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Los hipsters, según Víctor Lenore

Lenore

Sólo hace falta salir a la calle para comprobar que las barbas y gafas de pasta están a la orden del día. O poner la televisión para escuchar canciones ‘indies’ en todos los anuncios. Ya no hablemos del público de los macrofestivales…¿Estamos sufriendo una invasión ‘hipster’? Así lo piensa el periodista musical Víctor Lenore, que en su libro “Indies, hipsters y gafapastas: crónica de una dominación cultural” se encarga de diseccionar las claves de este movimiento desde una vertiente crítica pero con conocimiento de causa. A lo largo de su carrera el autor ha colaborado en publicaciones como El País, La Razón, Rolling Stone o Rockdelux, entre otras.

El título del libro es “Indies, hipsters y gafapastas”, ¿harías diferencias entre esos tres tipos de tribus urbanas? 

Existen matices estéticos, pero no muy sustanciales. Son presuntas subculturas que parecen desafiar a los valores dominantes, pero en realidad proponen una versión esnob del consumismo que nos domina.

¿Qué te impulsó a escribir este libro?¿Una intención de denuncia o de comprender este movimiento?

La motivación era comprender mi experiencia durante casi veinte años sumergido en hipsterlandia. La conclusión es que hay mucho elitismo, anglofilia, machismo, racismo cultural y desprecio por la clase trabajadora. Términos despectivos como «cani», «choni», «costra», «bakala», «panchito», «piesnegros» y «perroflauta» son de uso corriente en las conversaciones. Otros no pronuncian esas palabras, pero se nota que las manejan como categorías culturales.   El ensayista Owen Jones explica que hacer nuestros estos estereotipos es rendirse a enfoques clasistas impuestos desde arriba.

Reconoces que te encuentras cercano a este mundo pero también lo criticas ¿está bien ser moderno hasta cierto punto?

He sido el más indie, hipster y gafapasta del mundo. El problema es que se ha impuesto una versión despolitizada de la modernidad. Se considera sofisticado ver la última serie de la HBO, comprar el último cacharro de Apple y escuchar el último grupo que recomienda Pitchfork. En cambio, cosas como tener hijos, apuntarse a un sindicato  o asistir a una manifestación contra los Centros de Internamiento de Inmigrantes nos parecen actitudes tirando a ingenuas y antiguas.

Hablas de que una de las armas de este movimiento es la ironía, ¿realizar un libro sobre el tema como este o una parodia como Moderna de pueblo lleva al final a darle más bombo?

La ironía es un escudo que usan los posmodernos para conseguir que los ataques les resbalen. Parece que decir en voz alta «soy el más consumista, el más petardo y el más esnob» aligere esas posturas. Respecto a «dar más bombo», creo que el culto a lo  «cool» está tan extendido que es difícil hincharlo más todavía.
Disfruto mucho con Moderna de pueblo, especialmente el retrato despiadado de los novios hipsters.

¿De dónde surge el look hipster: barbas, gafas de pasta y demás?

Supongo que de una mezcla de Sartre, Bob Dylan y Woody Allen. En todo caso, me quedo con una frase del crítico musical Simon Reynolds: «Los bohemios de los años cuarenta buscaban cosas que el mercado no les ofrecía, mientras que los hipsters actuales solo aspira a cosas que se pueden comprar con la tarjeta de crédito».

¿Cómo debe ser un grupo musical para ser hipster? En el libro hablas de grupos recientes como The Black Keys pero también de clásicos como The Smiths o Eels, como ejemplos de bandas hipster.

Un grupo hipster es cualquiera que se preocupa por ser cool. O que finge no preocuparse por ser cool porque esa actitud se considera cool. Básicamente: los que se sienten  más artistas que entretenedores, trabajadores  o catalizadores, los que piensan que el público les debe algo. También podemos decir que son casi todos los que salen en portada de New Musical Express, Pitchfork, Playground etcétera….Hoy me cuesta encontrar por ahí algo que me interese de verdad…

¿Existe una unidad de criterio en el mundo hipster o ese criterio pasa simplemente por defender lo que cada uno entiende como calidad?

Los hipsters tienen una enorme cultura pop, por eso son capaces de reinventar su estética cada cuatro meses. La calidad, el cool o como quieras llamarlo son los postes de una portería que mueven constantemente para sentirse especiales y alejados del consumidor normal y corriente.

El capítulo sobre los hipsters de izquierdas es bastante crítico ¿realmente es incompatible ser hipster y revolucionario?

El hipsterismo implica rechazo de lo que se considera «masa» (un concepto elitista donde los haya). Por suerte o por desgracia, cualquier cambio político depende de encontrar terreno común con la gente que compra en Cortefiel, escucha Onda Cero y es fan de La Oreja de Van Gogh.   Ahora aspiro a cumplir esta frase de Santiago Alba Rico: «revolucionario en lo económico, reformista en lo institucional y conservador en lo humano».

Más allá de la estética, ¿ves algo de valor detrás de películas como las del cineasta Wes Anderson?

Deje de atender tras «Life Aquatic» y «Los Tenenbaums: una familia de genios». Me aburrí como pocas veces en un cine y lo único que recuerdo es lo mucho que relajan las canciones de David Bowie con el acento brasileño de Seu Jorge.

¿Qué autores (cantantes, escritores, cineastas) hipster salvarías?

No escribí el libro para salvar o condenar a nadie. Mucha gente me pregunta: «¿qué puedo hacer si me gusta Arcade Fire?» Suelo contestar que «disfrutarlo», aunque nunca viene mal mirar más allá de lo que ofrece la industria del disco, cada vez es más previsible, estandarizada y presa de los patrones anglosajones.

Una de las constantes del libro es asociar el hipsterismo al consumismo. Dado que hay los productos culturales deben pagarse, ¿es posible disociar cultura y consumo?

Nuestro problema es que confundimos la cultura con el carrito de la compra de Amazon. Hay muchas escenas culturales que han intentado huir del consumismo: el folk tradicional, el punk del 77,  las riot grrrls, el Rock Radikal Vasco, la cultura del soundsystem jamaicano y otro largo etcétera.
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