Gustavo Salmerón. Todo sobre mi madre .
La película española de la que se hablará este fin de año es un documental: se titula “Muchos hijos, un mono y un castillo” y lo ha dirigido el también actor Gustavo Salmerón, qué retrata varios años de las desventuras y alegrías de su propia familia, capitaneada por la gran Julita, una señora sin pelos de la lengua, de un carisma arrollador y con un humor a prueba de ruinas, bodas medievales y simios agresivos; un reflejo hilarante de los últimas décadas de la historia de nuestro país.
“Muchos hijos, un mono y un castillo” no ha parado de recorrer festivales: se estrenó en Karlovy Vary, donde ganó el premio al mejor documental, y luego la familia Salmerón viajó a presentarlo a San Sebastián, Londres, Tokio, Suiza, etc… hasta que suba a recoger el próximo Goya en su categoría. No tiene rival.
¿Cómo se ha construido el guion del film? Escribir un guion desde cero es más fácil que cuando tienes catorce años de grabaciones como las que yo tenía. Así que hemos tenido que construir el guion en montaje, lo cual es mucho más complicado.
Es un documental con la fuerza empática de una película de ficción… Esa era la idea: que siendo un documental, pareciera ficción. Habrá quien piense que algo esté falseado, pero no ha sido así.
En todo el film hay un punto optimista. Desde muy pequeño me ha fascinado que se hablase de la muerte con tanta facilidad en mi casa y se hacían bromas sobre ello, como la frase “No nos viene bien que te mueras ahora”, que he escuchado siempre. Creo que es una respuesta a la obsesión que tiene mi madre con la muerte: es una manera inteligente de aferrarse a la vida; en vez de darle la espalda, la enfrento cara a cara, juego con ella, bromeo y, de alguna manera, me aferro a la vida a través del humor. He abandonado la película varias veces, dudando, pero seguía grabando, así me he juntado con 400 horas, pero una de las cosas que merecían la pena es que el personaje tenía algo muy positivo: veía a señoras de su edad quejosas de la vida y la salud, y mi madre es lo contrario, lo ve todo positivo y tiene capacidad para regenerarse de las heridas.
Lo del mono es una experiencia increíble… Esa parte yo la quería desarrollar más, porque a mí me marcó mucho. Óscar era como mi hermano pequeño. Mi madre perdió a un hijo justo después de mí, entonces ese hijo que no tuvo fue sustituido por el mono. Como no tuvo más hijos, ella se compró el mono, que era mi hermano pequeño. Yo recuerdo llegar del colegio en la época de “E.T.”, que yo vi con diez años y me impactó: el mono era como un “E.T.” que teníamos en casa. Cuando donaron el mono a un centro de naturaleza, yo me quedé bastante impresionado y no lo terminé de asimilar. Años más tarde, en terapia, salió el mono. Estuve llorando tres días, pues tenía duelo del mono. De hecho, como actor, a veces, cuando tengo que llorar, me acuerdo del mono y me sale la lágrima. Lo piensas, y tener un mono en casa es una locura y una irresponsabilidad, es casi delito hoy día, porque el animal debe estar en la selva y con sus congéneres. Pero eran los ochenta, y en el “Segunda Mano” vendían animales exóticos. Afortunadamente, hemos evolucionado.
Tú estás en la película, pero no apareces como parte central del argumento. Sólo aparezco buscando la vértebra, porque estaba grabando con la cámara siempre, por eso se me oye. Mi primera cámara me la regaló Elena Anaya, que entonces era mi novia: una mini-dv. Con ese tipo de cámara he rodado el documental, porque yo necesitaba una cámara de vídeo casero para esta película. Texto de Alfonso Rivera.