Oliver Twist, el musical. Un espectacúlo coral y familiar.
La sala A1 del Palacio Euskalduna se llenó de familias expectantes por disfrutar de la versión musical de Oliver Twist a cargo de la compañía vasca Let’s Dance. La fecha, el 23 de diciembre, no podía estar mejor escogida, para una adaptación ideal para todos los públicos, con un buen mensaje e importante presencia de los protagonistas infantiles. Con una puesta en escena sencilla pero efectiva la obra destaca por sus canciones y números musicales y las buenas interpretaciones de su amplio reparto. El actor Diego Lorenzo, de 12 años, encarna a Oliver con ternura y demostrando grandes habilidades para el canto, especialmente en el solo que interpreta en la parte intermedia de la función. Josu Cardoso se desenvuelve bien como el pícaro Jack Dawkins. Mikel Calvo y Ernesto Fernández encarnan con carisma a sus “villanos”, el terco Mr. Bumble y el más ambiguo Fagin. María Fernanda Junio y Mónica Minguez aportan simpatía a los roles de Nancy y Mary. La primera parte del espectáculo presenta adecuadamente a algunos de los personajes principales y el viaje del pequeño Oliver a Londres. En la segunda mitad crece el despliegue en reparto y coreografía, aumentando la espectacularidad de los números y la cantidad de personas sobre el escenario. De manera estratégica se van añadiendo más y más personajes a escena, especialmente en los llamativos temas que llegan hacia el final de la historia como “Fantástico Plan” o los dos “medleys” posteriores. Más de 80 personajes en escena, tal y como prometía el programa del espectáculo, se ponen al servicio de la más ambiciosa producción de Let’s Dance, que también se ha encargado de adaptar otros clásicos infantiles como Aladdin. La obra de Dickens cobra vida delante del público asistente e incluso va haciéndole partícipe saltando al patio de butacas. La labor de la directora Eva Ausín como compositora se refleja en temas que quedan grabados en la cabeza de los más pequeños tras acabar la función. Oliver vence las penurias gracias a su buen corazón y el público regresa satisfecho a casa en la tarde/noche invernal. Texto de Roberto González.