Premios Pritzker. «And the winner is…»
Estas últimas semanas y como un ritual mediático que vuelve cíclicamente cada año por estas fechas, hemos tenido a bien ser bombardeados por las múltiples reseñas que se han ido publicando de la figura y obra del último Premio Pritzker de Arquitectura de 2023, David Alan Chipperfield. Desde esta modesta columna, me animo, y, seguramente redundando en lo ya dicho, me atrevo a escribir unas breves notas al respecto.
Dejando de un lado la parte más biográfica de su persona, para no extenderme, sería interesante resaltar sus variadas colaboraciones con otros arquitectos, así como sus inicios formándose con Foster y Rogers en sus primeros años. También como su vinculación a Galicia donde diseñó su propia casa, en Corrubedo.
Su obra es variada, extensa, razonada y madurada, bien lejos del artificio y lo ostentoso, a pesar de intervenir con reconocible y reconocido acierto en obras de incuestionable valor patrimonial en todo el orbe. Se pueden recopilar determinados adjetivos hacia su arquitectura, tales como, “minimalista y antiretórica, dominada por volúmenes simples…”, “cívica”, “sobria pero a la vez innovadora”, “ejecutada con austeridad”, etc…
Después del reconocimiento estos últimos años de otros arquitectos con marcadas trayectorias centradas en la recuperación de aspectos del lugar y de lo sostenible o social, como Lacaton y Vasal o al propio arquitecto burkinés Francis Keré, ganador el pasado año. Tal vez lo que se pretende con este premio sea reivindicar de una vez por todas, la figura preminente del arquitecto como sujeto capaz, por su formación, de pensar de forma racional desde un profundo análisis del objeto del proyecto, del lugar, del entorno social e incluso de la incidencia global de la propuesta arquitectónica, eso sin dejar de lado esos aspectos incuestionables de lo social, ecológico-sostenible, anteriormente citados. En definitiva, del arquitecto del Renacimiento omnímodo en su formación, culto y sabio, conocedor de que el futuro es colaborativo y participativo, para que la arquitectura vaya de la mano de un verdadero desarrollo social.
Otro de los aspectos que ofrecen mayor aliento a futuro, a juzgar por este galardón, es el reconocimiento de su pensamiento, en el cual priman esos aspectos de compromiso a lo que supone crear unas ciudades más justas y de mayor equilibrio social, a la par que más bellas y sostenibles.
Al final, no cabe menos que citar una serie de obras dentro de las muchas y muy valiosas que ha firmado. Desde las más cercanas como la Ciudad de Justicia de Barcelona, del edificio Veles e Vents, en el puerto de Valencia y de un conjunto de viviendas sociales en Villaverde Bajo, en Madrid. O el Centro Pereda, la sede de la Fundación Santander en la capital cántabra, con su nuevo nombre Faro Santander, construido sobre las fachadas de dos edificios históricos en la primera línea del ensanche. Hasta las más reconocidas y aclamadas como la rehabilitación del Neues Museum en la Isla de los Museos de Berlín, en ruinas desde la guerra o la propia restauración de la Nationalgalerie de Potsdamer Platz, quizá el edificio más emblemático del siglo XX, de Mies Van der Rohe, igualmente en Berlín. Y un buen número de obras en las Islas Británicas, EEUU y China.
Su estudio tiene sedes en Londres, Berlín, Shanghai, Milán y Santiago de Compostela.
Así que, conociendo el proceder de los mandatarios de Bilbao, habría que decir eso de “…y el Chipperfield pa cuando”. Texto de Leonardo Ignacio González Ferreras. America’s Cup Builiding ‘Veles e Vents’, Christian Ritchers.