Fernando Franco. Las pruebas de la vida.
El director de La herida presenta un drama intimista en el que una pareja tiene que hacer frente a la grave enfermedad del protagonista masculino. La cinta, rodada entre Euskadi y Sevilla, está inspirada en una obra de Arthur Schnitzler.
Vuelves al festival de San Sebastián donde tuviste una gran acogida con La Herida (Premio Especial del Jurado y Concha de Plata a Marian Álvarez), ¿tienes alguna ilusión o expectativa? Pues estamos muy ilusionados con volver a Zinemaldi. Le tenemos mucho cariño al festival ya que, como dices, fue una pieza clave para dotar de repercusión a La herida. En cuanto a las expectativas, supongo que son las mismas de entonces: que la película guste y que el Festival le aporte esa visibilidad que para trabajos modestos como éste acaba resultando esencial.
Morir parte de un relato de Arthur Schnitzler del que te has ido desviando ¿qué queda del texto original? Fundamentalmente su espíritu, que es lo que me cautivó de la novela cuando la leí: la manera de retratar un tema incómodo huyendo de un planteamiento simplista o maniqueo. También el no tener miedo de plasmar comportamientos en los personajes que, si bien pueden ser cercanos a la experiencia de cada uno, muchas veces no son fáciles de reconocer o asimilar, colocando así al lector-espectador en un lugar un tanto incierto.
¿Por qué quisiste reflexionar sobre la muerte? Me gusta trabajar sobre temas que me interesan ya que me permite aprender sobre ellos, profundizar. En este caso, la particularidad que más me atraía era la de hablar no tanto de la persona que padece una enfermedad sino de aquella que lo acompaña. Es decir, hablar de un binomio y del amor, de cómo se puede ver afectado por algo como lo que le ocurre a los personajes.
Es un drama tranquilo, sin grandes estallidos de tristeza y con pequeños momentos de alegría ¿crees que hay que aceptar la muerte como el hecho cotidiano que es? No creo que nos quede otro remedio por difícil que sea. La manera de tratar la muerte y su representación ha mutado muchísimo a lo largo de la historia y creo que no estaría de más echar la vista atrás y aprender de comportamientos pretéritos mucho más sanos (aunque menos asépticos) que los actuales.
En cierto modo, ¿pretendías también que fuera un canto a la vida y al amor? De hecho, un posible título para la película hubiese sido Vivir, pero estaban los antecedentes de Kurosawa y Yimou. Creo que no podemos entender un concepto sin el otro: ambos van de la mano ya que si hay algo definitorio y definitivo de la vida es su finitud.
Vuelves a recurrir a Marian Álvarez- y Andrés Gertrúdix también apareció en La herida- ¿quieres formar un equipo de trabajo habitual? ¿O quedaste muy satisfecho con su trabajo anterior? Escribí Morir en cierto modo pensando en ellos dos y, por suerte, hemos podido coincidir de nuevo. En esta voluntad influyen los dos aspectos que mencionas: me encanta su trabajo y, además, me gusta rodar en familia, repetir con la gente a la que quiero, con la que me entiendo y me divierto. Es el caso de ellos dos pero también de Koldo Zuazua (productor), de Santiago Racaj (director de fotografía) o Miguel Ángel Rebollo (director de arte).
«La manera de tratar la muerte y su representación han mutado muchísimo a lo largo de la historia y creo que podríamos aprender de comportamientos pretéritos mucho más sanos que los actuales».
¿Ha sido complicado levantar un nuevo proyecto desde 2013? He leído que el Goya no hizo que te surgieran muchas ofertas. Supongo que tampoco es que haga un cine especialmente fácil por los temas que me interesan y, de alguna manera, se acaba pagando el precio de esa dificultad, con lo que el proceso de financiar la película no resulta precisamente un camino de rosas. Pero, en cualquier caso, aunque haya llevado un tiempo levantarla, no nos podemos quejar: la hemos podido hacer y, además, como queríamos.
Has trabajado como montador pero en películas como Morir el montaje llama poco la atención sobre sí mismo, salvo quizá algún juego sonoro, ¿crees que es más efectivo así, que sea poco visible? En realidad hay un trabajo enorme de montaje interno de cada plano. Cada decisión sobre los movimientos de la cámara o el fuera de campo es una decisión de montaje en sí misma, sólo que irreversible ya que no hay más opción de manipulación a posteriori. Me gusta filmar así por varios motivos. Por un lado, me parece la mejor manera de comprometerme con lo que estamos retratando. Por otro, filmar las cosas en su curso de tiempo real resulta mucho más grato para el trabajo de los actores, lo que se acaba traduciendo en una mayor sensación de veracidad.
¿Qué te mueve a la hora de realizar películas y largometrajes? ¿Piensas más en una visión de autor o también en el público? En ambas cosas. Pienso en mí mismo como primer espectador y entiendo que, a partir de ahí, no sería el único al que le podría interesar algo como lo que voy a contar. Trato de hacer algo que me convenza, que me parezca riguroso y coherente. Y entiendo que es ahí, en ese baremo, donde puede radicar mi visión particular sobre lo que retrato.
. Texto de Roberto González.