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Frontón cubierto en Antxo, Pasaia. “La cajita mágica”

molinao

Uno de los edificios singulares que nos resulta muy propio en nuestra tierra es el del frontón, es por esto que existen innumerables ejemplos y tipos.

La singularidad de este caso es que se pretende, al igual que en otros, minimizar lo que suele resultar un gran volumen, pero el resultado es más que apreciable, lo que no se consigue siempre. Además de aprovechar, lógicamente la diferencia de cota en el extremo sur, para su ubicación, como remate de taludes naturales del terreno, uno de los recursos para huir de un edificio de grandes dimensiones es facetar sus caras o planos de cubierta, casi confundiéndose en algún caso los planos de fachadas al ser éstas también inclinadas.

Se consigue también, gracias a una estructura muy bien concebida, con forma de paraboloide hiperbólico, que consigue que exista una adecuada escala en lo que se refiere a la zona de juego y a la de público, bien diferenciada para cada caso, huyendo de la imposición de una cubierta en gran altura en la zona de espectadores.

La iluminación natural, desde la cubierta en un plano casi vertical, rompiendo la continuidad de la cubierta, resulta ser otro acierto.

Lejos de pretensiones mayores, aquí la estructura y la forma se interrelacionan sin grandilocuencias o imposiciones funcionales y/o formales, como puede ocurrir en otros edificios de la que fue llamada en su día bioarquitectura y que tuvo su máximo representante en el tan denostado, a día de hoy, Santiago Calatrava. Por el contrario, aquí se pretende apoyar la función ayudando a la configuración formal buscada o deseada por los arquitectos desde su concepción.

En este sentido, se podría haber sido más ambicioso si no se hubiera optado por un cambio tan claro de material entre la cubierta y las fachadas, eso sí, el resultado hubiera sido más abstracto, como en el caso del edificio del Museo dentro del Pabellón Cultural de La República en la Ciudad de Los Cabos, Baja California Sur – México- del equipo de Serrano Monjaraz Arquitectos.

Desde el punto de vista urbano, se trata de dar continuidad lineal del Bulevar arbolado a lo largo del parque fluvial, rematando el mismo con el frontón y la plataforma del graderío que a su vez genera una lengua verde transversal que une el frente de la ría con las laderas del parque hacia el camino de San Markos.

Creo que la tendencia que nos viene marcando el devenir en arquitectura en estos tiempos revueltos, resulta ser un producto mucho más comedido y controlado, definitivamente, ha quedado muy atrás los tiempos del despilfarro y la megalomanía. Algo vamos ganando, dentro de las pérdidas…

Texto de Leonardo Ignacio González Ferreras. Fotografía de Aitor Ortiz.

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