Malena Alterio. El lugar que ocupamos en la sociedad.
¿Por qué llegan siempre tarde? ¿Qué rol ocupamos en la vida de ellos dos? ¿Se interesan realmente por nosotros? ¿Habrá llegado el momento de mostrarles nuestro descontento? Preguntas que se hacen Malena Alterio y David Llorente ante una cena que se retrasa en ‘Los amigos de ellos dos’.
Un escenario, una mesa y dos personajes ¿cuál es la trama de esta obra? La historia gira alrededor de dos parejas que cada jueves se reúnen para cenar desde hace más de doce años. Pero, hoy no va a ser así. Nicolás y Liza, que son los dos personajes que David y yo interpretamos, llegan a la cita, pero la pareja de amigos no. Es entonces cuando van pasando los minutos y comienza el debate entre ambos, sale a relucir cómo son ellos dos, cómo son sus amigos (a los que idolatran) y se establece una comparación. Por ejemplo, en el caso de mi personaje, yo soy más sensata, defiendo más a esa pareja de amigos y no así en el caso de mi marido que ve más fisuras en esa relación de amistad.
Vuestros personajes idolatran a los amigos… eso suele repetirse con frecuencia en una sociedad donde todos son comparaciones: las redes sociales nos muestran parejas o personas ideales, perfectas… Es cierto, a través de esas pantallas e incluso en el día a día se idolatra a personas, se envidian sus trabajos, sus familias, sus casas… y puede que realmente la realidad de esas personas no sea así y todo sea un espejismo. Esa fachada, ese fijarse en los demás, ese querer ser como los demás es absolutamente agotador, además de que supone una insatisfacción absoluta hacia cómo eres como persona y cómo es tu vida, que puede incluso que sea mejor que la de esa persona a la que idolatras.
«A través de las pantallas e incluso en el día a día se idolatra a personas, se envidian sus trabajos, sus familias, sus casas… y puede que realmente la realidad de esas personas no sea así y todo sea un espejismo. Es absolutamente agotador, además de que supone una insatisfacción absoluta, ya que puede incluso que sea mejor que la de esa persona a la que idolatras».
Conocías a David Lorente desde hace mucho tiempo, pero es la primera vez que has trabajo con él. ¿Cómo ha sido compartir este proyecto con él? Ha sido una auténtica delicia como persona y como compañero y pese a conocernos personalmente desde hace muchos años, es la primera vez que compartimos trabajo. Cuando me propusieron esta obra, leí el texto y me entusiasmó, me preguntaron con quién quería hacerlo y en mi lista de deseos el primero de todos estaba David. Lo curioso es que él no se enteró hasta mucho después cuando estrenamos la obra y en la rueda de prensa de presentación en Avilés descubrí en cierta manera el secreto.
¿Cómo fue su reacción? Fíjate, de inmensa gratitud y de un cariño enorme. Para mi es un regalo hacer este trabajo con David y con Daniel. Es una suerte de proyecto y lo estoy disfrutando y saboreando mucho.
Compartes escenario con David y además a las órdenes de Daniel Veronese con el que coincidiste en otra obra y del que has contado en varias ocasiones que te apasiona trabajar con él. Es todo un lujo. Daniel representa un tipo de teatro y tiene un estilo y una forma de trabajar que conecta mucho con mi forma de ver, sentir y trabajar el teatro. Me gusta mucho el teatro que hace, puro, sin apenas artificio y cómo trabaja los ritmos, los silencios, los diálogos, como lleva a los actores…
Tu padre, que también está de gira, cumple 95 años y no se ve por ahora sombra alguna de que se vaya a retirar ni a jubilar. ¿Es el ejemplo que le gustaría seguir a Malena como actriz? Es cierto que estoy en un momento muy dulce y me queda mucho por aprender, muchos trabajos por hacer y mucho por descubrir. Lo que hace mi padre es sobrenatural y ojalá pudiera llegar a la mitad que él. Es increíble cómo es, cómo trabaja, cómo vive y siente la vida (tanto él como mi madre) y para mí es un orgullo y una admiración verle todavía encima de las tablas de un escenario. Texto de Victoria Herrero. Fotografía de Sergio Parra.