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Yarin. Danza entre culturas.

Yarin

Este espectáculo que fusiona danza vasca y flamenco está concebido e interpretado por el dantzari Jon Maya y el bailaor andaluz Andrés Marín, de ahí su título, fusión de ambos apellidos. Se trata de la tercera producción propia de la Sala BBK tras ‘Yerma’ y ‘Borderland’. Hablamos con Jon Maya.

El encuentro entre lenguajes artísticos y la capacidad de realizar colaboraciones son el principal sello de tu trabajo. ¿Cómo nació la semilla de ‘Yarin’? ¿Fue a raíz del contacto y admiración que sentíais el uno por el otro? ¿A cuándo se remonta tu amistad con Andrés Marín? Yo ya desde hace tiempo, desde que empecé el trabajo con Kukai haciendo una creación contemporánea a partir de la danza, siempre he mirado al flamenco como una referencia. Me interesaban bastantes creadores flamencos como el propio Andrés Marín, Israel Galván o Rocío Molina. Siempre he pensado que algún día llegaría el momento de hacer algo relacionado con el flamenco porque la dantza vasca y el flamenco son dos sociedades con raíces muy potentes, muy profundas, pero que al mismo tiempo tienen un desarrollo en su contemporaneidad. Con Andrés ya coincidí hace tiempo en unas mesas de coreógrafos en Madrid y por nuestros apellidos nos tocó sentarnos uno al lado del otro. Empezamos a hablar sobre cómo veíamos cada uno el mundo de la creación y ahí encontramos puntos en común en nuestra forma de verlo. A él también le interesa mucho la cultura vasca como, por ejemplo, la obra de Oteiza. Hace un par de años aproximadamente invitamos a Andrés al proyecto ‘Soliloquio’ y ahí empezamos a profundizar en las conversaciones. Decidimos el verano pasado realizar un par de referencias de creación y juntarnos un par de semanas para ver qué daba de sí nuestra unión. Al mostrar el resultado al público nos dimos cuenta de que entre los dos había una conexión y sucedían cosas bonitas cuando bailábamos juntos y también que el material que surgía nos suscitaba algún interés. A partir de ese encuentro en principio sin pretensiones nos dimos cuenta de que nos podíamos animar a una creación y ahí es cuando pusimos los cimientos para ‘Yarin’, que ya está en marcha y ya ha tenido su estreno en las dos entidades productoras, la Bienal de Flamenco de Sevilla y la Sala BBK de Bilbao.

YARIN2

» Yarin trata un tema totalmente universal, el encuentro entre dos personas y dos culturas. Le deseo larga vida a la gira y tiene pinta de que va a ser así».

¿Qué similitudes y puntos de conexión encontrasteis entre la danza vasca y el flamenco? Tampoco hemos intentado buscar tanto los elementos en común; creo que lo hemos planteado más como un encuentro y como un diálogo. Andrés es muy Andrés y trabaja desde su raíz y Jon es muy Jon y trabaja desde la suya. Indudablemente compartimos un espacio, un entorno y dialogamos. Encuentro, diálogo y raíz son, por tanto, las palabras fundamentales. En ese diálogo hay mucha escucha, otras veces cuesta más ese diálogo…como en la vida misma. Evidentemente hay puntos de conexión en cuestiones como el ritmo, los movimientos o, sobre todo, cómo nos enfrentamos a un reto así.

¿Surgió algún tipo de dificultad de tipo técnico a la hora de combinar ambas danzas en el escenario? No, en el escenario ha sido todo muy fluido. Ha habido un trabajo importante a la hora de encontrar el camino. Aquí me gustaría mencionar al equipo de creadores que han colaborado con nosotros como Julen Achiary, que está en el escenario con nosotros, Sharon Fridman en la coreografía, David Bernués en la iluminación o Xavier Erkizia en el espacio sonoro. Ha sido un proceso laborioso pero fácil y muy agradable. No señalaría ninguna dificultad aún sabiendo que somos personas muy distintas con hábitos de trabajo también muy diferentes.

Ya habías trabajado previamente con todo el equipo técnico. Sí, con todos. Con Sharon empezamos un camino con el espectáculo ‘Erritu’ de Kukai, después en ‘Gauekoak’. Es una persona con la que me entiendo muy bien y que trabaja muy bien desde la esencia. Su mirada ha aportado sobre todo ese encuentro y ese abrazo entre dos cuerpos. En el caso de Julen Achiary hemos trabajado juntos anteriormente pero en ese caso su labor es especialmente importante. David es de la casa y se ha encargado siempre de la iluminación en Kukai. Y Xavier Erkizia ha sido clave al darle una ambientación a ‘Yarin’ que nos ha llevado a un universo muy sugerente.

‘Yarin’ es la fusión de vuestros apellidos pero también significa “mañana”. ¿Cuál es la idea narrativa detrás de la función? Supongo que un futuro en el que todas las culturas puedan convivir y se entiendan. Sí, creo que es uno de los retos que tenemos como sociedad. Por un lado trabajar desde la raíz es una posición política en un mundo tan homogéneo. Trabajar a partir de la singularidad es un gesto. Trabajar desde la interculturalidad también es una declaración de intenciones importante. Desde el entendimiento pero respetando a la vez la diferencia. El espectáculo muestra que este diálogo es necesario. Esa interculturalidad es la forma en la que nos imaginamos que puede construirse el futuro pero bueno, tampoco es un camino de rosas. Hay encuentros y desencuentros y en ese diálogo uno se enriquece del otro. Cada uno comparte lo suyo pero recoge también del otro.

En la puesta en escena predomina el color negro. Hemos querido construir un universo bastante neutro en el que la relevancia esté en el encuentro entre nosotros. Todo ha ido al servicio de eso. También el diseño de vestuario de Ikerne Jiménez. Es una apuesta con cierta radicalidad y mucha personalidad, con una puesta en escena muy neutra y muy austera y con un vestuario muy contemporáneo pero a la vez inspirado en elementos y símbolos de nuestras raíces. Ikerne Jiménez ha hecho un trabajo muy bonito con diferentes negros texturizados que por un lado son muy identificables de algunos de nuestros símbolos pero por otro incluyen también tejidos y texturas muy actuales.

¿Qué valoración hacéis del recibimiento que ha tenido la obra en su estreno en la Bienal de Sevilla y en la Sala BBK? Ha sido muy bueno. En la Bienal de Sevilla para mí era un reto. Como soy nuevo en esto del flamenco actuar en un evento de esta magnitud y en el teatro central lleno y con el público en pie fue una motivación extra para la gira. En Bilbao fue muy bien, tres funciones con el teatro lleno. Recién hemos vuelto de Nimes, donde también ha ido muy bien. Creo que tenemos una pieza con una personalidad propia, especial y muy poética y que a la gente le llega esta poética y esta humanidad, que es otra de las cuestiones clave.

La obra nace con la ambición de pasearse por muchos escenarios de distintos países. Sí, es un tema totalmente universal, el encuentro entre dos personas y dos culturas. Le deseo larga vida y tiene pinta de que va a ser así. Creo que van a salir cosas buenas y que vamos a tener una gira muy bonita. Texto de Roberto González. Fotografías de Mikel Martínez.

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