The Flying Rebollos. Volver a sentir una vibración bestial.
La mítica banda vizcaína regresa tras 25 años con sendos conciertos en Bilbao y Valladolid que marcarán el reinicio de una nueva etapa en su historia con muchas ganas de darlo todo, nuevas canciones para el futuro y, como siempre, grandes historias que vivir y contar. Hablamos con Edorta Arostegi.
La vida son rebollos: con algunos tropezamos, otros nos hacen dar un volantazo y otros los pisamos, nos sirven de impulso para seguir adelante. Edorta, tu vuelta a los Flying tiene que ver con uno de esos escollos que uno se encuentra en la vida, un problema vital de salud. Lo que es muy curioso es que este problema de salud me afectó a la lengua, cuando lo resolvimos yo me dije, «voy a aprovechar lo que me quede». Tengo una banda, tenemos canciones y por fin puedo cantar. Sí, tuvo mucho que ver con mi cambio de actitud, algo muy revelador. Petar y sentir que la salud te está pegando un toque. Estaba llevando una actividad empresarial que no estaba muy bien alineada con mi naturaleza real, con mucho estrés, yo mismo me hice una llave de judo, yo solo, es como decir: «bendito cáncer». Fue lo que me hizo ponerme a pensar: Vamos a tomar otro camino y empezar de nuevo de otra manera y ahí estaban los Flying.
Los Rebollos respondieron a tope. Coincidió que me encontré con Juantxu Olano ‘Mongol’, bajista de Platero y dijimos, «siempre nos juntamos cuando alguien se muere, ¿por qué no hacemos algo en primavera para celebrar que estamos vivos?».
Llamé a los Flying para ver qué respuesta había, porque en otras ocasiones nos habíamos juntado para conmemorar los 25 años y en unas otras tres ocasiones de manera testimonial, pero esta vez la respuesta fue muy diferente. Nos metimos en el local y empezó una vibración de la hostia, dijimos «esto marcha». Empezó una sensación de que ahora sí que tenía sentido, no por mi enfermedad ni nada, supongo que por muchas cosas o porque en otras ocasiones pues simplemente no era el momento y ahora sí lo era. Vibración.
Y cuando os subisteis al escenario «Mis amigos, aquellos hijoputas» seguían allí después de 25 años. Aquellos hijos de puta también nos daban mucha vidilla. Eran muy intensos, los bolos los vivíamos como una buena noche para morir, esa era la cosa, mucha priva, sustancias, íbamos a saco. Era nuestra forma de vivir, ahora todo es de otra manera. Han pasado muchos años, cada uno ha tenido su deriva personal y es diferente, pero la intensidad de público ha sido igual, tan nítida o más, en los dos bolos que hemos hecho. Uno en el bar de Grabasonic, nuestra sala de ensayo, para alrededor de cincuenta personas, pero lo que sentí después en el Txiberri de Urduliz creo que nunca lo había sentido y eso que en tiempos pretéritos habíamos tenido noches grandiosas pero escuchar cantar las letras a toda la gente me sorprendió. Había ochocientas personas botando en todo el recinto, era una vibración de buen rollo indescriptible, miraba a todos, a la banda y alrededor y todos estaban con cara de estar felices. Fue un momentazo.
«En otras ocasiones nos habíamos juntado para conmemorar los 25 años y en unas otras tres ocasiones de manera testimonial, pero esta vez la respuesta fue muy diferente. Nos metimos en el local y empezó una vibración de la hostia».
En plena transición en los llamados ‘Años de plomo’ tú ya empiezas a juntar letras con acordes. Tenía bocetos de canciones, yo no soy guitarrista, la guitarra me puede ayudar a escribir y buscar acordes y terminar un tema pero a la hora de arreglarla necesitaba una banda. Yo llevaba una idea y entre todos empezábamos a darle forma. Las primeras canciones las hacía con Jandrín de la Hashband (difunto ya) a principios de los 80, canciones como ‘Lola’ y algunas otras que nunca se han grabado. Ya en los Flying, con Txus y con Gorka, a ese embrión con unos acordes básicos se le daba forma entre todos, lo ordenábamos, buscábamos partes, arreglos, solos… No había grandes alardes, era rockandroll sencillo hasta ya la última etapa donde trabajamos con Iñaki Uoho como productor y allí ya metimos arreglos de cuerdas, con Mario a las teclas. Poco a poco aprendimos pero al principio la actitud era lo que nos sostenía, defender las canciones a hostia limpia.
¿Cómo te inspiraba aquel Portugalete gris, surgían muchas historias que contar? En los últimos setenta y primeros ochenta en Portugalete suceden muchas cosas para un chaval como yo desde la adolescencia a la juventud, con un entusiasmo por la vida y una ingenuidad bestial. Había muerto Franco y creímos que el mundo podía cambiar. Luego fue un desengaño bestial porque uno idealiza todo, un mundo muy hippy lleno de buenas voluntades por todas partes y después la cruda realidad te dice lo que hay.
A mí siempre me gustó escribir y hacer canciones, fijarme en qué estaba sucediendo alrededor, en mi pueblo, en Bilbao, en toda la margen izquierda, en la derecha también. Portugalete era un lugar donde se concentraba gente de todos los lugares, había posibilidad de conseguir de todo y había muchísima vida en la calle. Había vida también, era un lugar divertidísimo, nada que ver con lo que es ahora.
¿Qué podemos esperar después de estos conciertos? Después de los conciertos de Valladolid y del de Bilbao que será un punto de clave para nuestro posterior camino. La acogida y el amor a este proyecto desde el público al escenario y desde el escenario al público, sería de locos no seguir. Empezaremos a trabajar en canciones nuevas que tenemos por ahí, no tiene sentido meternos de lleno en los Flying si no nos ponemos a hacer nuevos temas y estamos con esas ganas, sería lo suyo hacer un disco nuevo sin presión ni expectativas. Todo se acaba con estos dos bolos pero todo empieza también después para Flying Rebollos. Texto de Sendoa Bilbao.