Wyoming y los insolventes. Vivo(s) por el rock.
El Gran Wyoming es feliz tocando rock ‘n’ roll. Lleva 11 años con su banda de versiones, Wyoming y los Insolventes, y no piensa dejar los escenarios. Además, le vemos cada noche en nuestros hogares presentando ‘El Intermedio’. Su mezcla de osadía y humor les hacen ser diferentes.
¿Cómo os recibe el público vasco en vuestros conciertos? Es muy bueno. En contra de lo que pueda pensar la gente es más majo que otro público. Los vascos tienen una actitud buena. Pero no solo hacia el rock, también en conferencias y eventos. Son muy cariñosos.
Te mueves mucho con la banda y mucha gente va a verte tocar… ¡Esto no lo consigue cualquier músico! La banda de rock and roll está totalmente ligada al programa. La televisión te da una popularidad que no te la da ningún medio. Con ‘El Intermedio’ nos ven dos millones de personas cada día, eso sería 25 estadios Bernabéu llenos a diario… ¡Para que me vieran con la banda tantas personas necesitaría estar dos vidas tocando! (risas)
¿Y por qué el nombre de Los Insolventes? Nos bautizamos así por la situación de la música hoy en día. Es una pirámide; arriba están los famosos y ahora solo queda eso. O tienes éxito o es muy complicado. En los 70, yo tenía una banda y llenábamos allá donde fuéramos. La gente no sabía qué concierto iba a ver, pero iba. La actitud de la gente era diferente. Y las salas contrataban a grupos y pagaban. Ahora los grupos que empiezan tienen que pagar por tocar. Es muy difícil que alguien pueda dedicarse profesionalmente a la música empezando desde abajo.
¿Y cómo lleváis vosotros vuestro grupo? Nos conocimos en un bar, cantamos y bebimos juntos… y hasta hoy (risas). Empezamos una gira hace muchos años… En realidad, es la gira más larga de la historia (risas). Llevamos 11 años sin parar.
En una ocasión dijiste “La gira del fin de semana limpia las neuronas”, ¿sigue siendo así? De lunes a jueves trabajo en televisión. Me viene muy bien estar de gira un finde sí y otro no. Uno elige donde quiere estar y entre decir “me siento joven” y serlo, yo elijo lo segundo. Las giras del rock me mantienen vivo. El mejor Gran Wyoming siempre ha tocado música.
¿Internet y las redes ayudan o complican la vida a los músicos? Con la era de Internet se suponía que todo era más sencillo. Tú haces tu canción, la cuelgas y triunfas. Pero estos son casos muy contados. Los grupos que a día de hoy siguen llenando los estadios son los de hace más de 20 años, como Rosendo o Los Secretos.
«El mejor Gran Wyoming siempre ha tocado música».
¿Entonces estás a favor o en contra de estas tecnologías? Las redes sociales han hecho mucho. Si quieres pagas y si no quieres, no. Esto pasa con la música y con el cine. Ha cambiado el vehículo de transmisión de la cultura. Seguimos viviendo en una sociedad de mercado capitalista. Si tu producto vale cero, tú vales cero para la sociedad. Los músicos se tienen que dedicar a otra cosa si quieren sobrevivir. Antes todo el mundo tenía derecho a ser músico, podías ser violinista, igual que fontanero o tornero fresador. Ha desaparecido la profesión de músico, muchos genios no pueden desarrollar su talento y se dedican a otras cosas.
¿Eres escritor, presentador, actor o músico? Soy un hombre afortunado. Habrá mucha gente que tendrá en casa una novela que costará que le publiquen, sin embargo, a mí me llaman para que escriba libros. Hay bandas desconocidas que no pueden tocar porque nadie las reclama. Nosotros tenemos demanda y tenemos conciertos cerrados. Otras personas no pueden hacerlo; yo con todo el respeto del mundo y mucha osadía, lo hago. Prefiero estar haciendo esto a vender electrodomésticos; es una opción personal.
¿Qué bandas te inspiran? Me gusta Jack White, es un gran músico. Hay gente que perdura. Prince era un genio de la música. El público español es muy iconoclasta. Cuando alguien es famoso les gusta tirarlo de la cima, es un deporte nacional. Yo siempre he tenido respeto y admiro a los músicos por lo que hacen. Es lo bueno lo que les diferencia de los demás y les convierte en vanguardia.
Un domingo cualquiera, ¿eres de quedarte en casa o vas a los conciertos de la hora del vermut? Ya voy poco a conciertos. Te voy a contar el lado bueno y malo de la fama. El bueno te permite conocer y ser amigo de gente que admiras, como cineastas o escritores. El lado malo: como personaje VIP, la fama te convierte en “objeto social a celebrar”. Cuando vas a un concierto, no puedes hacer la vida que hacías antes. La gente quiere hacerse una y otra foto y es agotador.
Entonces, ¿llevas mal el precio de la fama? Es un precio que no quiero pagar. Si para ir a un concierto tengo que pasarme una tarde entera haciéndome 200 fotos, no estoy por la labor. Todo este maltrato cariñoso, que viene desde el afecto, te margina. La gente te achicharra. Les encanta subir fotos contigo en las redes, aunque no les guste tu trabajo. A estas alturas me da totalmente igual que la gente diga “qué borde, no se ha querido hacer una foto conmigo”. Lo siento, hay una hora a la que corto el grifo; a la foto 201 ya digo que no. Ese al que le dices que no, te manda a tomar por culo con todas las letras, por mucho que admire al Gran Wyoming.
¿Para tanto es? ¿La gente es muy pesada? La gente te molesta, no se esperan, en mitad de una frase te interrumpen… Te lo hacen con cariño, pero es desagradable. Se convierte en una falta de respeto y en una paranoia; no quieres salir porque sabes que te va a pasar eso. Hay un tipo de vida que ciertas personas no se pueden permitir. Los Beatles no podían salir a la calle; el que no lo quiera entender es que es tonto (risas). La gente piensa que vas de divo, pero es que hay muy poca empatía. Creen que como vives bien, tienen derecho a molestarte. Son conscientes y te dicen “¿te puedo molestar?” Hombre, no, mejor ahórratelo (risas).
¿Dar conciertos te hace feliz? Ser músico es lo que más feliz me ha hecho en toda mi vida. La felicidad no es un sitio al que se llega y uno se queda, como París o Toledo, es una propuesta personal, un desafío. Solo es feliz aquel que se lo propone de verdad. La música es la vía más directa para alcanzar la felicidad. A mí me ha hecho feliz el tocar mal un instrumento. Es tan feliz el que toca bien como el que toca mal.
Un consejo a todos esos músicos que no saben si seguir dedicándose a ello por falta de oportunidades. A los músicos les diría que no dejen la música, pase lo que pase, incluso aunque no puedan ser profesionales. La vida les puede poner a trabajar en otros sitios o a hacer otras cosas, pero ellos son músicos porque ya lo saben. Lo triste del mundo es que la gente renuncia a lo que verdaderamente es y a lo que realmente le hace feliz, a cambio de nada. Texto de Ángela Saiz Fotografía de Fernando Lezaun.