El taekwondo de la resistencia. El poder del deporte.
Javi Julio, periodista freelance y miembro del colectivo Nervio Foto, nos muestra una pequeña historia de superación acaecida en uno de los mayores campos de refugiados del mundo.
En este momento te encuentras en la isla de Lesbos cubriendo la crisis de refugiados que tratan de llegar a Europa. Imagino que las cosas no serán nada fáciles por allí. Pues imagínate que tras llevar semanas huyendo de una guerra en Irak, Siria o Afganistán, tienen que enfrentarse a las mafias en las costas turcas, donde por alrededor de 1.500€ consiguen un pasaje en una pequeña barca, en la que con otras 50 personas más, intentarán cruzar esos 6 km que les separan de Grecia. Se juegan la vida. Llegan bebés, niños, mujeres, hombres de todas las edades. A muchos les roban una vez se suben a la barca. Las “clases” para aprender a manejar el motor son a punta de pistola y duran varios segundos. Luego comienza el viaje. Los precios varían con la situación del tiempo: si hace mala mar y es de noche es más barato. Si el mar esta calmado y hay sol, más caro. Al llegar al otro lado, excepto algunos voluntarios, no hay nadie para ayudar. Cuando el mar mueve los cadáveres de los que no lo han conseguido a las playas, son los propios voluntarios o periodistas quienes los recogen. No hay rastro de autoridades griegas. Y sólo es el primer paso hacia Europa. Después a algunos les esperan las colas o dormir al raso en el campamento de refugiados de Moria, donde las aguas fecales se mezclan con el barro los días de lluvia, o donde tan sólo tienen una comida asegurada. Es la vergüenza de esa Europa que en 2012 recibió el Nobel de la Paz y ahora juega con números y cuotas de refugiados.
¿Cómo surge la idea de este documental? Estuvimos un mes trabajando el tema de los refugiados en Jordania. Zaatari es el segundo mayor campo de refugiados del mundo. Durante esas fechas no paraban de salir noticias negativas sobre el campo: que si había prostitución, drogas… ¿En qué población de 90.000 personas no existen ese tipo de cosas? Junto con Laila Muharran, periodista española que vive en Amman, y Daniel Rivas, el plumilla con el que hice el viaje, queríamos contar otro tipo de historias sobre refugiados, más luminosas. Llegamos a la escuela de Taekwondo para hacer una nota para Berria y nos acabamos quedando una semana para grabar el corto.
El deporte como fuente de evasión, de valores como la disciplina o el respeto por uno mismo y por los demás. Ideas que parecen bastante alejadas de la imagen que los medios de comunicación proyectan hoy día del deporte de alta competición. La idea surgió de un coreano que lleva años viviendo en Oriente Medio. Había sido junto a su mujer escudo humano en un hospital en Gaza. Cuando Israel le expulsó, llegó a Zaatari, vio la situación de los niños, que componen la mitad de la población del campamento, y pensó en el deporte como método de trabajo para “recuperarlos” tras haber sufrido las consecuencias de una guerra. Autoestima, respeto por los demás, autoconfianza, son los valores que buscan con este arte marcial. Y vaya si lo consiguen. Muchos niños llegan “perdidos” al entrenamiento, pero al cabo de unos días, su actitud cambia.
A pesar de la difícil situación de los protagonistas, uno no puede dejar de sentirse algo reconfortado tras el visionado del documental. ¿Queda un resquicio para la esperanza? En estas situaciones, las personas somos capaces de lo mejor y de lo peor. Sin ignorar las otras historias, yo prefiero hacer foco en las que dan algo de esperanza. Texto de David Tijero. Fotografía de Javi Julio/Nervio Foto.