Marta Alonso Berná. Dinero, sexo y (súper) poderes.
Bárbara Maravilla es una chica apocada que sólo sale de casa de sus padres para ir a trabajar. Al menos hasta que un accidente bioquímico dispara sus feromonas y la vuelve irresistible para los hombres de las altas esferas. La autora de ‘Recuerdos de perrito de mierda’ nos trae un vertiginoso viaje a la trastienda del poder con elementos de cómic de superhéroes, sátira política y tebeo underground.
Cuentas que ‘Bárbara Maravilla’ se basa en una chica que conociste que sólo salía de casa de sus padres para ir a trabajar pero ¿cómo te llevó eso a hablar de temas como la industria farmaceútica, el G7 o la Iglesia? ¿Fue por ponerla en una situación que contrastara con el personaje o porque te interesaba escribir sobre esos temas? El personaje es una excusa para darme un garbeo por los estratos del poder. Respecto a Bárbara he retratado al ser más tímido que he imaginado y lo he aderezado con ingredientes reales. Una vez, hace mucho tiempo, a orillas del Támesis, un hombre de mirada triste me habló de los tres poderes que dominan el mundo. Uno de ellos es la ingeniería genética cuya “representación en la tierra” es la industria farmacéutica. Los otros dos poderes también están reflejados en este cómic. Desde aquella revelación británica nunca los he perdido de vista, los he ido analizando y sintetizando según el funcionamiento particular de mi cerebro, y los he tratado en ‘Bárbara Maravilla’.
El cómic es el único espacio de la realidad dónde tengo la libertad de ser yo misma. No me refiero a que mis personajes sean autobiográficos, sino a que puedo expresar disfrutando cómo entiendo el funcionamiento del mundo. Considero fundamental en la vida que uno pueda expresar de manera estructurada su visión de las cosas, de lo contrario, nuestra existencia se cosifica de forma insalubre. Nos convertimos en contenedores de normas y pensamientos de otros, munición para batallas ajenas, y nos empieza a rezumar la humanidad retenida abruptamente: a base de pulsiones primitivas y maniobras sentimentales.
La historia es bastante densa y que sea un libro de ciento sesenta páginas ayuda pero aún así, una de las virtudes es que el diálogo expositivo está bastante dosificado y combinado con mucha acción en los dibujos, ¿es algo a lo que pusiste especial atención? Si, este asunto me preocupaba mucho a la hora de enfocar esta historia. Estoy hablando de temas complejos pero los he relegado a un segundo plano (a una segunda lectura más atenta). El reto estaba en conseguir una historia vertiginosa, con desparrame de imaginación, donde yo me lo pasara muy bien haciéndola, que es la única medida que tengo para que el lector se eche sus risas. En la forma de afrontar los diálogos he aplicado bastante mis gustos como lectora de cómics. En general los bocadillos petados de texto me echan para atrás. Les exijo mucho a mis personajes, tienen que ser muy buenos intérpretes del papel que les he asignado. Este es un recurso para que no tengan que hablar demasiado. Agilidad y movimiento en contraposición al peso del poder en nuestros destinos.
Es curioso el uso del color. Muchas veces los hombres con los que se relaciona la protagonista tienen colores de piel violeta o verde, ¿es una forma de reflejar su carácter, el efecto de los poderes de Bárbara sobre ellos o un modo de distinguir a la protagonista? El color lo utilizo de manera muy intuitiva creo, es la parte del proceso dónde más me dejo llevar por mis sentimientos y a veces también por las ganas de reírme un rato. El príncipe es azul, por el tipo de sangre que corre por sus venas, como su madre. La iluminación por excelencia de la gestión del poder es el neón. Yo misma he currado algunos años en edificios inteligentes, de esos en los que no se abre la ventana y la luz fría está permanentemente encendida. Todos éramos verdes en mi oficina. Excepto los recién llegados de las vacaciones que resaltaban brevemente hasta que volvían a su verde habitual. Andrei es del norte, como los témpanos, de ahí su color.
«El cómic es el único espacio de la realidad dónde tengo la libertad de ser yo misma. No me refiero a que mis personajes sean autobiográficos, sino a que puedo expresar disfrutando cómo entiendo el funcionamiento del mundo».
¿Qué técnicas usas para dibujo y color? Me da la sensación de que son mayoritariamente analógicas. El dibujo es analógico, lápiz sobre papel un pelín mejor que el folio. También hay alguna que otra aguada. Luego escaneo, limpio (aburrimiento mortal) y quemo lápiz. El color es digital, pero no uso color plano porque no me gusta en general.
Tanto en este libro como en ‘Recuerdos de perrito de mierda’ hay un gusto por las perspectivas imposibles. El hecho de haber aprendido animación 3D, ¿te ayuda con este tipo de cosas? Supongo que también se debe a una influencia del cómic underground. No es que me gusten, sufro mucho haciéndolas, noto el agotamiento neuronal cuando dibujo este tipo de planos. Lanzo quejidos al Facebook y todo. Lo que me ocurre con estas perspectivas jodidas es que las necesito para contar la historia. Mi yo guionista no tiene en cuenta para nada a mi yo dibujante. Creo que disfruta torturándola. Además hay que hacer lo que ordena y manda mi yo guionista, nunca he abandonado un plano por su complejidad, pero sí que le he echado muchas horas de trabajo (lo que me hace sospechar que nunca me haré rica con este negocio).
Uno de los personajes recuerda poderosamente a Vladimir Putin. En algún momento ¿te sentiste tentada de incluir personalidades reales en la historia? Son iconos del poder, y es una historia contemporánea, salen otros políticos vivos, como Angela y Barack, y otros dirigentes cuyos nombres no recuerdo. No se les menta directamente, y o te das cuenta o no te das cuenta de que son ellos. Da igual. No influye en cómo funciona la historia pero sí son guiños.
Es, en primer lugar, una historia de humor, pero tiene un ingrediente satírico. Sin hacer spoilers, ¿te gustaría que el lector sacara algún tipo de mensaje o reflexión? En general no me gustan las moralejas porque en cierto modo infantilizan al lector. Me gusta abrir caminos, no sellarlos con sentencias. Yo escribo para adultos inteligentes que saben hacerse cargo de su sensibilidad. Por otro lado, el grado de control que un autor tiene sobre un dispositivo cultural que ha creado, en este caso un cómic, es muy relativo. A partir de que la obra sale a la luz cobra vida propia en los cerebros de otras personas a las que ha llegado. No especulo sobre un público que no conozco, y que me contaminaría mucho conocer. No sirvo a nadie excepto a mi honestidad a la hora de querer contar una historia. Sí que deseo que haya una conexión intelectual, una micro experiencia vital compartida, con las personas que leen mis cómics. Sé que esto es apuntar muy alto, además es puro deseo, no tengo la fórmula para conseguirlo. Pero a lo largo de los años hay muchas obras que me han marcado, que me han hecho comprender, que me han abierto caminos muy placenteros intelectualmente hablando. Mi vida está hecha de experiencias físicas a través de la relación directa con otras personas y con la naturaleza, y de experiencias mentales a través de consumo de productos culturales que me han construido tal y como soy. Cómo no voy a desear aportar un granito de arena en otros. Somos animales relacionales. Texto de Roberto González.