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La realizadora de ‘Verano 1993′ consolida su estilo naturalista en ‘Alcarràs’, visión coral de una familia de agricultores que se enfrentan a su última cosecha. La cinta, protagonizada por actores no profesionales y rodada en catalán, recibió el Oso de Oro en la Berlinale.

En primer lugar, enhorabuena por el premio. Aunque ‘Verano 1993′ ya tuvo un reconocimiento supongo que en esta ocasión ganar el Oso de Oro fue una gran sorpresa. De alguna manera fue muy curioso porque fue como un déjà vu ya que el sitio era el mismo que cuando recibí el premio por ‘Verano 1993’. Estaba sentada prácticamente en el mismo lugar en el patio de butacas y fue como revivirlo pero esta vez con muchos más nervios porque con ‘Verano…’ el premio que nos dieron fue el primero que anunciaron y esta vez hubo que esperar más tiempo. No sabíamos qué premio nos iban a dar y nos íbamos mirando unos a otros. También hay esa parte misteriosa en la que describen la peli sin decir el título. Cuando hablaron de la de Claire Denis pensé que se estaban refiriendo a la nuestra. Y finalmente cuando solo quedaba un premio ya era obvio cuál nos iba a corresponder.

¿De dónde surge tu interés por el naturalismo? ¿Es el tipo de cine que más consumes o el que más le llena? Sí. Creo que viene de una reflexión que hice hace mucho tiempo sobre el tipo de películas que a mí más me emocionaban y me di cuenta de que eran aquellas en las que todo lo que aparecía en la pantalla parecía un retrato de la vida. Cuanto menos construida parece que está una película, aunque siempre haya que construirlo todo, más me llega. Cuando me di cuenta de eso empecé a explorarlo. Eso no significa que no pueda explorar otra cosa más adelante pero de momento es lo que más me toca y más me interesa.

¿Cómo construyes y escribes las escenas? ¿Están muy planificadas o hay lugar a cierta improvisación? Las escenas están muy escritas. A mí me gusta que las cosas pasen por casualidad delante de la cámara pero casualidad es una palabra muy errónea porque está muy preparado todo lo que filmamos, desde construir la relación con los actores a nivel muy profundo a través de los ensayos hasta la escena final en la que intentas que digan más o menos lo que dice el guion pero con una cierta libertad para expresarse con sus propias palabras. También está bastante planificado a nivel de cámara. Me gusta pensar dónde coloco la cámara pero a la vez se tiene que adaptar a los actores. Tengo una lucha constante entre el control y el caos para intentar plasmar las imágenes como las tengo en la cabeza pero a la vez procurar que surjan cosas y que todo lo que ocurra delante de la cámara parezca espontáneo. Hay momentos en la película que por supuesto están más improvisados, depende mucho de la escena.

Lo mismo ocurre con el rodaje en exteriores, ¿teníais muy pensado cómo se iban a adaptar las escenas a cada hora del día? Lo tenemos muy pensado pero se ha dado prioridad a los actores y al tiempo que necesitan para que la película esté bien interpretada. En el pueblo de Alcarràs hay una luz, unos amaneceres y unos atardeceres increíbles, pero en la peli no hay tantos, y esto es así porque hemos querido dar a cada escena el tiempo que necesita. En este caso cuando hay alguna escena más sencilla, con un solo personaje, a lo mejor sí mostramos un amanecer o un atardecer.

Esta es una película más coral que ‘Verano 1993’, pero es curioso que no abandonas del todo el mundo infantil e incluso comienzas la película con los niños. ¿Es porque este mundo rural te recuerda a tu infancia? Retratar a los niños es algo que me gusta, me apasiona y me motiva pero la idea viene del hecho de que para mí tenía sentido que esta película fuera coral porque al final es algo que les afecta a todos. Evidentemente podríamos haber contado solo la historia de Quimet, pero a mí me costaba también identificarme con un señor de casi cincuenta años que es agricultor. Me parecía que no iba a saber contar bien la película solo desde este punto de vista. Además, me apetecía reflejar lo que era formar parte de una familia muy grande. Empezar con los niños para mí tenía sentido porque son los primeros a los que se echa de su terreno de juego, se pasan toda la película buscando un nuevo espacio para jugar y finalmente lo encuentran. Para mí era una forma de mostrar cómo los niños muchas veces se adaptan más rápidamente que los adultos. Cuando a Quimet todavía le cuesta aceptar que va a tener que dejar estas tierras los niños ya han encontrado otro sitio.

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«Si no se hace nada, esa forma de hacer agricultura en familia se va a terminar, no tiene ningún futuro. Sin embargo, creo que hay que valorarlo porque es la manera adecuada de cultivar la tierra».

En cuanto al final de la cinta (algo que no importa tanto desvelar en este tipo de cine), ¿quisiste reflejar la idea de que la vida sigue? La peli es una crónica de una muerte anunciada. No hay nada que desvelar que no sepamos ya que va a ocurrir. Es una película en la que la tensión debía estar trabajada desde otro sitio, no acerca de lo que va a pasar porque lo que va a ocurrir lo sabemos desde el minuto uno. La tensión está más en cómo la familia lidia con eso, sus relaciones y cómo eso les afecta. El final sí tiene un poco esa idea de que la vida sigue, ya que los niños dan siempre esa idea. Como mis tíos cultivan melocotones y continúan haciéndolo al comienzo del proyecto este final iba a ser positivo: esta gente iba a seguir cultivando la tierra; ésta, otra o la que fuera. Poco a poco mientras íbamos preparando el proyecto e iba hablando con agricultores me fui dando cuenta de que están muy jodidos. Tienen que dejar las tierras y no hay relevo generacional porque no hay manera de vivir de esto dignamente, así que mi percepción cambió. Y terminamos con un final que no es muy optimista hacia el oficio pero sí que lo es hacia la familia y la importancia de mantenerse unidos a pesar de las crisis.

En tu nota de intención sobre la película planteas que querías reflexionar sobre qué es la agricultura hoy en día y sobre si este método tradicional dejaría de ser sostenible. ¿Cómo ves el futuro de este sector, que hoy en día también podría verse afectado por situaciones como la guerra de Ucrania? Ahora mismo, si no se hace nada, esa forma de hacer agricultura en familia se va a terminar, no tiene ningún futuro. Sin embargo, creo que hay que valorarlo porque es la manera adecuada de cultivar la tierra. Cuando una gran empresa entra en una tierra la usa y cuando ha dejado de funcionar la deja y se va. Esto ha pasado en algunas ocasiones en Estados Unidos. Sólo veo un poco la luz en la agricultura ecológica, pero es un cambio brutal. Muchos agricultores se plantean pasar a lo ecológico pero cuesta tiempo, dinero, años de adaptación… Cuando hablas con ellos no ven esperanza por ningún lado. No quieren que sus hijos sigan, es un sitio que se está despoblando… Es un lugar que no era la España vacía para nada, había gente que trabajaba ahí porque la tierra daba para ganarse la vida, pero ahora ya no es así.

Al contar con actores que se dedican o se han dedicado a este oficio, ¿coinciden ellos con la visión que se refleja en el filme? Claro, ellos lo han vivido. El que hace de Quimet dejó su tierra hacia diez años más o menos y ahora es más feliz, porque era un agobio para él. Y la familia de Roger aún cultiva manzana y pera y él está superconcienciado con eso. Su padre cultiva la tierra con su tío y él está todos los días allí. Entonces este discurso lo tiene muy interiorizado. Y el que hace de Cisco se ha pasado a la agricultura ecológica. Teníamos un poco de todas las modalidades. Todos tienen su discurso sobre el tema que se parece porque todos han vivido un poco lo mismo.

Este año ha habido varias películas españolas en la Berlinale. ¿Has podido ver alguna de ellas? Vi cuatro pelis en la Berlinale pero no pude ver ni la peli de Isaki Lacuesta ni ‘Cinco lobitos’ de Alauda Ruiz de Azúa ni los cortos españoles por nuestra propia agenda para el festival, pero más tarde o más temprano los veré. Fue muy bonito compartir todo esto de todas maneras porque para mí Isaki es un gran referente por su forma de trabajar con los actores. Que hayamos estado juntos en este evento es una forma de hacer entender que cuando invertimos un poco más de dinero nuestras películas pueden llegar más lejos. Nuestras películas son coproducciones con presupuestos un poco más altos de lo normal para filmes de este tipo y creo que no es casualidad que hayan estado en competición oficial en Berlín. Me parece que esto hay que reivindicarlo. Texto de Roberto González. Fotografía de Lluis Tudela.

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