Pilar Palomero. Madres luchadoras.
La directora de ‘Las niñas’ refleja en ‘La maternal’ el drama de las madres menores de edad en una cinta que destaca por la verosimilitud de sus diálogos e interpretaciones. La revelación del filme es Carla Quílez, un auténtico torbellino de energía y naturalidad, que ha recibido la Concha de Plata por su interpretación, en el Festival de San Sebastián.
Al igual que ‘Las niñas’, esta película también tiene una estructura circular. En ‘La maternal’ es un poco menos circular que en ‘Las niñas’ donde sí era muy intencionado. Aquí también se da un poco con las bicis pero no fue algo muy pensado.
La secuencia inicial es definitoria a la hora de presentar a la protagonista y podría habernos llegado a provocar mucha antipatía, pero el desarrollo de la trama y el trabajo de Carla Quílez hacen que terminemos empatizando con ella. Lo mismo ocurre con el personaje de Penélope, encarnado por Ángela Cervantes. Eso sí que estaba muy pensado, muy medido, que fueran personajes ásperos, duros, que produjeran hasta un poco de rechazo, precisamente para intentar reflejar a través de la película que no han tenido las cosas fáciles. Que es muy fácil para nosotros juzgar “qué horror cómo se comporta esta persona”. Pero no sabemos qué circunstancias les han tocado vivir. En el fondo todos escondemos esa humanidad. Los personajes intentan esconderla para no mostrarse vulnerables. Ahí era muy importante el trabajo de las actrices, sobre todo con Ángela que sí se ha aproximado al papel de Penélope desde un punto de vista menos visceral, ya que Carla, por ejemplo, no tenía guion. Ángela quería ella misma a Penélope, la entendía. Intentaba comprender de dónde venía.
El trabajo de Carla es de una naturalidad impresionante tanto en los momentos distendidos como en los dramáticos. ¿Cómo la encontrasteis? A Carla la conocimos a través de instagram. La vimos bailando, porque ella baila reggaetón, ritmos urbanos… Bailando tiene mucha energía, es un huracán, un terremoto. Hicimos bastantes pruebas con ella, yo tenía claro que era un papel muy complicado. Tiene que pasar por estados emocionales muy complejos y ella lo dio todo. Lo que más me gustaba es que era una niña que tenía un rostro infantil pero que se transformaba en mujer cuando se enfadaba o cuando bailaba. Esa dualidad era importante para el personaje.
¿Cómo trabajasteis con ella sin darle el guion? Me guardé ese as en la manga no por buscar el efecto sorpresa sino para evitar que ella pudiera mecanizar algunas partes del guion o dar por hecho algunas emociones que podría atravesar el personaje. Pero la verdad es que viéndolo ahora se lo podría haber dado perfectamente porque ella ha ejercido totalmente de actriz y también podría haberlo trabajado perfectamente desde el guion.
«El eje central eran la madre y la hija y la dificultad que tienen para expresar que se quieren».
En el reparto intervienen las mujeres que encontrasteis en el proceso de documentación. Es la primera vez que aparecen en una película. Ellas fueron madres en su adolescencia. Las conocí en el proceso de documentación pero han trabajado también como actrices. De la manera en que hemos trabajado la película no hay diferencia a cómo hemos trabajado con Ángela Cervantes o con Rubén Martínez… con la gente ya tenía una trayectoria profesional.
Llama la atención que todo el reparto sean caras nuevas con respecto a las de ‘Las niñas’. No solo fue por una cuestión de edad sino que cada personaje requiere una cosa diferente. La energía que desprenden las protagonistas de ‘Las niñas’ es muy diferente a la que desprenden las madres de ‘La maternal’.
Los diálogos entre la madre (Ángela Cervantes) y la hija, Carla, son muy verosímiles y contienen ciertos toques de humor a pesar de sus difíciles circunstancias. El eje central eran claramente la madre y la hija y la dificultad que tienen para expresar que se quieren la una a la otra, a pesar de que se quieran muchísimo. Esto es un patrón que me he encontrado mucho en esta fase de documentación. En el drama también están estos momentos en los que somos torpes o decimos cosas que no tenemos que decir. No son tanto golpes de humor pensados para el espectador sino que más bien se centran en sus propias vivencias.
En la película están muy presentes las canciones de Estopa. Eso fue sobre todo porque me gustan mucho a mí (risas). Me pareció que la canción de ‘Tu calorro’ conectaba muy bien con C. Tangana y me parecía que unía muy bien a las dos generaciones. Yo escuchaba Estopa con veinte años y me parece que hoy en día las chicas escucharían a Tangana.
¿Has llegado a contactar con ellos? Ha sido todo a través de la discográfica. Sé que ellos están al tanto y que dieron su permiso, pero no he hablado con ellos ni sé su opinión. ¡Ojalá les guste! (risas)
¿Pensasteis en tratar el tema del aborto o no era adecuado dada la situación de las protagonistas? Cuando Carla se entera de que está embarazada ya lo está de cinco meses. No hay ningún dilema sobre el aborto porque directamente no es posible. En el noventa y nueve por ciento de las ocasiones cuando se enteran ya no pueden abortar. Esto es una cuestión que surgió cuando estábamos realizando la película: “¿Tú habrías abortado si hubieras podido?”. Y me gustaría que se entendiera así. No se trata de que quisieran ser madres con catorce años. Lo que pasa es que no han podido abortar. Así que una vez que están en esa situación hay que poner todas las herramientas posibles para que sea una experiencia menos traumática. Esto es algo que nos podría ocurrir a cualquier mujer.
¿Cómo habéis vivido el paso por el Festival de San Sebastián? Ha sido superespecial, muy bonito. En primer lugar poder asistir al festival. Yo había estado con ‘Las niñas’ en la sección Made In Spain y además fue durante la pandemia, por lo que estaba un poco a medio gas. Este año me he encontrado con un festival vibrante, emocionante, supervolcado… El cariño que recibimos en el festival después de que se proyectara la película… yo nunca había vivido nada igual. Fue precioso y sobre todo que lo he vivido todo a través de todas las chicas del reparto con esa ilusión de la primera vez. Texto de Roberto González. Fotografía de Julián Elizalde.