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Centro Cívico de Zabalgana. Una lección de escapismo.

Arquitectura

Si algo parece claro del planteamiento de la propuesta del estudio MAAR, es la intención de preservar los espacios libres de zonas verdes y los recorridos peatonales preexistentes, para lo cual se opta por una fragmentación de los diferentes cuerpos que forman el centro cívico, al objeto de poder colocarlos según sus requerimientos formales, para que apenas destaquen volumétricamente, potenciando la idea de parque por el que al deambular uno va encontrándose con las diferentes piezas del edificio. Y quizás sea ésta su principal virtud. Del mismo modo que estos recorridos lineales parecen tener su continuidad en el interior del edificio.

Así pues, el edificio se adapta orgánicamente a la orografía del terreno y al paisaje, semienterrándose si es necesario para configurar azoteas ajardinadas y recorridos peatonales sobre el propio edificio. La arquitectura surge de las sendas del parque y parece emerger de la tierra.

La disposición en abanico de sus partes desde el acceso principal al oeste que se abre a un gran espacio de plaza, queda justificada por la configuración trapezoidal de la parcela. Se trata de una labor de “escapismo”, ya que se abandona la idea de edificio único compacto de grandes dimensiones, para desmembrarse en cuerpos con su debido tamaño, en función de sus requerimientos funcionales propios y en lo posible ocultarse o cuanto menos minimizar su tamaño. Tomando la luz de los intersticios de los patios o directamente desde las cubiertas para el caso de los cuerpos deportivos, lo que produce interesantes juegos de luces y sombras.

El Centro Cívico se configura en formas más suaves y redondeadas, asemejando amebas, allí donde el programa funcional, y su propio uso es más libre, y formas rígidas y lineales en los cuerpos de uso deportivo, donde las dimensiones deben cumplir parámetros más estrictos de funcionamiento o responder a requerimientos técnicos más específicos.

Esta disgregación sería más favorecedora del conjunto urbano, si no fuera porque deja ver la presencia de algún edificio del entorno de escasa calidad arquitectónica.

La zona deportiva, al sur de la parcela, alberga en la planta baja las piscinas y la pista polideportiva. Sus correspondientes vestuarios se adosan formando un cuerpo único, localizándose en la planta primera dos gimnasios, taller de danza y las gradas de la pista. La tercera zona, al este del solar, agrupa los espacios de uso sociocultural en torno a una serie de patios interiores. Por último, la zona norte del complejo acoge en la planta baja la biblioteca infantil, las oficinas de administración, el área social y el salón de actos y la biblioteca de adultos, la mediateca y la sala de estudio en la planta primera.

Lo que no queda desarrollado del todo respecto de la idea del proyecto ganador es la urbanización del entorno. Una pena, ya que resultaba muy atrayente.

Como motivo decorativo en los prefabricados de hormigón, se opta de forma sutil por unas líneas secantes de forma aleatoria y ocasional. Combinándose con unos elementos prismáticos de madera que se sitúan en frentes de huecos importantes a modo de empalizadas creando filtros visuales, en una disposición más propia de la naturaleza que de la mano del hombre, asemejando tupidos bosques. En su conjunto la obra resulta ser un más que apreciable trabajo profesional, en el que ha primado la contención sobre la exaltación.

Texto de Leonardo Ignacio González Ferreras.

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