Pliégate a viajar . Disfrutando de la espera.
La recién terminada –y aún no puesta en funcionamiento- Estación Internacional de Autobuses de Vitoria-Gasteiz del pasado año, obra de los arquitectos Ruiz de Ocenda, Usandizaga y García de Acilu, se localiza en el segundo ensanche de Vitoria-Gasteiz, ligada a la Avenida del Portal de Foronda en la salida de la ciudad hacia el norte.
Aunque, puede parecer una obra menor, no es por ello menos merecedora de esta reseña debido a sus características particulares que yo tacharía de pedagógicas, en tanto en cuanto, responde de una manera sosegada a un edificio de equipamiento muy específico en toda ciudad, como puede ser la estación de autobuses, y lo hace ajustándose a los cánones de lo que entiendo debe ser la arquitectura de nuestros días (espero que no muy diferente de la arquitectura de siempre). Responde funcionalmente a los requerimientos del edificio, con unos medios ajustados nada grandilocuentes, control medioambiental adecuado y con una estética más que aceptable.
Es posible que para no iniciados o viajeros despistados el edificio pueda parecer, en su fachada lateral, un conjunto de naves industriales. Sin embargo proyecta una imagen potente pero para nada descontrolada y se singulariza de este lenguaje industrial o fabril, gracias a la permeabilidad de sus fachadas laterales totalmente acristaladas y a la imagen de fachada principal de amplias marquesinas receptoras de viajeros. Sus cubiertas se muestran en las fachadas exteriores e interiores a modo de dientes de sierra o pliegues acartonados, lo que le confiere un enorme dinamismo.
Si bien es verdad, que se pueden encontrar parecidos razonables en la estética del edificio con dos obras conocidas, como son el Centro Deportivo en Medellín (Colombia) de Giancarlo Mazzanti + Felipe Mesa construído para los Juegos Sudamericanos 2010, así como al Museo del Transporte en Glasgow obra de Zaha Hadid, no es menos cierto que la estación de autobuses trata estas referencias con la debida mesura y contención como para conseguir su propia personalidad e identidad, llevándolas a una escala y concreción apropiadas.
Esta arquitectura de pabellón expositivo, muy básica (en esencia se trata de resolver una cubierta, unos cierres laterales y una imagen de fachada), es apropiada para esta tipología de edificios de terminales de viajeros.
El punto de entrada al edificio se resuelve de forma académica de nuevo, desde un espacio controlado de planta baja hacia una sala de espera en toda la altura lo que recuerda a los tránsitos de acceso a edificios singulares a modo de nártex.
La cubierta se resuelve con entramado espacial metálico recubierto de doble piel en la que se diferencia de forma clara la cara superior e inferior (cobre prepatinado y madera), cada una con sus requerimientos específicos (durabilidad al exterior y calidez al interior). Posibilita, a su vez, el trazado oculto de las instalaciones.
La presencia de las líneas horizontales de “mini” paneles solares en la fachada sur, resulta ser un buen recurso en aras de una mayor eficiencia energética, con un adecuado resultado estético. También es oportuna la solución de patio inglés para resolver la iluminación y ventilación natural del garaje de sótano.
Quizás el punto débil de la intervención sea la falta de respuesta diferenciada para el caso de la fachada norte, creo que debiera ser en parte más opaca, lo que conferiría mejor remate para el espacio libre público lateral semicircular que completa la manzana. Aquí es donde la propuesta se separa del academicismo, no es lo mismo una fachada hacia un importante vial de tráfico rodado, que hacia un espacio libre público de estancia. Texto de Leonardo Ignacio González Ferreras.