Javier Gutiérrez. Bienvenido a las rebajas morales.
Juan Cavestany dirige a Javier Gutiérrez y Luis Bermejo en esta obra que pretende hacer levantar de sus asientos a los espectadores. ‘El traje’ es una comedia negra en la que sale a flote el instinto de supervivencia más animal que cada uno de nosotros tenemos. Hablamos con Javier Gutiérrez, una de las partes de este duelo interpretativo.
‘El traje’ es una obra que para nada es previsible y nos va a sorprender… Podríamos decir que es un espectáculo rara avis ya que el espectador va a viajar desde el drama a la comedia mientras permanece atónito y sorprendido ante todo lo que está viendo encima del escenario en la hora larga que dura la obra. Si quieres ponerle una definición diríamos que es una comedia negra donde los dos personajes mantienen un pulso en el que afloran la tensión, la crudeza, el suspense y también el humor.
Y es que lo que nosotros percibimos desde ahí arriba es que se divierten y mucho. Como te digo al principio no entienden muy bien qué esta pasando, pero poco a poco van entendiendo de qué va la historia, además de que, en cierta manera, el espectador va participando de forma activa en la trama. Y es que siempre viene a complicarles un poco las cosas y no dárselo todo hecho. Como actor me gusta que el espectador no esté del todo cómodo en su butaca (risas).
Esta representación pone sobre la mesa el hecho de que cualquiera de nosotros nos podemos convertir en depredadores, en distintos aspectos de nuestra vida. Eso es, con este texto lo que se pretende es poner al espectador en alerta, pero lo hacemos desde un punto de vista de una comedia realista, pero también atroz. Una alerta para decirnos que en nuestra condición humana no estamos libres de convertirnos en auténticos depredadores y cómo nuestros deseos materiales más profundos pueden pervertir nuestra naturaleza más esencial. Y eso lo podemos extrapolar a cualquier ámbito de nuestra sociedad y nuestra vida… desde la corrupción política, pasando por la corrupción de nuestra propia alma.
La obra vuelve ahora con una versión renovada, su primer estreno fue hace más de diez años, y parece que no han cambiado algunas preocupaciones de la sociedad actual que se abordan en ella. Es cierto que hace una década la corrupción política era uno de los principales quebraderos de cabeza de los espectadores. Ahora, no es que ocupe la primera posición como entonces pero tampoco queda muy lejos. Lo que sucede en el 2023 es que el espectador tiene otras sensibilidades y preocupaciones que antes tenían menos protagonismo como son la soledad, la salud mental, la brecha generacional entre hijos y padres, la deshumanización del mundo en el que vivimos, las redes sociales… Habla de todo eso y lo hace de forma seria, pero también hay espacio para la risa, para la estupefacción.
Con este panorama, que también se refleja en la obra… ¿Hay espacio para el optimismo? Yo creo que sí, pese a todo. Yo quiero ser optimista y pensar que debajo de todo lo anterior, se puede seguir confiando en la capacidad y la naturaleza del ser humano; aunque cueste creerlo. Yo confío en el ser humano y para ello basta con ir haciendo pequeñas cosas en nuestro día a día, en nuestro entorno, con nuestra familia, con nuestros amigos o en nuestro trabajo. Gestos que pueden hacer que el mundo cambie un poco. Y si lo hacemos con una buena dosis de humor, bienvenido sea ese cambio. ¡Qué necesaria es la risa siempre! Texto de Victoria Herrero. Fotografía de Ricardo Solís.