Alejandro Amenábar. El director que goza pasando y haciendo pasar miedo.
Érase una vez un niño que tenía miedo, mucho miedo… creció y se convirtió en un cineasta que añoraba aquellos terrores, así que decidió compartir esas emociones tensas con el público, y vaya si lo logró: Alejandro Amenábar es un nombre infalible en la taquilla, como demostró con “Los otros”, “Mar adentro” y “Ágora”. Ahora se ha ido hasta Canadá para rodar un thriller tenebroso, diabólico y mal rollero que protagonizan Ethan Hawke y Emma Watson. “Regresión” te hará apretar los dientes y, tras su visión, estarás varios días quitándole capas a su intrincada trama.
¿De dónde surge la idea de la película? El fenómeno del abuso ritual satánico es real. Cuando decidí que quería probar con el suspense y el terror, pensé qué posibilidades tenía: están los vampiros, los psicokillers, los fantasmas (que ya había probado en “Los otros”)… y el satanismo me parecía interesante. Empecé a leer sobre ritos satánicos y sectas e incluso llegué a aburrirme; entonces lo dejé de lado durante un tiempo y, de pronto, tropecé con este fenómeno de la América de los ochenta y los noventa y me sorprendió lo poco que sabía sobre ello. Recordé haber visto algún documental sobre memoria reprimida y personalidad múltiple hace años y me había impresionado mucho, pero no había visto la conclusión de todo aquel fenómeno. También me sorprendió que no se habían hecho películas con ese enfoque: entonces se me permitió contar una historia sobre satanismo, pero con un enfoque muy realista.
En “Regresión”, como en “Tesis”, abordas el fenómeno de las leyendas urbanas… ¿es el miedo contagioso? La película tiene tres elementos fundamentales: el miedo, la culpa y el error. Es un film que muestra con qué facilidad se propaga el miedo y cómo ese miedo irracional -que me atenazaba a mí de niño, pues era muy miedoso- no te deja pensar, mirar las cosas con claridad, te paraliza y, en el caso del protagonista de “Regresión”, es precisamente en el momento en que consigue librarse del miedo, cuando empieza a pensar fríamente y da con las claves del caso que investiga.
También hay una crítica a la intolerancia en la película. La hay, pero no quería cargar las tintas demasiado con la descripción de la América profunda y rural. Para documentarme, he estado en Minnesota y he visto la fuerte influencia de las parroquias evangélicas, pero no he incidido mucho en eso porque me parecería muy molesto para un espectador americano que viniera alguien de Europa a enmendarle la plana y a decirle algo sobre su modo de vivir.
Tiene gracia que el papel del sacerdote lo interprete el actor de Quebec Lothaire Bluteau, protagonista de “Jesús de Montreal”… No es un guiño, pero yo no quería el típico pastor evangélico enrabietado y arrogante, sino un tipo muy normal que dice lo que siente y cómo lo siente.
La película tiene muchas capas y tras verla te pasas días pelando esa cebolla narrativa y moviendo sus piezas en tu cabeza. Una de ellas es ¿por qué nos creemos cosas que nos cuentan que no son ciertas? Sí, es verdad: ¿Por qué damos por sentadas muchas cosas? A veces esto funciona por extraños mecanismos, como por la figura de la autoridad. De niño, tus padres te dicen que existen los Reyes Magos y tú te lo crees. La posición de autoridad tiene mucho poder en la capacidad para infundir una verdad en el receptor. Y a veces nos complicamos la vida ante los problemas más complejos y los puzles más desconcertantes, como el que plantea esta película: hay un asunto que podría darse a nivel nacional con un montón de casos y, a veces, la solución está a la vuelta de la esquina y es asombrosamente banal.
Pero ¿por qué crees que somos tan retorcidos, complicándonos la vida? Quizás porque somos masoquistas: queremos asustarnos y pasar miedo, como cuando vamos al cine a eso.
¿De dónde viene tu interés por los vericuetos de la mente? Ahí sí que no hay nada de premeditación: hay un elemento de investigación o de análisis de la cabeza en “Regresión” que me atrae mucho, que es llevar la mente hasta el límite, como cuando hipnotizas a alguien. He descubierto con este proyecto cómo nuestro cerebro es orgánico, maleable, es un animal; pensamos que es como un ordenador y no es así: nuestro cerebro esconde, tergiversa, retuerce, nos engaña y juega con nosotros. Cuando tengo conversaciones con mi hermano, persona muy obsesionada con los recuerdos y con una memoria prodigiosa, a veces te das cuenta de que lo que para uno ha sido un sueño descubres que ha sido verdad para otro. Nuestra memoria es mucho más voluble de lo que pensamos.
¿Te hubiera gustado estudiar psicología o algo relacionado con la mente: hay ahí una segunda vocación de Alejandro Amenábar? No, nada que tenga que tenga que ver con ciencias, ¡por favor!
¿Te documentas mucho hablando con expertos sobre las materias que abordas en tu cine? Sí, pero en esta película el mayor desafío para mí fue que nunca había hecho un film con policías, y aquí uno era el protagonista, y es un mundo que en principio tampoco me llama mucho la atención. Pero recuerdo que medijo Ethan Hawke: “No te preocupes, que yo he hecho muchas películas de policía”, jeje. Entonces, plantear esa comisaría me hacía sentirme más perdido, pero para lo demás tienes asesores, por supuesto, y me gusta leer y documentarme mucho, porque es de donde salen las ideas
¿Es ésa tu principal fuente de inspiración: la prensa, por ejemplo? Las ideas pueden venir de cualquier lado. He llegado a la conclusión de que no soy una persona de las que se les ocurre una película cada año, porque ya ves lo que tardo entre una y otra.
La fotografía y la música de “Regresión” le dan turbiedad a la cinta, siendo a la vez sofisticadas y tenebrosas. Ahí he trabajado con dos pesos pesados: Daniel Aranyó, a quien conocí haciendo el videoclip para las Nancys Rubias que entendió el concepto de intentar recuperar el sabor del cine de los setenta: iba a haber algo en la justificación de la luz a través de elementos naturales, nunca forzándolo demasiado. Así, las noches no las ilumina la luna, sino las farolas de la calle. Y con la puesta en escena íbamos a ser contenidos: la cámara iba a estar mucho más quieta, algo que viene de los thrillers de los setenta. Y luego la banda sonora de Roque Baños, que tiene el culo pelado de hacer películas. Se me quitan las ganas de ser compositor cuando ves trabajar a alguien como él, porque ha dado muy rápidamente con el espíritu de la película.
Porque tú hiciste la banda sonora de todas tus películas menos de “Ágora”… Sí. Echo de menos el primer día de la grabación con los músicos: para mí eso es lo mejor de hacer una película, más que escribirla, rodarla o montarla. Después de estar meses oyendo maquetas, oyes esa primera lectura de los músicos y se me pone la piel de gallina porque eso lo he compuesto yo.
¿Y no impresiona trabajar con Ethan Hawke tras verle de joven en “El club de los poetas muertos”? Aunque, bueno, tú has currado con Nicole Kidman… Soy muy poco mitómano, pero tengo que reconocer que hacía años que quería trabajar con él: vi “Gattaca” y me encantó. No sabía que estaba lleno de energía, tiene ese punto de niño travieso muy divertido: siempre está contando anécdotas. Es muy gracioso, nada que ver con su personaje en “Regresión”. Yo lo había escrito como más dinámico: entraba más activamente a todo este hoyo de miedo y él lo llevó a un personaje más tranquilo, introvertido y oscuro, que no encajaba con sus registros anteriores, pero creo que lo hace especialmente memorable.
En “Ágora” rodaste con masas y grandes decorados. Aquí ha sido todo más intimista y familiar… ¿te has sentido más cómodo? Sí, hacer una película grande, evidentemente, te da más callo, pero no tienes que estar a los detalles de los mil figurantes que tienes ese día: hay un equipo que se ocupa de eso, tú delegas. Cuando has tenido a 500 esclavos que se van a armar y ahora a 20 policías que están en una reunión, dices: si he podido hacer lo otro, esto lo haré sin problemas. Te da más seguridad.
Huyes del efectismo como de la peste, en contra de ciertas corrientes actuales… El efectismo es fácil de conseguir con digital, sonido o montaje, pero queríamos probar otra cosa, algo más sugerente.
La película ha inaugurado el festival de San Sebastián… Es la primera vez que fui allí con una película. Fue de los primeros festivales a los que acudí en mi vida: me llevó José Luis Cuerda a comer pinchos, nos pusimos morados y me pillé una borrachera impresionante, llegué a las seis de la mañana a su casa, metí la llave en la cerradura y la partí: tuvieron que llamar a los bomberos. No sé cómo José Luis no me echó. Luego he seguido yendo, invitado, pero nunca con una película. Me siento muy honrado y muy a gusto, porque me había paseado por los demás festivales pero me faltaba este.
Tú en tus películas le das muchos giros a las cosas. ¿Eres inconformista? No lo sé, pero si no tengo nada que decir, prefiero quedarme callado. Para mí, hacer una película es una manera de expresarme y comunicarme con la gente. En ese sentido sí lo soy: no paro hasta que no encuentro algo interesante que decir.
¿Te gusta inquietar a la gente? El cine es un viaje fundamentalmente de emociones: reír, llorar o pasar miedo, esas son las básicas. Texto de Alfonso Rivera. Fotografías de Jan Thijs Day.