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Soy Nevenka. Los inicios del #MeToo

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Tras ‘Maixabel’, Icíar Bollaín aborda otra espinosa historia real, la de la concejala de Ponferrada pionera en lograr la condena de un cargo político por acoso sexual. Hablamos con la directora sobre esta cinta presentada en San Sebastián que pone de manifiesto los cambios sociales vividos en los últimos años pero también algunos prejuicios que aún perviven.

La historia de ‘Nevenka’ se ha tratado anteriormente en un documental y en una obra de teatro. Estas adaptaciones previas, ¿te condicionaron de algún modo o te sirvieron de ayuda para documentarte o contar las cosas de una manera diferente? La obra de teatro aún no la he visto ni la he leído. Las otras cosas sí y claro, te sirven de documentación. Lo que pasa es que cuando te pones a hacer una ficción y un guion, lo que haces es volver a las fuentes. Volvimos a hablar con todos los protagonistas, y por supuesto, con Nevenka y con todas las personas que la rodeaban en ese momento.

Fuimos a Ponferrada dos veces, hablamos con la mayor cantidad de gente que allí presenció los hechos o que trabajó directamente con ella en el Ayuntamiento, funcionarios o periodistas locales que nos dieron una idea de la política de entonces. Al final en una ficción tienes que construir un relato que vaya in crescendo, que tenga tensión. Es un formato diferente.

Y luego nos preguntamos, ¿qué vamos a contar con la ficción? Lo que te ofrece este formato es vivir de una manera más emocional la historia, meternos con ella en esas habitaciones, en ese despacho…Eso es lo que te da la ficción, estar con ella. Esa fue la apuesta. Yo nunca pensé que fuera algo que ya estuviera contado. La ficción puede aportar mogollón de cosas.

También está el libro de Juan José Millas. Está en los títulos de crédito de la película como inspiración porque es el primero que se acerca al tema y lo cuenta de una manera ordenada, desde un punto de vista periodístico. Pero ya te digo que una vez leído el libro, fuimos a hablar con todos aquellos que aparecían en el libro y más, a reescuchar toda la historia y a recuperar todos los testimonios.

Ya trataste el tema del maltrato en ‘Te doy mis ojos’ pero aquí abordas una historia real como en ‘Maixabel’. No sé si de alguna manera te pareció que estabas uniendo diferentes momentos de tu filmografía. Bueno, yo no busco unir nada. Al revés, más bien trato de hacer algo que no he hecho. Sí que pensé en ‘Te doy mis ojos’, lógicamente, pero había muchas cosas muy diferentes porque estos son personajes reales y son personajes públicos. La historia de ‘Te doy mis ojos’ es una ficción y es una historia que pasa de puertas adentro, pero esta es una historia que ocurre, digamos, a la vista de todos, tanto la parte del acoso laboral como la resolución de la historia. Todo esto sucede en los telediarios y eso me parecía que le daba una dimensión diferente. El personaje de él es muy distinto, es un triunfador, una persona que tiene prestigio social, el de ‘Te doy mis ojos’ era un desgraciado.

Entonces, bueno, lo que sí que tenía presente es que no iba a contar lo mismo, iba a contar otra historia de otra manera. Y ‘Maixabel’ nos sirvió para saber cómo tratar una historia real dolorosa, traumática, y el cuidado con el que tienes que tratar eso cuando la persona es real, cuando la persona lo ha vivido.

‘Maixabel’ era una historia sobre el perdón. Aquí aparece con frecuencia la palabra dignidad, ¿te parece que es una de las cuestiones clave de la película? Claro, es la fuerza motora que la saca del pozo del acoso. Es una mujer con un enorme sentido de la dignidad y eso es lo que prevalece, lo que la mueve a hablar.

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«Lo que te ofrece la ficción es vivir de una manera más emocional la historia, meternos con ella en esas habitaciones, en ese despacho… estar con ella. Yo nunca pensé que fuera algo que ya estuviera contado».

La película refleja muy bien la progresión desde una situación de amistad a una relación y, de ahí, al acoso. El momento más duro es cuando ella entra en depresión. ¿Cómo trabajaste con Mireia Oriol para que reflejara las distintas emociones que atraviesa Nevenka a lo largo de todo el proceso? Como suele ocurrir no se rueda de forma cronológica y eso lo hacía más difícil. Cada vez que hacíamos una escena, había que situar a Mireia en el arco de la peli, que es algo que ella ya hacía, porque como actriz es mega trabajadora, pero a veces yo le hacía un poco de brújula. Le contaba “venimos de aquí, vamos hacia acá, es este momento del personaje: aquí está agobiada, aquí está tocando fondo o aquí está empezando a salir”.

En el caso de Urko Olazabal , vuelve a interpretar a un personaje con grises, como en ‘Maixabel’, pero casi a la inversa. ¿cómo trabajasteis para que tuviera cierta simpatía y carisma y no fuera demasiado maniqueo? En una entrevista reciente con el protagonista él seguía negando rotundamente los hechos. Me pregunto si es puro cinismo o realmente tiene el convencimiento de que no hizo nada malo. Yo no lo sé tampoco, pero él no ha cambiado su versión en todos estos años, y sigue negándolo todo. Es impactante, porque hay una sentencia ratificada por el Supremo. Yo sabía que Urko tenía la capacidad de transmitir cierta frialdad. Cuando le veía en ‘Maixabel’ me podía creer que había matado a personas. Pero luego por supuesto también sabía transmitir toda la empatía que tenía posteriormente su personaje en ‘Maixabel’.

Cuando hicimos el casting y le elegí para ‘Nevenka’ le dije que tenías que trabajar ese toque extrovertido, porque Urko no es una persona extrovertida. Este era un hombre muy seductor y muy apreciado por muchos de sus vecinos. Eso nos lo teníamos que creer, así que trabajamos eso también.

Otro momento bastante impactante de la película es cuando aparecen estos momentos reales de los informativos, las declaraciones de algunos de los vecinos o de determinadas tertulianas en los medios… Había en ese momento dos tertulias, una de Telecinco y otra de Antena 3, y el tono era un poco ése, incluso en la otra tertulia que no aparece, que era la de María Teresa Campos, había algunos tertulianos que seguían desconfiando profundamente cuando el juicio ya le daba la razón a ella. En ese sentido hemos cambiado mucho, para bien. Ahora mismo la sociedad responde de otra manera a casos de este tipo.

¿Cómo fue lo de rodar en el País Vasco para contar una historia que sucede en Ponferrada? Pues fue un reto, porque Bilbao es una ciudad muy moderna y muy restaurada así que recrear la Ponferrada del año 2000 era difícil, porque es una ciudad castellana y mucho más pequeña que Bilbao, y además sucede hace veinte años. Fue difícil encontrar aquellos locales en Bilbao que nos dieran ese aire castellano-leonés de Ponferrada pero bueno, teníamos a Mikel Serrano, que es un director de arte excepcional y a unas localizadoras de allí, que fueron encontrando aquellos decorados que encajaran mejor. Lo compensamos también con otras partes rodadas en Zamora, que es una ciudad muy castellana y que además no ha cambiado mucho en estos veinte años. Texto de Roberto González. Fotografía de David Herranz.

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