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Belén Rueda. Salomé, poder sensual absoluto.

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‘Salomé’ es una obra de teatro con texto de Magüi Mira ambientada en el siglo I antes de Cristo. Salomé es una princesa que debe luchar por sus creencias y apoya en secreto a los rebeldes que resisten al gobierno del rey Herodes. Juan el Bautista, líder espiritual de su pueblo, enciende el deseo de la princesa. Un deseo que se desborda en muerte, del que nos habla su protagonista Belén Rueda.

¿De qué trata Salomé, Belén? Ponnos en situación. La historia transcurre en el siglo I después de Cristo. Magüi Mira ha hecho una adaptación modernizada con su texto. Salomé quiere contar que en aquella época, siendo una princesa, había cosas que no le faltaban pero tenía carencias y limitaciones. Durante su vida, siente un acoso continuo de su padrastro Herodes. ¡Salomé es una mujer seductora! Se le tiene miedo a la seducción… pero también es un arma como puede serlo el dinero. En aquella época, no tenían armas diferentes a la seducción. Puede parecer una mujer caprichosa pero era su única manera de huir y salir de ese palacio. Ella se escapaba y ahí se encontró con Juan Bautista. Buscaba una vía de escape. Salomé domina el arte de la seducción, relacionado con el sexo y con conseguir una libertad. Se une a ese movimiento que es un tiempo nuevo.

¡El papel de la mujer forma una parte primordial en la obra! Las mujeres no eran dueñas de su vida ni de su cuerpo ni de su futuro. Salomé tiene rebeldía y en un momento dado eso se convierte en su perdición. Piensa que con eso puede cambiar su destino, pero eso le lleva a la muerte. No estoy haciendo spoiler (risas), es la realidad. La pobre Salomé, que a la que interpreto yo, es una víctima, de su juventud y de ese capricho, de esa desesperación. Es salvaje en su comportamiento y en aquella época no se perdonaba.

Háblanos de esta afirmación: “El sexo tiene el poder de mover el mundo, amarlo y destruirlo. Y ese poder se llama Salomé”. Claro, ¡es real! El texto es maravilloso, Magüi ha hecho algo increíble con pocas palabras y una puesta en escena visual y moderna. Hablamos de sexo, ¿el hombre debe perder la cabeza porque le está seduciendo? ¡No debería tener uno el poder y la otra ser la víctima! Es injusto. Mi compañero Pablo Puyol canta y baila también, al final de la obra interpreta una poesía de Rubén Darío a Salomé; dice algo así como “ya no sé quién soy, pero debo huir”. Esa era su única salvación, su rebeldía tratando de decidir sobre su vida. Hay otra canción que se parece a las de Pink Floyd, es una protesta, es potente, heavy, dura. Mostramos ese terror escondido cuando el poder es tan bestia que digas lo que digas… van a acabar con tu vida.

¿Cómo te surge esta oportunidad de interpretar a Salomé? Magüi y yo ya hicimos ‘Penélope’ el año de la pandemia, en 2020, fue genial trabajar juntas. Me gustó muchísimo cómo Magüi interpreta historias reales de hace muchos años. Dice: “Soy una mujer sin rostro y sin nombre”. ¡Y es que Salomé no tenía nombre! Se lo pusieron cuarenta años después de su muerte. Es verdad eso que dicen de que la historia está escrita por santos varones. Al estar escrita por hombres, se habla de la guerra pero no se habla de las personas. En esa sociedad, ella no podía mandar, ella esperaba. Por eso potencia sus virtudes: la espera, la seducción o la virginidad. ¡Me ha encantado poder interpretarla! Con tan pocas palabras se puede contar tanto. Cada escena en sí podría ser una obra de teatro.

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«Las mujeres no eran dueñas de su vida ni de su cuerpo ni de su futuro. Salomé es rebelde y eso se convierte en su perdición».

Ya venís de hacer la representación en otras ciudades. Estuvimos once días en Mérida y después actuamos en Málaga. La gente en las primeras escenas piensa que va a ver un clásico y está desconcertada. Y, según va avanzando la obra, el público evoluciona con nosotros. Es emocional 100%. Al final, cuando termina, ¡el público saldría a salvar o matar a alguien! Podría decir que es totalmente desmesurada. En un teatro pequeño, más recogido, nos permite mostrar más sentimientos, es aún más íntimo, por eso estamos deseando poder interpretar ‘Salomé’ en el Teatro Arriaga.

¿Qué supone para ti actuar de nuevo en el Arriaga? ¡Para mí es un santuario! Es lo máximo. La primera vez que estuve allí, me impuso muchísimo, pero es verdad que el público es muy entregado y generoso. Sientes la respiración de la gente cuando estás actuando. El Teatro Arriaga es una joya. ¡Es de mis preferidos, te prometo que no es porque esté hablando contigo, Ángela! (risas).

Hace poco dijiste que te has pasado la vida luchando por ser mujer y por venir de la televisión… Hubo un tiempo en el que me molestaba que me lo comentaran, pero ahora me da igual. Evolucionamos en nuestras ideas, no puedes estar mirando hacia el futuro porque te pierdes el presente. Siempre ponemos etiquetas porque nos resulta más fácil, pero yo ya digo que dejo las etiquetas en mi casa y depende del día cojo una u otra. No hay que dejarse influir por ello. Cuidado con el éxito porque te puede subir muy alto, pero debes tener los pies en la tierra. Parece que tenemos en la cabeza algo así como: “Mujer, actriz, cincuenta y ocho años, no puede hacer esto”. Y la gente alucina cuando me ve colgada boca abajo al final de la obra, porque claro, ¡esta profesión me exige estar en forma! Me encanta que me sigan dando papeles aventureros, ¡porque me apetece hacerlo y físicamente me lo puedo permitir!

Belén, ¿te quedarías con el teatro? Con el tiempo ¿sabes qué elijo? A las personas. Me fascina tanto el teatro, como la televisión o el cine. Con Magüi trasciende más allá de ser nuestra directora. Como mujeres, nos hemos entendido tanto… ¡Tiene casi ochenta años! Para mí es una master class estar con ella. Aprendemos la una de la otra. El teatro te da la oportunidad de contar la misma historia de diferentes maneras cada día. Es todos los días en directo, a veces cuesta. Pero siempre me he topado con directores y directoras con las que cada día es un paseo. En el teatro no se puede ser individualista, si tu compañero está bien, tú sacas más cosas buenas de ese día de trabajo. En el cine, yo he vivido que la primera secuencia que grabábamos ¡era la última de la película! Y en televisión igual, pero me gustan todos los formatos.

¿Qué recuerdos guardas de tu primera película ‘Mar Adentro’? Ahí era un bebé… Me acogieron con los brazos abiertos. Rompí todos los moldes: era mi primera película, venía de la televisión, era mujer ¡y tenía 40 años! Hace muy poco, cuando hice ‘Madres’ era la primera vez que trabajaba con una directora de fotografía que fuera mujer. ¿Cómo así? Para mí ver y trabajar con guionistas mujeres es primordial. ¡Es necesario! Cuando grabé ‘La Ermita’ en el País Vasco, la directora era Carlota Pereda, que ganó premios con ‘Cerdita’ y era la primera mujer directora de género. ¡Por favor, que estamos en el siglo 21! ¡La primera! Había cierto recelo y desconfianza de los productores a que fuera mujer. Por eso este es el momento en el que se elige a mujeres sí o sí. Ahora se les debe dar prioridad.

¡Te gusta hacer filmes de terror, has repetido con la película ‘La Ermita’. Sí, la verdad (risas). Fue increíble porque había muchas dificultades pero a mí me gustó vivirlas. Por ejemplo, con la actriz principal, la pequeñita, tenía una coach que hablaba en euskera. Cuando se ponía nerviosa antes de actuar, la niña me hablaba a mí en euskera. Yo le decía que no entendía nada pero que iba a intentarlo… (risas) Siempre aprendo cosas y el resto también; hay predisposición por parte del equipo. Además de las personas, las localizaciones en el País Vasco son de no creer. Es una maravilla rodar así. Y el clima, ¡aunque lloviera a mares teníamos que seguir! Hay que incorporar las dificultades y hacerlas virtudes.

Háblanos de ese REENCUENTRO con mayúsculas de Los Serrano, ¡20 años después! Se cumplen 20 años desde la primera vez que se emitió el primer capítulo y fue Fran Perea el que movilizó todo esto (risas). Es como cuando tienes una amiga de la infancia y puede que pase mucho tiempo o viváis lejos, pero cuando os volvéis a ver, ¡es como si te hubieras visto ayer! Con el resto de actores, había seguido en contacto, pero con el pequeño, con Jorge, que no se dedica a esto, le vi y dije ¡eres un señor! (Risas) Fue emocionante. Recordamos anécdotas y ha sido un reencuentro para todas esas generaciones para las que Los Serrano ha calado hondo. Me encanta cuando se me acercan niños pequeños diciéndome “tú eres Lucía la de Los Serrano”. Me quedo helada porque esos críos de seis años han visto la serie porque sus padres la vieron.

¿Con qué directora te gustaría trabajar? Me encantaría trabajar con Coixet, me parece muy particular y con un universo muy único. Texto de Ángela Saiz. Fotografía de Jero Morales.

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