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Pájaro. Remontando el vuelo.

Pajaro

Tras unos problemas de salud serios, que le obligaron a cancelar varios conciertos, Pájaro vuelve con su banda a la carretera, el hábitat natural de un artista que también es noticia por la publicación del libro de Alfred Crespo ‘De Santa Leone al Gran Poder’, donde se repasa la vida y la obra del genial músico sevillano.

Para empezar, ¿qué tal estás de tus problemas de salud? Justo empezamos a grabar el primer tema del nuevo disco, y se me empezó a hinchar la pierna y no le dimos mucha importancia, hasta que vimos la gravedad del asunto. Pero hora esto va mejor, aunque me tienen que seguir haciendo pruebas para ver cómo va el coágulo. Lo malo es el tratamiento, porque la medicación te jode los dedos y no puedes darte golpes fuertes, pero bueno… sarna con gusto no pica, y peor era lo de los guitarristas de blues a los que no dejaban subirse a la parte de delante de los autobuses. La verdad es que ha sido un antes y un después, y me ha hecho cambiar muchas cosas, dejar de fumar y cortar un poquito “las chuches” y las cosas que, normalmente, usamos los músicos (risas).

¿Cómo surge la idea de “De Santa Leone al Gran Poder”, el libro que ha hecho Alfred Crespo sobre tu figura? Pues esto es una idea que se le ocurrió a “Coco” (Alfred Crespo), que quería contar la historia de Pájaro como persona, pero también como banda. Yo creo que está muy bien porque es un libro biográfico, pero también contamos cómo hicimos las canciones de los tres discos, así que ahí está el desparpajo y la poca vergüenza que tenemos, pero al mismo tiempo, la pasión por la música que realmente, es lo que nos mueve.

¿Marca mucho crecer en un barrio como Alcosa? Yo llegué a un barrio que se acababa de construir y al que llamábamos “el más allá” porque estaba totalmente fuera de la ciudad; y el otro día pensaba en cómo ha cambiado y en lo mayor que estaba el barrio, y luego me miré al espejo y pensé “si está como yo” (risas)… estamos envejeciendo juntos y eso es algo maravilloso.

Yo volví a Alcosa cuando murió mi madre y la verdad es que no me arrepiento, porque es donde has jugado de chico y conoces a todo el mundo: la señora del kiosco, el carnicero… y todo eso tiene mucho que ver con lo que luego hago en la vida y en la música, estás en tu tierra y mola, y ya no podría vivir en una urbanización alejado de todo esto. Soy de barrio, la vida aquí es muy bonita y la vives porque estás con la gente.

Esa necesidad de estar siempre con gente es algo muy sevillano ¿no? Es que también tenemos un clima que te ayuda a no estar en casa, hacemos la vida en la calle; yo me levanto por la mañana, voy a hacer las compras, y antes de ir a casa, me paro en el bar a hablar con los “puretas” sobre el Betis o sobre cualquier cosa… tío, eso no tiene precio, lo peor es ver cómo la gente va envejeciendo y muriendo, pero eso también es parte de la vida.

En el libro hablas sin tapujos y con una sinceridad sorprendente de asuntos escabrosos como tu relación con las drogas… ¡Claro! ¿A estas alturas de la vida qué vas a decir? Pues la verdad, lo que tú eres y cómo has podido sobrevivir a todas las cosas que han pasado. Las cuento sin pudor, también de una forma reivindicativa y para denunciar cómo entraron las drogas en nuestro país después de morir el fascista, y acabaron con toda una generación, porque contando, yo habré perdido por ello unos 50 ó 60 amigos. No hay que guardarse nada porque además, si no, lo va a contar otro, y siempre es mejor que tus hijos se enteren de las cosas por ti. Al final, somos seres humanos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, y todo eso también forma parte de tu vida y tu personalidad.

“Hay gente con muchísimo talento que luego lo desperdicia haciendo grupos tributo, algo que me parece un error. Para que la música evolucione, hay que seguir investigando. Por suerte, también hay gente con una cultura musical enorme, haciendo cosas maravillosas, como Derby Motoreta´s Burrito Kachimba o Los Fusiles, aquí en Sevilla”.

Uno de los nombres que más aparece en el libro es el de alguien que ya no está en este mundo, pero al que siempre se nombra al hablar de Pájaro: ¿qué significa para ti la figura de Silvio? La verdad es que es un honor que siempre me relacionen con él. Cuando tenía 14 años, escuchaba en la radio un programa de Rosa María Pinto, que ponía rock and roll sevillano, y el primer día que escuché la voz de Silvio me quedé enamorado, yo quería ser como este tío, o por lo menos, tocar con él, y mira cómo son las cosas que, al final, fui su guitarrista. Es un tipo que nunca le ha debido nada a nadie, murió de sí mismo y vivió la vida a un nivel que mucha gente fliparía, y por eso se le quiere tanto aquí en Sevilla. Siempre iba a la contra de todo y de todos, y ese era el punto vacilón de Silvio: sevillista y le hace una canción al Betis, rockero y cofrade… ¡manda cojones! (risas). Pero muchas veces ser uno mismo es muy difícil.

Pero hay muchos rockeros andaluces que empezaron a interesarse por la música con la semana santa, ¿no? Desde siempre, la música estaba en las calles en semana santa. Cuando eras niño, salías con tus pantalones cortos y tus zapatos de charol, que eran horrorosos, y de pronto, se te olvidaba todo entre los olores a incienso y ese ambiente que yo creo que nada tiene que ver con lo religioso, sino que es un espectáculo golfo, la gente no se pone a llorar porque ven al cristo, sino porque se han tomado 700 cervezas (risas). Era la única forma que teníamos de escuchar música en directo, y la verdad es que las melodías son muy chulas y aunque luego escuchas a Rolling Stones o Elvis, esa música de semana santa también la tienes ahí, igual que el flamenco… es algo que sale, aunque lo que hagas luego vaya por otro lado.

Volviendo con la figura de Silvio, ¿te sientes una especie de sucesor de uno de los tipos más conocidos y apreciados de Sevilla? Al final, el comandante es el comandante y a mí me tocó estar a su lado, pero no creo que nadie pueda sucederle… ni el Cid campeador (risas).

Hablemos ahora de Raúl Fernández, otro de los grandes protagonistas del libro y de tu vida. ¿Habría sido posible tu actual proyecto musical sin él? No, en absoluto, Raúl es la voz, el temple, la inteligencia y el trabajo. Sin él, esto habría sido muy difícil, porque mi forma de hacer las canciones no es normal: yo llego con una melodía cantada en vikingo, con un punto muy anárquico y viene Raúl y me dice “esto es una maravilla, pero vamos a poner esto aquí, eso allí…”; aparte de cómo toca el tío, que es una maravilla y podía estar como guitarrista solista donde le diera la gana. Es como un hermano para mí, porque me cuida y además, siempre es muy bueno tener a tu lado alguien que te diga que la estás cagando. En este trabajo, no todo es risa, porque la gente paga por escucharte, y de ahí han podido venir la mayoría de las discusiones, aunque cuando las cosas salen bien, también me dice “eres un cabrón, podías ser siempre así”… pero es que, si fuera siempre así, sería un pesado (risas), y la libertad también es eso. Pero bueno, como te digo, Raúl y yo, al final, somos como una pareja, con nuestros momentos buenos y no tan buenos, pero ya quisiera la guardia civil tener una pareja como la que hacemos nosotros (risas).

¿Te arrepientes de no haber sido más disciplinado a la hora de hacer música? Siempre hay que tener un poco de disciplina para tocar un instrumento, así que algo he tenido, pero no me arrepiento de nada, porque tampoco serviría para nada. Mi padre me metió en el conservatorio con 9 años y salí con 10, porque estudiar solfeo y todo eso no era para mí, yo aprendía a tocar las canciones de oído, así que pensé que, para estar dos años más allí, prefería estar escuchando los discos de Jimmy Hendrix en casa. Además, conservatorio… conservador… sólo la palabra ya me aterra (risas). Pero, bueno… hay muchos músicos, sobre todo los flamencos, que tocan lo que les da la gana, que no saben ni que nota están tocando, pero suena de maravilla y no necesitan saber nada más.

¿Y cómo ves el panorama musical después de la pandemia? Pues lo que veo es que hay gente con muchísimo talento que luego lo desperdicia haciendo grupos tributo, algo que me parece un error, porque para que la música evolucione, hay que seguir investigando, y si haces algo que ya ha hecho otro, eso no sirve de nada. Por suerte, también hay gente con una cultura musical enorme, haciendo cosas maravillosas, como Derby Motoreta´s Burrito Kachimba, o Los Fusiles aquí en Sevilla. Veo futuro en la música, lo malo es que no veo tanto futuro en el mundo y en el planeta; todo se está yendo a la mierda, vivimos en una vorágine de mentiras y estamos viviendo tiempos muy feos. Pero bueno… tenemos música, que es la mejor aspirina que se puede tener, porque, al igual que todas las artes, vale para todo.

¿Ya tenéis ganas de volver a la carretera? Muchísimas. El 1 de noviembre me dio el rollo este y tuvimos que suspender los bolos que teníamos, así que ahora estoy como un niño chico el primer día de cole; además, aunque se me vea el plumero, te diré que tocar en Euskadi es muy especial para mí, porque la gente valora mucho el arte y lo que hacemos, y tengo muy buenos amigos allí. Cada vez que volvemos, lo hacemos con pena porque nos gustaría estar más tiempo allí.

¿En qué formato te sientes más cómodo? ¿En dúo con Raúl o con toda la banda? Son cosas muy diferentes. Con la banda todo tiene que estar muy medido, porque somos seis tíos ahí arriba, y la improvisación tiene que ser muy buena y más sutil. Con Raúl nos explayamos mucho más con las guitarras porque nos conocemos perfectamente. La verdad es que me lo paso muy bien en cualquiera de los dos formatos… ¡pero es que tengo una bandaza que manda cojones! Lo mejor es que, poco a poco, a base de muchas horas de tren y volante, estamos consiguiendo que se nos reconozca y se nos respete. Yo me estoy cuidando todo lo que puedo porque todavía hay mucho que hacer, hemos hecho tres discos pero la obra no está terminada.

¿Entiendo, por tanto, que ya estáis preparando un nuevo trabajo? Sí, ya estamos con cosas nuevas, y con eso soy muy exigente, me cuesta mucho hacer canciones, y para mí esta es una nueva etapa, porque repetir es de cobardes. Ahora mismo estamos muy ilusionados y espero estar a la altura porque, realmente, el problema no es la trombosis, sino el tratamiento, pero una vez en el escenario, si te sangran los dedos, mejor van a salir las fotos. Esas heridas se curan, pero las de no subir al escenario son más difíciles de cerrar. Texto de Sergio Iglesias.

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