Premios Mies Van Der Rohe 2015.
No quería dejar pasar este año sin hacer mención a los Premios Mies Van der Rohe 2015, y puestos a ello, no queda otro remedio que hacer un mínimo balance de cómo y en qué estadio se encuentra la arquitectura actual, al menos en lo que se refiere a nuestros arquitectos.
Pero, empezando por el principio, cabe recordar algo sabido de sobra y es el hecho de nombrar a los ganadores de este año, el estudio barcelonés Barozzi Veiga —integrado por el italiano Fabrizio Barozzi y el compostelano Alberto Veiga—, con su obra de la Filarmónica de Szczecin en Polonia.
El edificio se localiza en el lugar donde estaba situada la antigua Konzerthaus, destruida durante la II Guerra Mundial. Esta nueva construcción propone un doble juego en cuanto enfatiza el contraste con los edificios próximos mediante el empleo de un revestimiento traslúcido de vidrio ritmado con lamas de aluminio de color blanco, mientras que en su aspecto formal dialoga con los perfiles de las cubiertas y divisiones de los edificios residenciales colindantes, las torres y los pináculos neogóticos de las iglesias, y un cierto halo de la arquitectura industrial de la localidad portuaria. Evocando, en su conjunto, las formas cristalográficas de los minerales, todo ello, fruto de una adecuada reinterpretación del entorno.
El proyecto ha sido concebido como un instrumento musical compuesto por múltiples elementos de pequeña escala que funcionan como una unidad para albergar dos salas de conciertos y un vestíbulo de acceso iluminado con grandes lucernarios de la cubierta. Resulta especialmente interesante este aspecto interpretativo del todo y sus partes.
Lo que quizás no haya trascendido tanto sea que en el apartado de arquitecto emergente, este año (y por primera vez, coincidiendo con el primer premio) la obra ganadora ha sido la Casa Luz en Cilleros –Cáceres- de Arquitectura-G, estudio formado por Jonathan Arnabat, Jordi Ayala-Brill, Aitor Fuentes e Igor Urdampilleta.
A mayores, en este apartado de mención a arquitectos emergentes, han sido premiados también Ramón Bosch y Elisabet Capdeferro en el año 2011, con su Collage House en Girona, así como María Langarita y Víctor Navarro en la pasada edición del año 2013, por su Red Bull Music Academy en Madrid.
No tengo otra pretensión, que no sea la de resaltar el buen hacer de estas nuevas generaciones de arquitectos que empiezan a ocupar un importante lugar en el paronama actual tanto aquí como fuera. Llamados a recoger el testigo de tantos otros buenos profesionales que les han precedido. Representan una arquitectura fresca, sin complejos, pero a la vez comprometida con aspectos relevantes en arquitectura como son la tradición, el respeto a la memoria histórica, los materiales y modos constructivos, espacio, proporción, el locus, etc., siempre desde el prisma de la reinterpretación audaz e innovadora, así como la sensibilización y compromiso con el medio ambiente y la sostenibilidad, lejos de errores pretéritos.
Derivado de lo antedicho, no se debiera concluir otra cosa sino que el estado de nuestra arquitectura no puede ser otro que bueno, una vez pasada la era de las obras megalómanas de autor.
Pero en este sentido, creo que falta todavía algo más y sería el hecho de hacer justicia con estudios modestos de jóvenes arquitectos de provincias que, no distantes en calidad de estos premiados, carecen de la proyección que resulta de su presencia en revistas de tirada nacional, en las cuales, a veces, parece que interesa más el autor que la obra en sí.
En todo caso, puede ser un revulsivo, o yo entiendo debiera serlo, para pensar que el trabajo concienzudo y bien hecho desde un modesto estudio, pueda tener un merecido reconocimiento a no muy largo plazo.
Así pues, y por último, aconsejaría una revisión al conjunto de la obra de los citados, más allá de las obras premiadas, seguro que más de uno se lleva una agradable sorpresa. Texto de Leonardo Ignacio González Ferreras.