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Mireia Gabilondo. Como la vida misma.

MireiaGabilondo

La actriz y directora interpreta a Mía, una mujer que lucha contra sus demonios mientras se desvela por su hijo, que padece una enfermedad degenerativa. ‘Mi hijo sólo camina un poco más lento’ es un texto de Ivor Martinic adaptado por la compañía Tanttaka.

Esta obra está firmada por el croata Ivor Martinic y ha sido representada en diversos lugares del mundo, ¿cuál es el secreto de su éxito? Nosotros la vimos hace cinco o seis años en Buenos Aires. Estábamos de gira con un espectáculo nuestro que se llamaba ‘Muxuak’ cuando la descubrimos. Nos fascinó y siempre la guardamos un poco en la recámara de nuestras emociones. Está muy bien escrita. Es un autor maravilloso. Al hacer la obra le hemos conocido porque él vive actualmente en Barcelona. Nos ha pasado más textos suyos y la verdad es que escribe muy bien, desde un sitio muy personal. Esta obra habla de las relaciones familiares y, por ende, humanas. Él lo concreta en un único día en el que una familia ronda alrededor del cumpleaños del hijo de la familia que, no se sabe por qué enfermedad, camina cada vez peor hasta que hoy en día está ya en una silla de ruedas. Se ve cómo eso afecta a la familia, a la madre que yo interpreto, a la vez que se muestra a los disidentes de las familias, los que nos mantenemos como pilares y los daños que hacemos en las relaciones familiares aún cuando buscamos hacer el bien

¿Ha necesitado de alguna adaptación al entorno euskaldun o ya funcionaba de manera universal? La verdad es que funciona de manera universal. Nosotros decimos que es un Chéjov actual porque habla de estas relaciones íntimas en las que parece que no pasa nada y pasa de todo, en las que lo que no se dice es tan importante como lo que se dice. No ha habido que hacer una adaptación a Euskadi porque es perfectamente entendible. En concreto habla de una familia de clase social baja y todos lo podemos colocar en un universo muy cercano al nuestro.

¿Qué sensaciones experimentará el espectador que vaya a verla? ¿Es, en última instancia, una obra optimista? El tono es muy interesante. Hay momentos en los que estás emocionado como espectador, en los que te está cayendo una lágrima y sonriendo a la vez. Es un poco agridulce. A veces se introduce en momentos más crueles, más inhóspitos, y hay otros en los que la propia cotidianeidad del día a día te hace sonreír. La abuela que tiene un principio de alzheimer aporta humor a la función al no acordarse de determinadas cosas y sí de otras, al preguntar sobre diferentes novios que no se sabe muy bien si tuvo o no, etcétera. Es un poco como la vida misma. Muchas veces una gran tragedia también te produce una sonrisa.

«La función es totalmente femenina, me atrevería a decir. Son los personajes femeninos los que más hablan, los que más reflejan sus anhelos… Los que más hablan de sus carencias, de lo que les sobra, de lo que les anima».

Aparte de dar visibilidad a personas con problemas de movilidad, ¿crees que roles como el de Mía, que tú interpretas, también reflejan la realidad de muchas madres o esposas? La función es totalmente femenina, me atrevería a decir. Son los personajes femeninos los que más hablan, los que más reflejan sus anhelos… Los que más hablan de sus carencias, de lo que les sobra, de lo que les anima… Y los hombres desaparecen de escena. Están entrando y saliendo de escena constantemente. Es una metáfora de lo que sigue pasando hoy en día en muchas familias y es que a muchos hombres les cuesta todavía hablar o verbalizar sus problemas, lo que sienten o lo que les falta. Los personajes de la abuela, de la madre, de la hermana de la madre… son los pilares de esa familia.

Es un grupo muy amplio de personajes. Supongo que la obra descansa sobre todo en ellos, pero ¿hay algún elemento técnico o de puesta en escena que quieras destacar? La puesta en escena es muy curiosa porque tenemos dibujada la casa en el suelo con una cinta blanca. Muchas veces aunque la acción recaiga sobre dos o tres personajes en la cocina a veces veremos cómo otros personajes se encuentren en otra habitación. Es una apuesta bastante atractiva.

Cuando recogió el Max a la mejor producción privada en 2014 Fernando Bernués habló del ninguneo a la cultura y la distancia entre sobrevivir y vivir. ¿Cómo afronta una compañía como Tanttaka la actual crisis? Yo qué sé… Echando para adelante. Con mucha valentía. En estos momentos un poco difíciles tratamos de embarcarnos en producciones potentes como ésta, con muchas ganas. Hemos hecho una propuesta para poder enseñar la función por lo menos en Euskadi. Salimos antes de estrenarla ya con fechas para treinta bolos aquí en Euskadi y eso es algo muy atractivo. La ofrecemos a un precio un poquito más económico del que hoy sería su valor en el mercado. Esperamos que dentro de unos meses la sigamos haciendo y que se siga viendo.

Progresivamente parece que van aumentando tus incursiones como directora en el terreno cinematográfico, ¿es algo en lo que te gustaría trabajar más habitualmente en el futuro? No me cierro. Esto es un camino que no sabemos ni cómo va a ir. Yo sigo haciendo teatro que es donde he vivido toda mi vida, interpretando o dirigiendo y a la vez he hecho mis pinitos en el cine que también me interesa mucho. Todos los proyectos han sido muy interesantes para mí. Espero que haya más. Me gusta este oficio, me gusta lo que hago y si sigo teniendo la oportunidad de contar las historias que me conmueven, ya sea en un medio o en otro, lo seguiré haciendo. Texto de Roberto González.

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