Bodega K5. Maridando mar y montaña.
Como si de un escenario teatral se tratase, divisado desde las cercanas localidades de Orio, Getaria y Zarautz, la bodega se encarama en la montaña y se acomoda a ésta desarrollando su actividad ‘entre bambalinas’, presentando una cara opaca compuesta por muros de hormigón curvados y escalonados con huecos horizontales como hendiduras, dejando sus flancos laterales para los accesos y las permeabilidades.
No resulta fácil acceder al lugar (hay que hacer acopio de entusiasmo), y esto evidentemente condicionó a buen seguro el desarrollo del proyecto.
Considerando que el proceso de fabricación en la bodega se desarrolla de forma lógica por gravedad desde la recepción de la uva en la parte alta, además del carácter semienterrado natural de las bodegas, y la propia adaptación orográfica, queda perfectamente justificada la solución dada al proyecto.
El programa es en su mayoría privado, relacionado con la elaboración, fabricación, embotellado y almacenaje de los Txakolis. Dejando el cuerpo inferior para una zona más pública de catas y expositiva de productos, eso sí para pequeños grupos.
El edificio es de una sobriedad arquitectónica rayando en el ‘brutalismo’. Hay algo de imagen de Torre de Babel por el escalonamiento de los muros. Y quizás también cierta imagen de búnker defensivo, sobre todo por la configuración de los huecos rasgados.
Se puede intuir como referencia más clara y de buen gusto, la obra arquitectónica de Tadao Ando (p.e. grandes similitudes con los muros curvos de la casa Kidosaki o del Templo del Agua), o por citar otro edificio con una imagen en algo similar, la iglesia Jubilee Church en Cleveland de Richard Meier, eso sí, salvando las distancias, que no son pocas.
El logo de las bodegas reproduce esas curvas de nivel, y solo aparece en los vinilos pegados a los acristalamientos de las entradas, si bien, en el resto adolece de un leitmotiv que pudiera justificar el diseño de acabados interiores xerigrafíados, o de determinados detalles decorativos.
Interiores igualmente sobrios en pavimentos de hormigón continuos, forjados vistos de placa alveolar con instalaciones igualmente vistas, es decir, con un marcado criterio funcional, adoleciendo de elementos de remate y embellecimiento.
Tampoco el tratamiento del entorno en cuanto a la urbanización es objeto de pormenor, siendo especialmente desafortunado el remate de bordillo y gravas contra el muro curvo.
En su conjunto el edificio no es nada desdeñable, a pesar de su sobriedad en cuanto a la falta de pormenor en el diseño tanto del entorno como de los espacios interiores. En todo caso, es recomendable visitar la abundante obra de este estudio de arquitectura tanto en nuestro país como en el extranjero.
Por último, y dicho sea de paso, mi modesto agradecimiento a Karlos Arguiñano uno de sus propietarios, por sus recetas, que me han servido de guía en algún que otro fin de semana de cocina en familia.