Héctor Alterio. El padre de la interpretación.
El prolífico actor argentino encarna al protagonista de “El padre”, una obra del parisino Florian Zeller adaptada por José Carlos Plaza. En tono tragicómico nos habla de la pérdida de memoria en tono mostrándonos la vida desde el punto de vista de un personaje que sufre un alzheimer avanzado.
¿Cómo describirías esta obra? La propuesta viene de un autor sumamente interesante llamado Florian Zeller, de treinta y cinco años, muy joven, con un éxito y una trascendencia en Francia espectaculares por sus obras de teatro y por sus novelas. Lo más interesante es que la historia está contada por el personaje principal, el que yo encarno, el padre, y el espectador lo ve todo a través de los ojos de él, lo cual hace que no se vean las cosas muy claras pero esto es algo que no deja de resultar atractivo e incluso crea cierta intriga. Suceden cosas inesperadas en la historia y no se sabe si son fantasías del personaje o el autor hablando a través del personaje. Es la historia de un alzheimer que va avanzando a lo largo de la función. Los enfermos son más los personajes que rodean al enfermo que el enfermo mismo. Y esta obra tiene también una característica muy agradecida que es el sentido del humor.
¿Te gusta que las obras en las que trabajas contengan ese sentido del humor? Sí, si hay mucho de eso forma parte de mi trabajo y cuando surgen propuestas de este tipo yo realmente disfruto mucho.
La obra trata sobre la pérdida de memoria, que es algo que en alguna entrevista has manifestado que te resulta preocupante porque la memoria forma parte de tu trabajo, ya que debes memorizar los textos. Sí, pero en este caso esta enfermedad como dije antes está en los demás, no en la persona que está sufriendola que lo pasa tremendamente bien, proponiendo cosas o no haciéndolo. La angustia está en la gente que lo tiene que atender.
Entonces, ¿también plantea una reflexión sobre cómo tratamos a las personas mayores en las familias? También, pero mi personaje es el dueño de la situación, el que toma soluciones definitivas. Es el que tiene brotes de ternura con su hija. También hay personajes como una hija que no aparece pero se juega mucho con esa ausencia. La comparación entre esa hija ausente y la presente es constante y se producen situaciones muy curiosas y muy cómicas que son notables.
¿Cómo es la adaptación de José Carlos Plaza? Plaza ha hecho un trabajo estupendo porque la primera versión directa era muy ajustada del francés, era muy prolija. Con el conocimiento que tiene José Carlos Plaza del francés de tantas versiones que ha hecho a lo largo de su carrera le ha dado un vuelco realmente interesante a la propuesta.
¿Pensó en ti a la hora de adaptar la obra? Nos conocemos hace muchos años y sin que lo puedas evitar hay cosas inconscientes que surgen por el paso del tiempo y la amistad que tenemos. José Carlos me conoce mucho y yo a él, y estoy muy confiado y tranquilo en su creación tanto en la adaptación como en la dirección. Y eso me da una tranquilidad absoluta.
¿Es un papel exigente? ¿Cómo trabajas con el resto del reparto? Esto son propuestas, apuestas a un número y si tenemos la suerte de que toque somos todos felices. Acabamos de empezar con los ensayos y conozco muy poco a los actores con los que he iniciado esta aventura salvo a uno de ellos (Luis Rallo) y al director, José Carlos, con el que he trabajado media docena de veces pero están todos muy bien escogidos y espero que lleguemos a buen puerto.
¿Crees que hay gente que va al teatro a ver “la obra de Héctor Alterio” sin importarle más información sobre ella? ¿Te has convertido en una garantía de calidad? Eso tiene su pro y su contra. Las expectativas las pone más uno que la elección que hace el espectador. De cualquier manera es un juego que se repite desde hace muchos años. Jugamos a creer esa mentira y hacerla lo más veraz posible y a que el público se divierta con ese juego.
Solías manifestar que te preocupaba que tus hijos se dedicaran a la actuación… Sí, es una historia de vida. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. (Risas). Evidentemente, es una profesión un poco irregular pero si se descubre que es la vocación de uno, ellos están destinados a seguir este itinerario y ahora lo están haciendo y, con suerte, les va bien. Tienen un criterio realista de lo que es esta profesión. Viven de ello , tanto mi hija como hijo. Claro que hubiera preferido que tuvieran una base intelectual pero cuando han tenido la posibilidad de elegir por sí mismos decidieron esto y yo me desprendí un poco y afortunadamente tienen trabajo.
Últimamente te has dedicado más al teatro, ¿echas en falta el cine? Yo estoy en la oferta y la demanda. A veces surgen unas cosas y otras, otra. Hay ciclos. Hubo un tiempo en que yo me dedicaba al cine mucho más que al teatro. Viajaba mucho y la trascendencia que te da el cine no te la da el teatro pero el teatro tiene la posibilidad de sentirte un poco más patrón de tu trabajo y eso es muy gratificante para el actor.
¿Te suele gustar revisar las películas que has hecho? Hay de todo, son ciento setenta películas que he hecho en el transcurrir de mi vida, hay satisfacciones, cosas que no quiero repetir más… Hay de todo. En la cantidad está lo bueno y lo malo. Texto de Roberto González.
«El padre» se representará el 6 de mayo en el Principal Antzokia de Vitoria