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El fin de todas las cosas. Mi espíritu animal.

luciapollan

Uno de los cortos premiados en el 25 aniversario de FANT Bilbao fue este cuento gótico entre el drama y el terror protagonizado por Lucía Pollán y Paola Bontempi (premio a la Mejor Interpretación en Corto Vasco). Hablamos con la directora Norma Vila acerca de esta pieza.

Has dedicado parte de tu trayectoria a la dirección de fotografía y la producción. ¿Siempre tuviste interés en convertirte en realizadora?

Siempre tuve claro que quería dirigir mis propias historias. De hecho ya en la escuela de cine estudiando dirección de foto, dirigí varios cortos y videoclips, aunque no de forma, digamos profesional. Quizá por mi carácter perfeccionista, me he visto abocada a ser yo quien produzco mis propios trabajos, y he descubierto que es algo que disfruto mucho. Como yo me tomo la producción, tiene un alto componente creativo, aunque desde fuera quizá no se contempla así. No es solo hacer presupuestos.

¿Cuánto tiempo lleva gestándose este corto? ¿Qué dificultades y/o apoyos reciben los cortometrajes para su realización (aquí en Euskadi)?

Oficialmente se empezó a gestar hace dos años en el FANT, cuando le propuse a Urko de los Ríos escribir el guión conmigo. Yo llevaba ya unos meses con el proyecto en mente, pero no fue hasta que hablé con él que comenzó a tomar forma. La escritura nos la tomamos con calma, sabiendo que presentaríamos el proyecto a las ayudas de producción del Gobierno Vasco el año siguiente, con lo que tuvimos casi 1 año para darle vueltas y también yo tuve tiempo para articular bien el proyecto tanto en cuestiones de producción como a nivel creativo. Manejábamos conceptos e ideas complejas, personajes nada polarizados ni estereotipados y para mi fue un lujo tener tiempo para reflexionar sobre la mejor forma de enfocarlo a nivel creativo.

La principal dificultad a la hora de enfrentarte a un proyecto de corto, aquí y en cualquier parte, es que al no tener carácter comercial, las posibilidades para conseguir financiación son escasas. Y más si el proyecto es de género, que suele entenderse como películas minoritarias. Nosotros tuvimos la suerte de conseguir esa subvención del Gobierno Vasco, si no hubiera sido imposible llevar a cabo un proyecto de esta envergadura. Una vez concedida esa subvención, automáticamente EITB compra los derechos de emisión, aunque lo recibes una vez terminado el corto. Sería genial poder disponer de ese dinero para la producción. También la Bilbao Bizkaia Film Commission jugó un papel importantísimo al ayudarnos a encontrar las localizaciones y gestionar los permisos.

Se trata de una adaptación con algunas libertades del relato ‘Sredni Vashtar’ de Saki. ¿Cómo llegaste a esa historia?

Fue pura casualidad. Estaba trabajando en la adaptación de otro relato que también tenía un niño como protagonista, y buscando información sobre este relato me topé con ‘Sredni Vashtar’. No había leído nada de Saki y me pareció maravilloso. También a nivel de producción, adaptar el de Saki era más sencillo, más barato y quizá, más accesible para mí como directora, teniendo en cuenta que sería mi segundo cortometraje.

El nombre del relato era ‘poco comercial’ en nuestro contexto. Con el sugerente ‘El fin de todas las cosas’, ¿pretendíais un doble significado de fin como conclusión y como objetivo o propósito?

El relato es muy literario, y aunque sí describe situaciones concretas, enfatiza más en los sentimientos y pensamientos de los personajes. Sredni Vashtar es el nombre que el niño del relato otorga al elemento sobrenatural, pero forma parte de la subjetividad del niño. Funciona muy bien en el contexto literario, pero en nuestra adaptación no tenía cabida. Pensamos que incluirlo le restaría misterio al elemento sobrenatural. Una vez tomada esta decisión, si el nombre no aparecía en el corto, era evidente que no debía titularse así. Buscamos entonces un título abstracto, que no hiciera referencia a nada concreto de la historia, algo mucho más conceptual, sugerente y evocador. ‘The End of All Things’ es el título de un álbum de la banda Tropic of Cancer, y ya entonces quería ‘Distorted Horizon’ una de las canciones de ese álbum, para los créditos del corto. Cuando fui consciente de la conexión, no dudé un segundo. El corto no tiene moraleja, ni es adoctrinador ni panfletario, y me gusta que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones, en vez de decirle lo que tiene que pensar, pero después de verlo y pensar en su título, el espectador puede encontrar mi propia visión de la historia: el fin siempre es un nuevo comienzo. Pese a lo nihilista que pueda sonar el título, para mi es en realidad una idea muy esperanzadora y de reafirmación individual.  

Una de las influencias confesas ha sido ‘Stoker’ de Park Chan Wook, ¿cómo uniste esta obra al relato, que está protagonizado por un muchacho en vez de una joven?

Tenía claro que en nuestra adaptación, el niño del relato sería una mujer. Me parecía interesante hablar de la relación que se establece entre mujeres en el núcleo familiar y que en ocasiones es pura rivalidad. Un absurdo enfrentamiento y competencia entre mujeres que surge del machismo estructural de la sociedad en la que vivimos. Partiendo de esta idea, la equiparación con ‘Stoker’ fue inevitable. Con Aritz Bilbao, el director de foto, decidimos darle la estética visual de ‘Stoker’, luminosa y sofisticada, como evidente contrapunto a lo truculento de la trama, que quizá lo obvio hubiera sido la utilización de una fotografía más tenebrista.

PaolaBontempi

Paola Bontempi.

«Mi intención es seguir haciendo películas, independientemente del formato, corto o largo. Ahora mismo estoy desarrollando un guión de largo, y mis cortos son mi carta de presentación para convencer a productores de que soy capaz de dirigirlo».

Se usan recursos visuales llamativos como el congelado de imágenes o cortes de tipo match-cut. En general, ¿te gusta que se perciba un cierto estilo o personalidad en la dirección frente a una posible realización más invisible?

Siempre me han gustado las películas a las que se le ven las “costuras”. El cine tiene recursos propios que están infravalorados por esa obsesión de buscar una realidad tangible en las películas, quizá apostándolo todo al guión. Un guión se puede rodar de mil maneras diferentes y no hay forma buena o mala de hacerlo, pero personalmente, me gusta que una película transcienda lo puramente literario y se convierta en una experiencia sensorial. Por eso yo doy mucha importancia a todos los departamentos además del guión, tanto a nivel visual, fotografía, arte o edición, como a nivel sonoro, efectos de sonido o música. Está claro que la utilización de este tipo de recursos evidentes es tanto rasgo de estilo como no utilizarlos, pero yo me quedo con el rock and roll de Cosmatos, Lynch o, en diferente medida, Park Chan Wook y Lanthimos.  

La ambientación debía sugerir cierto toque antiguo o de época. ¿Dónde tuvieron lugar las localizaciones?

La ambientación es parte fundamental de cualquier película. De nada sirve tener a las mejores actrices o el mejor director de foto si lo que pones delante de la cámara no es interesante y expresivo. En ‘El Fin…’ buscábamos atemporalidad y descontextualización geográfica, crear un entorno abstracto en el que transcurre una historia muy concreta y sobre todo, de carácter universal. La casa donde sucede esta historia tiene tanta importancia como los propios personajes. Tenía que reunir ciertas características inapelables, tanto físicas como estéticas y no fue nada fácil encontrarla. De hecho, interior y exterior no son la misma localización, y cada una está en una punta de Bizkaia. Esto supuso un gran esfuerzo de producción en cuanto a desplazamientos y horarios, pero mereció la pena con creces.

El corto se vale mucho de los silencios y miradas, por tanto tienen importancia dos elementos, la música y las interpretaciones (Paola Bontempi fue premiada en FANT pero también es destacable el trabajo de Lucía Pollán) . Háblanos un poco de ambas cosas. ¿Cómo se realizaron el casting y la banda sonora?

En el corto los personajes están muy contenidos. Hablamos, en parte, de la incapacidad de comunicarse, así que no podían tener una actitud proactiva en este sentido. Casi todo se tenía que resolver con miradas y ausencia de miradas, con pocas palabras y muchos silencios. Para enfatizar esto también la edición de Haritz Zubillaga tiene un papel importante. La idea era ver a los personajes escuchar, más que hablar, ver sus reacciones ante lo que están escuchando.

Con Lucía ya trabajé en mi anterior corto, ‘Jules D.’, y escribiendo el guión ya pensaba en ella. Tiene un magnetismo y expresividad únicos y una capacidad brutal para encarnar los personajes que yo me imagino. A Paola la admiro profundamente desde su trabajo en ‘El Ataúd de Cristal’. Es una actriz elegante y sutil, con capacidad para enfrentarse a cualquier registro, algo fundamental en ‘El Fin De Todas Las Cosas’, que parte del drama costumbrista, muta en thriller y acaba en terror. Y su personaje es el que más sufre este desarrollo.

Era evidente que la música tenía que ser expresiva por encima de todo. No queríamos que pasase desapercibida como música de fondo. Tenía que evolucionar acompañando el desarrollo de la historia y evidenciar las situaciones y el estado de ánimo de los personajes. La única duda estuvo en si hacerla más electrónica o más instrumental y el músico Aitzol Saratxaga y yo decidimos que sería un buen contrapunto a la ambientación de regusto antiguo, una música más electrónica.

¿Qué planes tienes para el futuro tanto de este corto como de otros posibles trabajos?

Mi intención es seguir haciendo películas, independientemente del formato, corto o largo. Ahora mismo estoy desarrollando un guión de largo, y mis cortos son mi carta de presentación para convencer a productores de que soy capaz de dirigirlo. Texto de Roberto González.

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