Carlota Ferrer. El amor es libre.
La directora y diseñadora de vestuario nos trae una versión de ‘El beso de la mujer araña’ protagonizada por Eusebio Poncela e Igor Yebra. Esta obra de Manuel Puig, versionada por Diego Sabanés, habla del amor prohibido entre dos presos.
Esta obra de Manuel Puig ha tenido varias versiones y adaptaciones, ¿cómo es la que ha realizado Diego Sabanés? Lo que ha hecho Diego Sabanés es hacer una versión donde se elimina la contextualización en Argentina y la manera de hablar que se acerca más a lo que es el castellano. Así que la situación tiene un peso más universal que en la obra de Puig, que claramente transcurre en Argentina y en un momento político determinado. Diego ha hecho una adaptación muy fiel de la obra teatral de Puig y lo único que cambia es la dramaturgia por parte de la dirección.
Aunque se hayan eliminado esas alusiones, entiendo que la pieza tiene un mensaje político a varios niveles. No se sabe dónde transcurre pero cualquier sistema con una dictadura, con la opresión, la censura o la tortura, eso pervive en el espíritu de la obra de una manera muy presente. El personaje de Valentín es un activista político. Se compromete más allá de su individualidad por un colectivo y una causa más grande que él para hacer un mundo mejor. Él quiere cambiar el mundo para que exista igualdad entre los seres humanos independientemente de su raza, sexo o religión. Eso sigue estando muy presente en la obra. De hecho en el original de Puig tampoco hay referencias constantes al contexto argentino. Se puede vislumbrar por algunas frases.
¿Cobra especial actualidad la historia ahora que se están reconociendo de forma más amplia los derechos de las personas trans? Sí, lo que pasa es que en este sentido Puig ya era muy moderno porque él habla precisamente de no etiquetar. El personaje de Molina cree que es una mujer pero no habla de operaciones ni de transformaciones. Simplemente es. Es una obra de los años setenta por lo que todo lo referente al colectivo LGBI podría haber quedado un poco antiguo y sin embargo no es así. Hoy hablamos de muchas clasificaciones pero aquí se expone de una manera muy directa lo que el personaje es.
La nota de prensa comienza con una pregunta: “¿Qué es ser hombre?” Es una frase del texto que me gustó porque en un determinado momento Molina le lanza esta pregunta a Valentín, que contesta desde un lugar político, pero Molina se refiere a algo más emocional. Además dice que el hombre no tiene por qué estar cargando con ese espíritu de lucha y esa virilidad sino que un hombre que se atreve a mostrar sus emociones es más hombre que otro que otro que las oculta. La obra rezuma erotismo gracias a las películas de las que se habla y a la relación homoerótica entre los personajes. Eusebio Poncela dice que “va a aumentar la natalidad en España gracias a esta obra”.
«La obra rezuma erotismo gracias a las películas de las que se habla y a la relación homoerótica entre los personajes. Eusebio Poncela dice que va a aumentar la natalidad en España gracias a esta obra».
Esta obra ha tenido adaptaciones en ópera y en musical. ¿Qué importancia tiene la música en la obra? Sí, en el propio texto aparece un bolero que canta Molina y luego, por mi manera de trabajar, en la que se híbridan la danza, la música y el texto, aparece la música y el espacio sonoro es muy importante. Hay algunos momentos coreográficos pero no en el sentido del musical.
La trama tiene relación con el mundo del cine y en concreto con la película ‘El beso de la mujer pantera’. Es fundamental en la obra. El cine y la narración de las películas construyen una especie de evasión que les ayuda a huir de la realidad desoladora en la que se encuentran. Lo fundamental de la puesta en escena es conseguir ese mundo de la evasión que ofrecen las películas y en especial ‘El beso de la mujer pantera’. A diferencia de la novela Manuel Puig decidió centrarse en esa película en concreto en la versión teatral.
¿Cómo se plasma ese lenguaje cinematográfico en la puesta en escena? A través de la narración y a través de la puesta en escena. Juegan un papel fundamental el sonido, las luces y el audiovisual pero todo sustentado por la narración que elabora Eusebio Poncela de cada tramo de la película.
También te encargas del diseño de vestuario. Los personajes son presos en una cárcel. Llevan unos monos que podría hacerles parecer a la vez técnico de sonido o un performer que está haciendo una instalación. Es verdad que en las cárceles latinoamericanas no hay una vestimenta tan estandarizada como en las norteamericanas o incluso las españolas. Aquí tenemos un espacio para jugar a la cárcel y para jugar a las películas. Dentro de ese juego surge esta historia de amor que al final es la trama de la función. Una historia de amor imprevista, no buscada, que surge de esa situación de encierro tan difícil.
Has sido actriz, directora de escena, coreógrafa… ¿Tu concepción del teatro está muy unida a la danza? Ya desde mi formación estudié danza desde los diez años. Luego hice interpretación, dirección, estudié música…Nunca he estudiado danza como para ser bailarina pero sí es un instrumento expresivo con el que poder estar armada, por así decirlo. Creo que donde no llega la palabra llega el movimiento y me gusta el teatro total, que experimenta con todos los elementos y recursos expresivos que nos ofrece. Depende del texto, que para mí es fundamental, como elemento de inspiración, lo que son las palabras, y eso sucede en especial en esta función. La palabra tiene un peso muy importante en esta apuesta en concreto. Texto de Roberto González. Fotografía de Nacho Peña.