Raúl de la Fuente. No es oficio para cínicos.
Un filme que mezcla con brillantez y emoción la animación con el documental lleva al cine el libro del reportero polaco Ryszard Kapuscinski ‘Un día más con vida’. Presentada en los festivales de Cannes y San Sebastián, es una coproducción europea codirigida por un cineasta navarro.
¿Cuánto de fidelidad hay al libro original? Hay una fidelidad muy alta, aunque también hay adaptación cinematográfica. El libro tenía una estructura narrativa clara, con mucho de thriller y con una cuenta atrás. Se han eliminado personajes y tramas, pero también se han añadido cosas surgidas con los encuentros con los supervivientes, que nos contaron muchas historias de Kapuscinski, recordando conversaciones exactas. También hay en la película un amplio conocimiento de su universo, pues amamos su obra y nos hemos documentado a fondo, tanto que podemos intuir sus sentimientos y conflictos.
¿Cómo se planteó la estructura del film teniendo en cuenta que mezcláis imágenes de archivo, documental, entrevistas y animación? Lo primero fue el esqueleto a nivel de animación. Luego fuimos valorando qué partes queríamos incluir de documental. En principio, no quería usar archivo, pero me di cuenta en montaje que valía la pena contar con algunas de aquellas imágenes.
¿Ha sido difícil plasmar en dibujos lo que pasaba por la mente del reportero protagonista? Hubiera querido hablar con el personaje cara a cara, pero ya que no pude, pues falleció hace años, estuve en Cuba y Angola, hablé con su viuda y leí todos sus libros. Estoy contento porque los protagonistas reales vieron la película y me dijeron que habían visto reflejado a Kapuscinski en ella. También su familia reconocía sus ideas, pensamientos y oficio. No sé cómo lo logramos, pero está ahí.
¿Es la curiosidad y las ganas de vivir experiencias algo no exclusivo del reportero, sino también quizás del cineasta? Quien no tiene curiosidad por conocer el mundo, tiene su corazón apagado. En mi oficio, me he dedicado al documental contando este tipo de historias de personas que sufren. De adolescente me atraía mucho África y leía sus libros, me imaginaba las escenas y eso ha dado lugar a esta película.
¿Ya no quedan idealistas que se pongan del lado del desfavorecido de una forma tan entregada como lo hizo vuestro prota? Elegí esta historia porque transcurre en los setenta, década efervescente, romántica, de grandes ideales. Entonces todo era posible y podías entrevistarte con el presidente del país sin problema. Hoy día el reportero de guerra trabaja para un medio de comunicación que tiene sus intereses económicos. Él era un alma libre y un artista: tenía necesidad de hacer literatura. Es difícil hoy encontrar personas como él, pero queda aún gente así. Se tomó su oficio muy en serio, aunque tuvo que dejarlo de lado para convertirse en un guerrillero, tomando partido, algo que hoy en día resulta imposible, pues un periodista no tiene tanto acceso a las tomas de decisiones militares, mientras que él estuvo metido hasta las manos en el conflicto, convirtiéndose en un héroe nacional en Angola.
¿Hemos olvidado los periodistas nuestras responsabilidades? Kapuscinski decía que los cínicos no sirven para este oficio. Se consideraba un traductor de culturas: para que la gente conozca al otro, pues la desinformación es una de las claves de los problemas de la humanidad. Hay que empatizar con el otro. Texto de Alfonso Rivera. Fotografía de Kanaki Films.