Revólver. La vida, ese lienzo gigante.
Revólver es un grupo de rock español liderado por el músico y compositor madrileño Carlos Goñi. Comenzaron sus andanzas musicales allá por 1988 y, desde entonces, han acumulado bajo sus brazos la friolera de casi 20 álbumes de estudio.
Háblanos del nombre de la gira, Apolo Tour. ¡Evoca muchas cosas! Apolo, más allá de la simbología (el Dios de todas las artes), evoca que pase lo que pase, seguimos aquí. Las pandemias, como las guerras, no se ganan o se pierden, se sobreviven. ¡Y nosotros aquí estamos!
¿Qué hay que hacer para mantenerse en la música -tan bien- treinta años? Es ilusión y una pasión desmedida por lo que hago. Me planteo cada canción, cada disco o cada concierto como si fuera el primero o el último que hago en mi vida. Quiero pensar que eso se transmite y se ve. La gente lo comparte y se lo pasa bien. ¡Y yo quiero seguir haciéndolo, es mi oficio!
Has hecho siempre una crítica social profunda en tus temas… ¿Sigues componiendo o ya no te quedan ideas? Siempre quedan ideas. Solo hay que tener los ojos y oídos bien abiertos. Soy curioso hasta lo enfermizo… con lo cual, tengo ideas que no puedo dejar de escribir. Con la pandemia, no he querido, no me sentía cómodo y he esperado a que pasase para volver a escribir. Para componer, me inspiro en la vida, que te lo pone todo fácil. Es un lienzo gigante y está todo ahí.
Dices que las canciones te salen del corazón y de la intuición. Te creo. Se nota. Sí. Por poco que haya, para freír un huevo o para limpiar una casa hace falta talento. Para escribir… imagino que también. Es necesario para cualquier actividad en la vida. Me fascina leer y cuanto más leo, pienso que menos mal escribo.
¿Cómo fue grabar el disco ‘Argán’ en Marruecos? Necesitaría una entrevista solamente para ese disco (risas). En un año, fui 14 veces a Marrakech, ¡y no es un número al azar! Me encontraba tremendamente feliz y es un sitio en el que me habría quedado a vivir tranquilamente. Grabar parte del disco allí fue una maravilla, con músicos que me fascinaban y con los que tenía conexión. Me los traje a España a tocar. Tienen un nivel envidiable. Fue un derrame de talento por su parte. Sin duda, una de las grandes experiencias de mi vida. Y pienso que, aunque haya escrito mejores o peores canciones, ‘Argán’ es mi gran aportación a la música, sí.
«Para componer, me inspiro en la vida, que te lo pone todo fácil. Es un lienzo gigante y está todo ahí».
¿Puede sobrevivir una banda en estos (duros) tiempos? La vida no es una línea recta, tampoco ascendente ni descendente. La vida tiene altibajos, no solo en mi oficio. La gente suele poner en paralelo los momentos álgidos de tu vida con cuando eras joven y no lo veo así. Yo llevo disfrutando muchos años la vida. Son tiempos duros y ves a la gente que tiene ese punto de miedo, yo también lo tengo al coger un avión… Nos ha tocado vivir esto, pero que no se nos olvide que somos una de las pocas generaciones que no ha vivido movimientos convulsos ni hambrunas. Nos ha tocado esto y hay que llevarlo como se pueda.
¿De qué modo recuerdas tus comienzos en la música siendo un chaval? Comencé con mucha ilusión, imagino que como todos. En mi caso, lo que me gustaba en realidad era escribir. Lo que hice fue ponerme a tocar porque era más gracioso todavía (risas). Con libros me habría bastado. Yo toco mucho y muy a menudo, en mi casa, me refiero. Normalmente, acabo escribiendo porque es una cosa que me fascina. Nunca tengo una guitarra más allá de un metro de mí… desde hace cuarenta años. Tengo la suerte de poder trabajar con gente que hace que mi vida sea más fácil que nunca. Me limito a mi banda y mis canciones y dedico todo mi esfuerzo a la parte artística. Eso es una maravilla. ¡Ya lo creo que sí!
Si no te hubieras dedicado a esto, ¿qué te habría gustado ser? ¿Albañil? Lo tenía muy claro. ¡Albañil te puedo decir que no! Estuve trabajando una semana de eso porque mi madre trabajaba en la construcción en Alicante (durante toda su vida). Trabajé una semana de albañil para ganar dinero para irme a Ibiza con mis amigos (risas). Yo era un crío, tendría 14 años o algo por el estilo. Me dieron unos 50€. ¡Y con ese dinero me fui! Era muy poco dinero incluso entonces. Es cierto, que a mí me habría gustado seguir jugando a balonmano (era lo que me gustaba de verdad), seguir siendo deportista o… ¡profesor de literatura! A día de hoy, pienso que la vida me ha tratado francamente bien en este aspecto. Hay días que me levanto pensando que habría sido igual de feliz como mínimo habiendo sido eso, ya que me fascina leer y la literatura en general. Esa habría sido mi profesión.
¿Qué es lo que más te atrae de una ciudad pequeña como Bilbao? ¿Eres de pintxos? Bilbao es la más grande, ¡el resto son provincias! (risas) Me fascina Bilbao. Le cambiasteis el paso a Euskadi, con el Guggenheim. Vi Bilbao en los 80 y ha cambiado tanto. La transformación de la ciudad y de la ciudadanía es impresionante. Tengo familia en Donostia, tengo una relación muy especial con Euskadi. Y Don Ángel Celada, que es batería de Vitoria, es el mejor músico que he conocido. ¡Y es imposible no ser de pintxos! Euskadi la tengo muy dentro del corazón.
Aquí te esperamos, amigo, será un placer volver en directo. ¡Para mí mucho más todavía! Ir a Bilbao es un regalo. Me encanta Euskadi, pero por ejemplo hay giras en las que no toco en Donostia, en Vitoria alguna vez… ¡pero en Bilbao toco siempre, siempre! En alguna ocasión, recuerdo haber tocado dos o tres veces en un radio de 25-30 kilómetros. Siempre es un honor. Noto un cariño y una cercanía que me emociona muchísimo.
Quería darte las gracias por temas como ‘El Dorado’ (tenía tres años cuando se estrenó) o ‘Calle Mayor’ ya que es así cómo aprendí a apreciar a los grupos españoles en casa. Y por culpa de ‘Odio’ aprendí a memorizar (de alguna extraña manera no se me olvida la letra). Gracias por tu música, sigue haciéndolo tan bien. Cuando uno escribe una canción, en mi caso por lo menos, lo escribe lo mejor que puede y yo lo hago siempre lo mejor que sé. Cuando la estás escribiendo, cualquier canción nueva siempre es más pequeña que la anterior que el público ya conoce. Como digo yo, ¡la nueva siempre palma, porque tiene que crecer! Tengo la fortuna de que hayáis hecho crecer algunas canciones hasta un punto que yo no llegué a imaginar jamás. Lo único que puedo decir desde el corazón es GRACIAS, eskerrik asko y por muchos años. Texto de Ángela Saiz.