentro por aquel entonces de todas las vanguardias artísticas de la época. Una oportunidad de redescubrir la vida y obra de uno de los creadores más icónicos de la historia de la literatura.

¿Podrías explicarnos el motivo de la elección de la figura de Oscar Wilde como protagonista de tu último trabajo? La verdad es que no me siento a la mesa de trabajo pensando en qué tema elegiré; la sensación que tengo es que son más bien ellos, los temas, los que le eligen a uno. En este caso la idea me surgió mientras leía ‘De Profundis’, el libro póstumo de Oscar Wilde, una carta en realidad, escrita cuando estaba en la cárcel. En esa carta, Wilde detalla cómo fue su estrepitosa caída de lo más alto de la gloria social a la más honda ignominia y relata cómo en la cárcel experimenta la vivencia de haber tocado fondo y aspira a una especie de renacimiento. Al leerlo me surgió la pregunta de si habría conseguido ese renacimiento y comprobé que hay cierta unanimidad en considerar que no, que no lo consiguió. Pero entonces pensé: ¿quién puede saber lo que ocurre por dentro de uno? Sobre todo, si ese uno es alguien tan complejo como Wilde. ¿Y si sí? ¿Y si sí lo consiguió, pero desde fuera no se puede apreciar con facilidad? Entonces empecé un proceso de investigación doble: investigación documental, proceso en el que descubrí que en sus últimos años de vida hubo más luz de la que normalmente se habla, e investigación literaria, que es el libro propiamente dicho: una investigación creativa para descubrir cómo podría haber sido esa vivencia del final de su vida si por dentro, junto con el sentimiento de derrota, hubiera alcanzado un estado más libre, sereno y, por qué no, feliz.

¿Es un autor cuya obra tienes como referente o veías en su vida un argumento interesante para crear una novela como esta? Las dos cosas. No soy el primero, ni muchísimo menos, que ha encontrado en su vida un argumento literario, son innumerables las obras que se han hecho sobre Oscar Wilde. Pero, tan importante como eso, es que su obra tiene una profundidad que a menudo se pasa por alto. Te puedes encontrar frases de Wilde por todas partes, porque son graciosas e ingeniosas, pero a menudo se olvida que están llenas de sabiduría. Borges decía de él: “leyendo y releyendo a Wilde, noto un hecho que sus panegiristas no parecen haber sospechado siquiera: el hecho comprobable y elemental de que Wilde, casi siempre, tiene razón.” En mi libro trato de quitar velos sobre eso.

En la nota de prensa leemos que esta es una novela gráfica que te ha llevado nada menos que cinco años, ¿qué parte del proceso ha sido la que te ha supuesto más tiempo? Bueno, esos cinco años son matizables, a lo largo de ellos hice otras dos novelas gráficas. Quiero decir, no he estado cinco años exclusivamente con esta obra. Sin embargo, creo que se notan. A lo largo de esos cinco años, ya que no podía ponerme a dibujarlo sí volvía una y otra vez sobre el guion y la documentación, lo que ha redundado indudablemente en que el resultado haya quedado muy asentado. Hasta el final estuve retocando cosas relativas al guion y descubriendo cosas relativas al dibujo que al principio no sospechaba. Todo eso se nota: permitir que una obra creativa se lleve su tiempo adecuado de elaboración y cocción es fundamental, es algo que no debe aplicarse sólo a la cocina.

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«No me interesaba tanto el Wilde triunfador del pasado, sino sobre todo el Wilde de los últimos años, el roto». 

La historia se centra en los últimos años de la vida de un Oscar Wilde arruinado y enfermo, casi incapaz de escribir nada relevante. Unos años que vivió, sin embargo, en un París efervescente, vanguardia de todas las disciplinas artísticas, ¿querías reflejar en la novela todo aquel ambiente a pesar de que aquella no fuera una etapa creativa en la vida del autor o partes más bien de la última etapa de su vida para que desde ahí los protagonistas puedan mirar hacia atrás? Bueno, el libro no funciona a base de flashbacks sino más bien a través de reflexiones sobre ese momento final de la vida de Wilde. De hecho, no me interesaba mirar hacia atrás porque el Wilde triunfador del pasado no es el que me interesa, sino el Wilde de ese momento, el roto. Me interesa el Wilde cuyo personaje ha estallado en mil pedazos y gracias a eso descubre cosas que antes no podía ver… Es el mismo argumento de fondo de otras obras mías como ‘Los viajes de Juan Sin Tierra’ o ‘He visto ballenas’: qué pasa cuando descubres que el personaje que te has construido para estar en este mundo no eres tú, que por debajo de ese personaje hay mucho más.

Lo que ocurre es que el decorado donde sucede todo eso es aquel París fascinante de finales del XIX que a mí me habría encantado conocer. Tenía que ser muy estimulante estar en un lugar en el que, cada poco tiempo, surgía un nuevo movimiento artístico. Y, como todo artista europeo, iba allí a imbuirse de ese ambiente y aprender. Debía ser algo así como una especie de Erasmus, pero a lo bestia.

La imagen es el principal soporte en la narración de la historia, por encima de diálogos, abundando muchas viñetas en las que no vemos texto, ¿ha requerido un trabajo especial ser capaz de reducir el uso del lenguaje para comunicar más con la imagen o esos son recursos que ya tienes dominados e interiorizados? Es mi medio de expresión natural. Personas no familiarizadas con el medio del cómic me han comentado en más de una ocasión que era una lástima que contara estas historias por medio del cómic en vez de por medio de la literatura o el cine. Claro, no les falta razón al sospechar que mi público destinatario es mucho más reducido. Pero, qué le voy a hacer, no soy escritor, ni pintor, ni cineasta. Es juntando dibujos y texto como me siento cómodo y debo decir que el medio del cómic tiene sus ventajas propias: al aunar dibujos y texto, entra en el cerebro por dos lugares distintos a la vez. El dibujo es capaz de entrar por un lugar más emocional, que en literatura sólo es capaz de hacerlo la poesía (o la prosa realmente buena), y al tener también textos puedes meterle toda la información intelectual que quieras. A mí me parece un medio de expresión con un enorme potencial aún por desarrollar, especialmente en esta sociedad de la imagen en que vivimos.

Ha pasado más de un siglo desde el fallecimiento de Wilde y sin embargo sigue muy presente en la actualidad, ¿a qué crees que se debe que cada generación siga enganchándose a su obra y figura en una época además en que casi todo pasa de moda rápidamente? Wilde se creó desde muy joven un personaje que le trascendió hasta el punto de que era famoso antes de haber publicado nada. Hoy en día habría sido youtuber en vez de escritor. Una de las razones para que su personaje perdure hoy, ciento veinte años después de su muerte es que la materia prima con que lo hizo era un diamante en bruto: por debajo de ese personaje divertido, snob, hedonista e ingenioso había también un sabio. Pero, aun así, tal vez eso no habría sido suficiente si no hubiera tenido el destino trágico que tuvo; de hecho, casi más que por su obra, hoy se conoce a Wilde por ser un icono gay, algo así como un mártir de la “causa homosexual”. Y es que, de una manera contradictoria, pero profundamente consecuente con la lógica narrativa, fue precisamente la destrucción de su personaje lo que lo catapultó a la fama imperecedera. A través de la muerte de su personaje, su personaje se hizo inmortal. Wilde era plenamente consciente de eso. Al fin y al cabo, fue él quien dijo que había puesto todo su genio en su vida, y nada más que su talento en su obra. El tiempo le ha dado, una vez más, la razón. Texto de David Tijero.

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