La vida de Calabacín. La buena educación.
Esta maravillosa película de animación stop-motion representa a Suiza en la carrera por el Oscar y es una delicia para grandes y pequeños, repleta de luz, hondos sentimientos y mejores valores. Hablamos con su director, Claude Barras, que la defiende ahora en Hollywood.
¿Cómo se aborda un tema tan sensible como el abuso infantil sin caer en la lágrima fácil? Fue Cédric Louis, con quien he realizado varios cortometrajes, el que me hizo leer la novela de Gilles Paris, hace diez años: ‘Autobiografía de un calabacín’ es un monólogo muy divertido que habla de cosas tristes, pero dándoles luminosidad. Así es la infancia: con enormes risas y tristeza inconsolable. Pero traducir cinematográficamente esa narrativa realista no fue fácil: Céline Sciamma encontró la manera de mezclar humor y tristeza con mucha ternura y empatía. La clave, asegura ella, es llegar a pensar como un niño y no preguntarse tanto cómo hablan los críos. El gran éxito del guión es esa mezcolanza de emociones infantiles: reímos en las escenas tristes y lloramos en las de júbilo.
¿Por qué eligió la técnica stop-motion? ¡Es lo único que sé hacer! Por eso busqué una historia que se prestara a ello. Es una técnica muy exigente, que concentra las dificultades de la ficción y de la animación. A diferencia de la animación digital, que se puede ir corrigiendo, el stop-motion no permite correcciones posibles una vez filmado. Que haya uno o diez personajes en pantalla no cambia nada. La regla es que un animador construyó el plano imagen a imagen. La ficción permite rodar múltiples tomas y elegir en el montaje, no con el stop-motion, porque cada segundo de la película resulta muy caro. Es como un concierto de jazz. Se puede preparar pero, una vez iniciado, el animador tiene que lidiar con sus errores y dificultades.
‘La vida de Calabacín’ fue seleccionada por el último festival de Cannes y no para de recibir premios. ¿Esperaba semejante acogida? Ni me lo podía imaginar… Yo soy demasiado tímido. Tras tener que aprender a dirigir a un equipo de 80 personas para hacer esta película, esperaba encontrar después un poco de paz, pero todavía tengo que aprender a sonreír cuando me hacen una foto, ser centro de atención sin angustiarme y encontrar respuestas interesantes para los periodistas. Aparte de esto, el reconocimiento de la crítica me ha alegrado mucho, ya que permite que la película sea conocida por el público mucho más de lo que yo esperaba y me está llevando por este largo camino de promoción que empezó en Cannes y se prolonga hoy hasta Los Ángeles.
Pero, ¿es la animación europea más interesante y profunda que la de Hollywood? La principal diferencia es el presupuesto: el de animación europea es, a menudo, diez veces menor que el de nuestros amigos americanos. Esto nos obliga a ir a lo esencial, a experimentar una forma de minimalismo creativo que es tal vez lo específico de nuestro cine de autor. A menudo se dice que si aumenta el presupuesto, la libertad creativa disminuye. Sobre el estreno de una película europea también planea el problema de la saturación del mercado por nuestros colegas americanos, que disponen de enormes presupuestos para el marketing. La única solución consiste en multiplicar los pases previos del film, hacer encuentros con el público en un intento de comenzar el boca-a-boca y que los periodistas continentales hablen de nuestras películas. Texto de Alfonso Rivera.
“La vida de Calabacín”, dirigida por Claude Barras y con guión de Céline Sciamma, se estrena el 24 de febrero.