Los colonos. La otra cara del western.
Los bellos paisajes de Tierra del Fuego contrastan con la crudeza de la historia de ‘Los colonos’, un western que no esconde los horrores a la hora de describir la historia de Alexander MacLennan y el genocidio selk’nam. El director Felipe Gálvez invirtió nueve años en realizar esta película, a la vez amena y sobrecogedor, que pudo verse en San Sebasian
El filme obtuvo una ovación de 10 minutos en el Festival de Cannes y el premio FIPRESCI de la crítica, ¿te sorprendió este gran recibimiento? Sí, obvio que te sorprende un montón, pero también es el resultado de un trabajo de nueve años. Casi un cuarto de mi vida se lo dediqué a trabajar en esta película. Creo que fue algo bueno, porque también a veces uno dice: “bueno, ¿por qué me demoré tanto?”. Pero creo que fue algo positivo, que sirvió para que la película madurara. En ese aplauso creo que también hubo un reconocimiento a la perseverancia. También es una película que yo intenté que no envejeciera. Si uno tarda tanto tiempo en hacer un filme puede ocurrir que éste acabe perteneciendo a otra década. Yo intenté continuamente que se mantuviera joven, vigente y provocadora. Obviamente todo lo que viene después del estreno es siempre una gran sorpresa y aún sigue sorprendiéndome.
Se trata de una obra muy ambiciosa para tratarse de una ópera prima, aunque ya tenías una trayectoria como cortometrajista y montador. Sí, pero el hecho de ser ambiciosa también fue una especie de prejuicio que se le puso a la película. Uno no selecciona una historia por la ambición, sino por el tema. Me obsesionó el tema, quizá desde un lugar ingenuo desde el punto de vista de la producción. A la hora de escribir el guion el papel lo aguanta todo pero me empecé a dar cuenta de lo complicado que era cuando tuve que presupuestar lo que había escrito. No sabía tanto de cómo hacer cine cuando empecé a hacer esta película, quizá por eso me demoré tanto, porque lo fui aprendiendo durante el trayecto. Pero al fin y al cabo a mí lo que me movía era el tema: hacer una película sobre el genocidio Selk’nam , hacer un western en Latinoamérica…Y a fin de cuentas lo que ocurrió es que el interés que tiene uno lo comparte con otra gente, y eso es lo que hizo factible la película, que había más gente interesada en que se contara esta historia.
Además del teniente MacLennan y de José Menéndez, ¿hay más personajes reales en la película? No, solo ellos dos están basados directamente en personajes reales. La familia de Jose Menéndez aún es dueña de gran parte de Tierra del Fuego. De hecho fue muy difícil rodar la película por esta razón. Hasta hace no tanto había también un río que se llamaba MacLennan, al que se cambió el nombre no hace más de diez años. Hay calles en las ciudades con el nombre de Alexander MacLennan. No sólo son reales, sino que son muy populares en la zona. Vienen a ser los fundadores.
La cinta bebe mucho del western pero también en gran medida de las películas bélicas, que normalmente también son antibelicistas. Claro, había una referencia a un montón de cine. En la película hay cientos de referencias y cientos de citas hechas sin ninguna vergüenza. Para mí era un filme cinéfilo que además hace una reflexión sobre el cine y sobre el rol propagandístico que ha tenido el western norteamericano para mostrar los países civilizados y desde ese punto de vista yo me di la libertad de jugar con muchas referencias de diferentes épocas. No me ceñí necesariamente a lo clásico. Por ejemplo, nuestro aspect ratio es un full-frame de las cámaras digitales de hoy porque yo creo que los western en su día trataban de usar la mejor tecnología del momento. Si John Ford estuviera vivo probablemente usaría el mismo tipo de cámara que hemos usado nosotros. Después la imagen tiene un grano que más bien hace referencia a las primeras experimentaciones de la fotografía de los hermanos Lumière, a la autocroma, que tiene que ver con una cierta artificialidad. A mí me gusta que esté presente esta artificialidad del cine.
Pero la tragedia que se cuenta es muy real. Sí, podría decirse que hace denuncia. Y también es una especie de reflexión sobre el western. Como yo soy editor, en mi cabeza esta película está hecha con los descartes de aquellas películas, las partes que un western tradicional no te mostraría. Las escenas que uno decide borrar, los tabús de esas películas. Tiene la estética de un western, hace referencia a un western pero las escenas fuertes que te muestra normalmente no están en esos filmes. Sin embargo, sí estaban en la historia, en lo que aconteció en aquellos años. Y sí, como decías antes, también hago una reflexión propia del cine bélico. Porque Segundo es un personaje que atraviesa el horror y ya se queda viviendo en ese horror. Eso es muy propio del cine de guerra. Incluso diría que también me adentro un poco en el cine de terror.
«En mi cabeza esta película está hecha con los descartes de los viejos western, las partes que un western tradicional no mostraría. Las escenas que uno decide borrar, los tabús de esas películas».
La división en capítulos, ¿buscaba esa artificialidad de una historia o de un cuento? O la de una película. El cine también hace eso. Es una herramienta de manipulación. La música, el uso de las lentes…todo en una película sirve para manipular la realidad. Esa es mi idea de lo que ha sido el cine en los últimos cien años. Cada vez ha ido teniendo menos que ver con representar la realidad y más con transformarla.
Al principio quisiste rodar el filme en blanco y negro pero cambiaste de idea por la belleza de las localizaciones. Las localizaciones son increíbles pero estar allí por la noche, con el frío, el agua…ya no es tan bonito. Eso es algo que tratamos de captar con el sonido, esa agresividad, ese ambiente inhóspito, pese a lo bonito que pueda ser. Te va comiendo la cabeza el sonido del viento y la experiencia de estar allí difícilmente uno la puede describir como linda. Uno se siente muy desprotegido. La película la decidí filmar a color en parte por las localizaciones y en parte por acercar la película al espectador. Al principio yo quería que fuera en blanco y negro porque para mí los Selk’nam no existían en color, pero después me encontré con estas fotografías coloreadas, y me pareció una cosa muy atractiva porque al fin y al cabo la película reflexiona acerca de cómo se cuenta la historia, quién pinta las imágenes y cómo se escribe. Como suele decirse la historia la escriben los ganadores y aquí los que la escriben son los colonos.
Los personajes de Bill y el Teniente MacLennan cometen acciones terribles pero sobre todo al comienzo pueden llegar a ser carismáticos en sus piques y en sus diálogos, ¿fue un efecto buscado a la hora de escribirla y de dar indicaciones a los actores? Primero de nada me parecía muy interesante situarme en ese presente, no tratar de hacer una lectura del pasado desde nuestro presente. En aquel presente el comportamiento de estas personas no tenía cuestionamiento de nadie, ni del estado, ni de los intelectuales de la época, ni de la izquierda ni de la derecha. Lo que ellos hacían era lo correcto. No tenía cuestionamiento moral de ningún tipo. Ellos estaban allí haciendo su trabajo. Esas personas pueden tener una personalidad de cualquier tipo: pueden ser simpáticas o no serlo, psicópatas o no, amigables o no…Como a mí me interesa esta manipulación yo buscaba que a los espectadores les cayeran bien estos personajes y que en un momento de la película se sintieran incómodos por haber tenido esa proximidad con ellos. Al final de la película el espectador es el que tiene que elegir con qué personaje quiere sentirse más cercano, ese es el juego que yo propongo.
Sin destripar mucho es curioso que, a pesar de que hay mucha violencia, el final también es en cierto modo incómodo, violento, dentro de su calma. Una pregunta que yo he hecho mucho a los espectadores es “¿Cuál fue para ti la escena más violenta?” y generalmente lo que la mayoría de las personas encuentran más violento en el filme es la violencia no explícita. Eso a mí me ha llamado la atención y me ha parecido muy interesante. A mí también me parecía necesario mostrar la violencia explícita porque no ha habido muchas películas sobre el genocidio Selk’nam ni sé cuántas va a llegar a ver, me costó nueve años hacer esta…Me parecía una responsabilidad ética mostrar lo que había ocurrido. Luego también en el filme hay violencias que tal vez ya no existen y otras que hoy siguen estando totalmente vigentes. Eso hace que ‘Los colonos’ sea una película que habla del pasado pero que al mismo tiempo repercute en el presente.
‘Los colonos’ es la candidata de Chile para los Oscar. Más allá de cuál sea el destino de la película a partir de ahora, ¿te parece interesante que llegue a verse en la que fue la cuna del western clásico? Todo lo que ayude a que la película tenga más exposición a uno le pone muy feliz. Que la cinta pueda acercarse a esta industria norteamericana que es la que hizo crecer el western tiene un sentido muy lindo para el filme. Ver cómo esa crítica puede interpretarse en el lugar que generó la mayor parte de ese cine es muy interesante. Acabamos de mostrarla en Toronto y la recepción ha sido muy buena y ahora la llevaremos a Nueva York. Estoy ansioso de ver cómo la recibe la gente que ha producido más western y también más western revisionista. Esta es de Latinoamérica pero me gustará ver como dialoga con su cine. Creo además que llega en un año en el que a raíz de la película de Scorsese y de ciertas reflexiones sobre la figura del cowboy este tema está en agenda. Tengo la suerte de que es un tema que en estos tiempos se está revisando fuertemente en Estados Unidos, así que creo que llega en un momento oportuno. Texto de Roberto González.