Borja Cobeaga. El hombre poseído por el espíritu de la comedia.
¿De dónde surgió la idea de desmitificar las negociaciones con ETA? Estaba viendo Salvados, el programa de Jordi Évole, y me impresionó una entrevista a Jesús Eguiguren, que había sido uno de los últimos negociadores del Gobierno de España con ETA. Vi a un tipo tocado, que había vivido una experiencia de las que dejan huella. Empecé a leer sobre la negociación de Eguiguren, en especial el libro que escribió con Luis Aizpeola, el periodista. En lo que leí no me llamó la atención la negociación en sí, sino el factor humano, lo que rodeaba al proceso de diálogo. Eguiguren se alimentaba de kebabs porque no podía usar tarjeta para no llamar la atención, apenas sabía utilizar un teléfono móvil, su relación con los interlocutores de ETA iba más allá de la mesa de negociación… Los detalles me parecieron más interesantes para una película que el contenido del diálogo en sí.
¿Son necesarias y sanas este tipo de bromas, como la que planteas en Negociador? No sé si son necesarias. Creo que si Diego San José, todo el equipo que empezó Vaya Semanita y yo nos hubiéramos planteado que estábamos haciendo un humor “necesario”, habríamos metido la pata. Lo importante era hacer reír y se sabe que los temas más serios son la mejor base para la comedia. Si fuera consciente de esa necesidad, me pondría trascendente y solemne, cosa que odio. Lo importante es no creerse demasiado estas cosas, porque empiezas así y acabas en modo “mesiánico”.
¿Qué fue lo más loco que te dijeron cuando contabas este proyecto a los productores? Nada, sobre todo porque no lo presenté a ninguna productora. En realidad lo produje con la mía, Sayaka. Era consciente de que no sería un proyecto fácil de sacar adelante, pues ya tuve bastantes obstáculos con otro proyecto, Fe de etarras, también una comedia con el tema de ETA. Entonces me encontré con productoras que decían “hay que hacer algo así, claro” pero que al final se echaban atrás. Me pareció que hacer lo mismo con Negociador no tenía mucho sentido, porque es incluso una película más rara que Fe de etarras, por sus silencios, por un sentido del humor más esquinado. Así que me ahorré ese desfile por productoras con sus correspondientes “noes”.
¿Y cuál fue la reacción más airada de algún espectador/a en el último festival de Donosti, donde se presentó? Euskadi y el Festival de San Sebastián han cambiado mucho desde los tiempos de La pelota vasca. La reacción general ante películas como Negociador o Lasa y Zabala no ha tenido nada que ver con las de otras épocas. No ha habido escándalos, cosa que me ha alegrado, porque creo que mi película no tiene nada de subversiva. Es una tragicomedia costumbrista que no se posiciona políticamente. Lo único que importa en mi peli son las personas, no las ideologías. Eso sí, la primera reacción que llegó tras el primer pase fue tremenda. Una periodista estaba indignadísima por el retrato que se hace de Eguiguren. Ramón Barea no es Jesús Eguiguren pero es un trasunto claro. El caso es que ella decía que era una caricatura, una visión paródica y patética. No estoy de acuerdo. En Negociador por encima de todo se plasma la pasión y determinación del personaje por arreglar las cosas. Afortunadamente fue una opinión aislada. En términos generales había quien decía que había hecho una película muy atrevida y otros que decían que era muy blanda. Yo creo que ni una cosa ni la otra.
Desde que eres un guionista de éxito, gracias sobre todo al boom de Ocho apellidos vascos… ¿son las chicas las que te pagan las fantas? Probablemente la de guionista sea una de las profesiones con menos encanto del mundo. Por lo tanto, dista mucho de la celebridad y de que se te acerque la gente por interés. Imagino que si me pagan las fantas es por encanto personal, porque “guionista” e “influyente” son dos términos que son contradictorios.
¿Qué otros tópicos y temas serios nos vendría bien derribar a los españoles? España es un país que se indigna con una facilidad pasmosa. No hay más que ver las redes sociales para comprobar que estamos dispuestos a rasgarnos las vestiduras e indignarnos a la mínima oportunidad. Vamos de santurrones, de vigías de la moral. Y eso es muy triste y parodiable.
Ya que Dani Rovira va a presentar la entrega de los Goya… ¿no os han ofrecido guionizar dicha ceremonia? Y en caso de ser así, ¿cómo animar semejante tostón? Ni a Diego San José ni a mí nos han ofrecido escribir los Goya. Y no lo lamento. Me parece un marrón, una tarea complicadísima. Por dos razones. En primer lugar porque la gala se articula sobre la obligación de entregar decenas de premios.. Y en segundo, porque es una gala muy política. Política en el sentido de que tienes que agradar a gente de todo tipo y te miran con lupa cada frase, cada comentario. Para mí es imposible hacer una gala redonda. Alguna de Buenafuente o la Sardá no estuvieron mal, pero ése es el límite: no estar del todo mal. Pero pretender que los Goya sean puro frenesí, puro entretenimiento, me parece imposible. Vas a tener a 30 tíos dando las gracias durante minutos y minutos. Eso no se puede agilizar ni cambiar. Hay que asumir que el aburrimiento es parte de los Goya. Ojalá Dani Rovira compense ese tedio con intervenciones divertidas. Tiene tablas para hacerlo.
Tras el cortometraje Democracia, Ocho apellidos vascos y este Negociador, ¿te gustaría que te denominaran “cineasta político”? ¿o ya lo están haciendo? 😉 Creo que por encima de la etiqueta de cine político está la comedia. No me parece que haga cine político, pero mis películas tienen todas intención cómica. De eso no cabe duda, así que me siento más tranquilo bajo el maravilloso estigma de director y guionista de comedia. Texto de Alfonso Rivera.