Irantzu Varela. El humor como herramienta de activismo.
Irantzu Varela se sube a los escenarios para presentar ‘Señoricidio’, monólogo que pretende, desde el humor, señalar cosas que no hacen gracia. En esta entrevista sabremos algo más de los mensajes que subyacen en esta obra, mientras exploramos su perspectiva sobre cuestiones fundamentales de género y sociedad.
¿Qué te inspiró a crear y presentar el monólogo ‘Señoricidio’? Lo que me inspiró a crear el monólogo ‘Señoricidio’ fue que desde una perspectiva feminista, habitar un cuerpo leído como de mujer, es una constante exposición a la violencia. Puedes enfadarte, puedes sentir rabia, también buscar mecanismos de autodefensa, individual y colectiva, y yo hace tiempo que descubrí que el humor es uno de los mejores. El humor desmonta, desarma y además es muy reparador para quien lo hace.
Todas esas violencias que hemos vivido tanto yo como las mujeres que me rodean, se han convertido en rabia y esa rabia yo he sido capaz de convertirla en humor. Siempre digo que hago chistes para no delinquir. Era ponerme a hacer chistes o tomar las armas por decirlo de alguna manera.
Hablar de señoricidio y de lo ridícula que es la masculinidad me resultaba bastante más práctico para mi vida que la otra alternativa.
¿Cómo definirías el término «señoricidio» y por qué lo elegiste como título? Señoricidio es una derivada de la palabra «señoro». Pusimos la palabra señoro en la agenda pública como un término para diferenciarlo de la palabra señor y que vendría a ser un tío cishetero contento de los privilegios de los que disfruta y que no se preocupa de ellos.
El señoricidio es acabar con la masculinidad que les hace creer a algunas personas que tienen derecho a tener privilegios, privilegios que siempre se tienen a costa de otras personas y que les hace creer que pueden vivir explotando nuestros trabajos, nuestros cuerpos, nuestra vida, nuestra libertad.
Hay que acabar con la masculinidad. Hay que acabar con los señoros. Señoricidio.
«Nos reímos y se ríen quienes vienen a verme porque les hablo de cosas que nos han sucedido a todas y les hablo de las ganas de matar que les han pasado por la cabeza. Y eso es divertidísimo» .
¿Puedes compartir algunas de las experiencias o anécdotas personales que influyeron en la creación de este monólogo? Creo que todas las mujeres compartimos experiencias sobre lo ridícula y ridiculizable que es la masculinidad. Yo cuento una que nos ha sucedido a todas las mujeres que conducimos sobre cómo, a lo largo de tu vida, muchos hombres te van a dar instrucciones sobre cómo conducir tu propio coche, algunos de ellos incluso sin saber conducir y sin que ni siquiera hayas pedido y sin que resulte de ninguna ayuda, o todo lo que implica habitar un cuerpo leído como de mujer. Todas las guarradas y babosadas que tenemos que aguantar en la calle, o todas esas cosas que sabemos hacer de sobra pero que los hombres siempre nos tienen que explicar… Es un no parar. Por eso nos reímos, y por eso se ríen quienes vienen a verme, porque les hablo de cosas que nos han sucedido a todas y les hablo de las ganas de matar que les han pasado por la cabeza. Y eso es divertidísimo.
¿Qué papel crees que desempeñan las manifestaciones artísticas y culturales en la promoción del cambio social y la conciencia feminista? He sido durante muchos años una defensora de la lucha política, de la movilización, la organización colectiva, la presión en las calles y me sigue pareciendo la herramienta clave, pero en los últimos años me he dado cuenta de que las creaciones culturales son también muy útiles por crear un imaginario del mundo en el que nosotras queremos habitar. Y es mucho más fácil crear un mundo cuando ya te lo has imaginado. Así que yo cada día estoy más convencida de que el arte y todas las manifestaciones de cultura pueden contribuir al cambio social y a la revolución.
Las escritoras, actrices, artistas plásticas, cantantes… las que están comprometidas con el feminismo y a las que el feminismo les sale caro, no aquellas que se aprovechan de él para capitalizarlo, tienen una labor equiparable a la de las activistas. Y, entre ellas, las humoristas, en esa tarea de ridiculizar la masculinidad, encuentran una forma muy eficaz para llegar al objetivo principal, que es destruirla. Es algo que hacen y hacemos muy bien. Texto de David Tijero. Fotografía de Essel Fotografía.