Tierra Baja. Las cuatro caras de Lluís Homar.
El veterano intérprete se pone en la piel de los cuatro protagonistas de Tierra Baja, un clásico de la literatura teatral catalana, obra del dramaturgo Àngel Guimerá, en una versión adaptada por Pau Miró.
El texto original de Tierra Baja data de 1896, ¿en qué sentido mantiene su actualidad? Este es un texto que, dentro de la escasa literatura teatral catalana, es nuestro mejor clásico, nuestro trozo de Shakespeare. No es baladí que la obra haya sido traducida a tantos idiomas, que haya dos óperas, que exista una película, que se siga representando…Es esa cosa que habla un poco por sí sola. Yo recuerdo haber hecho una versión de esta obra en el 75 apoyándonos sobre todo en su parte política. Es una obra que me ha acompañado durante toda la vida. Ahora mi idea era coger este texto que conozco tan bien y hacerlo yo sólo, tomando sólo los cuatro personajes principales de la obra. Esta vez lo he planteado como un viaje hacia el fondo del alma humana. Podría parecer un ejercicio de virtuosismo, pero es más un ejercicio de Lluís Homar, la persona que está detrás del actor. Cuanto más capaz he sido de abrirme yo a la esencia de los personajes la obra ha estado más presente. Manelic es esa parte enamoradiza, algo bobalicona, Sebastián, el cacique, es la parte más cerebral que intenta conseguir lo que él quiere de los demás y Marta es alguien que sólo ve la solución en morirse, lo que pone de manifiesto esa parte que todos tenemos de baja autoestima. La obra comienza con la bajada simbólica de Manelic de la tierra alta a lo que sería la tierra baja, todo ese mundo de manipulación en el que muchos valores están pervertidos.
Es decir, que se trata de reflejar un mosaico de emociones a través de los diferentes personajes. Es esa cosa que dicen mucho los autores, los novelistas, de “yo soy un poco todos los personajes”. Aunque no sea el escritor de la obra, yo me he puesto un poco en esa figura del autor. Los personajes son más que nosotros. No hay una obra que se llame Lluís Homar ni creo que la haya nunca. Cuando alguien me dice que un personaje no tiene nada que ver con él yo me pregunto: “Entonces, ¿cómo lo interpretas?” Todos llevamos dentro muchas cosas. Incluso llevamos dentro al asesino. El deseo de matar lo tenemos pero el problema no es que yo odie a alguien o quiera verle muerto sino que lo lleve a cabo. Este tipo de trabajo creo que nos lleva a un conocimiento de lo que es el ser humano y como digo todo esto no lo hago con un afán de lucimiento sino de servicio hacia la obra y hacia el público.
Tengo entendido que además no hay apenas labor de caracterización. Es mínima, incluso en el vestuario. Incluso la voz cuando hago de Nuri que tiene catorce años sigue siendo mi voz grave igual. Quiero viajar a través de las emociones de los personajes pero siendo yo. Incluso uso mi gestualidad, no la cambio en base a los personajes. Cuando vi a Núria Espert interpretando La violación de Lucrecia pensé “yo no he visto a una actriz, he visto a cuatro personajes”. Si no hubiera vivido esa experiencia como espectador probablemente no se me habría ocurrido hacer una adaptación como esta de Tierra Baja.
Es una gira larga, una obra exigente, ¿terminas exhausto o tiene algo de catártico? Me gusta tanto hacerla que cuando noto el cansancio es al día siguiente. Al primer momento estás como exultante y a la mañana siguiente te levantas y te das cuenta de que has echado el resto. Es una sacudida emocional más que física pero tiene tanta carga de placer que tengo la sensación de que yo recibo y que no sólo doy cada vez que hago la obra.
Recientemente has publicado tus memorias con el título Ahora empieza todo recordando su trayectoria, ¿qué te gustaría añadir a ellas en el futuro? Lo que cuesta es no prever, no imaginar, ir con el día a día. El otro día leí en un sitio que no se trata tanto de la cantidad sino de la cualidad de las cosas que has hecho. Lo más importante es zambullirte en las cosas que has hecho. Yo no me había planteado escribir un libro, ni siquiera fue idea mía sino de Jordi Portals. Ya han pasado ocho meses desde que salió el libro y la vida no para. A veces pienso que algún día habrá que hacer la continuación. En abril cumplí sesenta años y creo que la vida es inconmensurable para lo bueno y para lo malo. Deseo que mi vida no se acabe ahí y que a lo mejor en veinte años pueda hacer una segunda parte. Ahora por lo menos tengo herramientas para ponerme en esa hora de la vida, ver que no es como queremos que sea y aceptar eso. La aceptación es algo que no es fácil. A ver qué nos depara nuestro recorrido vital.
Has participado en Eva y en Proyecto Tiempo de Isabel Coixet, ¿te interesa la ciencia ficción? Lo que menos me interesa como espectador o entiendo menos es el cine de terror. Todavía no he sabido encontrarle el placer a acudir al cine a que me peguen sustos o a pasarlo mal. Cada vez tengo más claro que no me gusta más una cosa que otra sino que está en función de con quién vaya a hacerlo. Sobre todo la posibilidad de que lo que tengas entre manos sirva para que seas útil para ti mismo y para los demás. En cine no quiero desmerecer nada de las cosas que he hecho pero a veces tengo la sensación de que está por venir, y a lo mejor no llegará nunca, un personaje que tenga una dimensión similar a los que he hecho en teatro o en televisión. Pero a lo mejor eso no pasa. Lo importante es que aquello en lo que pueda estar trabajando me conmueva. Texto de Roberto González. Fotografía de David Ruano.