Koldo Almandoz. Oreina, una película actual.

Marisma Saria, vía fluvial de la Ría del Oria (Gipuzkoa). Una zona periférica a escasos kilómetros de Donostia y un conjunto de gente normal con sus circunstancias. Ese es el contexto desde el que el director donostiarra Koldo Almandoz arrancó para desarrollar el guión de Oreina. Una historia que pretende reflejar la vida actual a través de sus personajes en un entorno industrial y muy alejado de cualquier visión bucólica. Como Almandoz explica a AUX, ”inmigración, trabajo o la aceptación de uno mismo” son algunos de los temas que toca el filme.
¿Qué balance haces de tu primer trabajo de ficción como director? Me es difícil hacer un balance en pocas palabras. Por una parte, es una forma de trabajar distinta a la que he desarrollado hasta ahora. Por otra, no me siento más director de cine por hacer un largo de ficción que cuando hago un corto o una pieza más experimental.
¿Cómo surge la idea de ‘Oreina’? Surge del trásnsito. De recorrer durante años la carretera que bordea el río y la marisma y de observar el paisaje geográfico y humano de la zona. En realidad también surge de la necesidad de desafíos. De hacer un tipo de peli que no había hecho hasta ahora.
¿Podrías describirnos el proceso al completo desde que te embarcaste en este proyecto? Empecé a escribir la historia sin tener clara la idea ni siquiera de que fuera algo que quisiera llevar al cine. Pero como me suelo obsesionar con los proyectos, ya no paré. Vi que la historia no se podía abarcar en un corto y me lancé a escribir un guión de largo. En Txintxua Films les gustó y nos lanzamos a tratar de financiarla y producirla. Es una película pequeña. Factible para lo que es el cine industrial. Hemos trabajado de una forma dinámica y bastante ágil. Es como suelo hacerlo. Reflexionar es demasiado peligroso. Prefiero trabajar más con el instinto, aunque el resultado sea imperfecto, que trabajar desde la reflexión para obtener un resultado perfecto.
Respecto a las diferencias entre documental y ficción, ¿cuáles son las más acusadas? Básicamente, que en la ficción te la juegas más. La hostia que te puedes meter es mayor. Hay más factores incontrolables. Dependes de más gente y más circunstancias ajenas. En contra de lo que pueda parecer, es más difícil hacer magia con la ficción.
¿Por qué la periferia? Me interesa esa periferia tan especial que tenemos aquí. No habla de barrios, de torres, ni de periferias americanas. La nuestra es una periferia donde se juntan los polígonos industriales, los barrios, centros comerciales, los baserris y la vida salvaje. Todo ello mezclado y todo muy cerca del centro de las ciudades. Si juntas las capitales vascas todo es una especie de gran periferia. Son esos lugares por los que pasamos casi a diario pero en los que nunca nos fijamos.
¿Cuál es el mensaje de ‘Oreina’? La película habla de personas más que de colectivos. Gente normal, con sus circunstancias, que generalmente no sale en las películas. Creo que el espectador podrá identificarse, en parte, con cada uno de ellos. A través de estos personajes se sugieren realidades como la inmigración, el trabajo, la aceptación de uno mismo. Es una película en la que la amistad, el amor y la venganza son los pilares. Pretende reflejar una realidad contemporánea. Ser una pequeña historia de personajes que se entrecruzan en un entorno especial pero completamente alejada del rollo bucólico-pastoril.
¿Cómo ha sido rodar al aire libre en la Ría del Oria? ¿Algún problema de producción? ‘Oreina’ no es una superproducción. Gracias a eso, el rodaje ha sido bastante dinámico. Aunque los tiempos del cine suelen ser muy lentos, estoy bastante contento porque ha sido un rodaje intenso, a ratos duro, pero donde el equipo ha trabajado a gusto. Muchas horas en exteriores, en el río… Es decir, un rodaje donde el azar tiene más posibilidades. Y eso me gusta. La capacidad de improvisar y de dejar que el propio rodaje aporte cosas a la historia.
Con respecto a los actores, ¿cómo la definirías? Hay una mezcla de actores con mucho bagaje a sus espaldas, con otros que están empezando y con gente que directamente no son actores. La mezcla de todos ellos, en contra de dar un resultado irregular, ha hecho que los actores hayan rebajado los vicios de la excesiva interpretación y por otra parte los no actores hayan aprendido de los anteriores a comportarse ante la cámara. Estoy contento a ese respecto.
Ya llevas 20 años en el mundo del cine, ¿cómo describirías su situación actual? No sé… Me cuesta hacer un diagnóstico. Además para eso ya hay expertos. Tengo la sensación de que hace 20 años era un satélite en este mundillo y que ahora lo sigo siendo. La gente del cine, en general, no es la que más me interesa. Me gusta hacer pelis y trabajar con la gente con la que las hago. Luego está todo ese mundo de la industria, distribución, exhibición, programación, festivales… Ahí el cine tiene poco que ver. Son otros factores los que cuentan.
¿Qué esperas de ‘Oreina’? Para mí lo importante ha sido hacerla. Hacer frente al desafío. No haberme ahogado en el intento. Y por eso estoy contento. Creo que es una película de la que no me arrepentiré dentro de unos años. Y por supuesto me gustaría que tuviera espectadores y que a estos también les pareciera una propuesta original y cercana. Que salieran del cine pensando que lo que han visto en pantalla no les es ajeno. Texto de Adrián Blanco.