Rodrigo Cortés. Canciones para olvidar el horror.
El cineasta salmantino, famoso por sus películas de suspense, cambia de registro con su nuevo filme, ‘El amor en su lugar´, aliñado con temas musicales y que transcurre en el gueto de Varsovia en plena dictadura nazi.
El último trabajo tuyo que hemos visto ha sido un capítulo de `Historias para no dormir´. Sí, es un tributo agradecidísimo a Chicho Ibáñez Serrador. Traté de crear un divertimento, una historia negra con tres personas egoístas dispuestas a traicionarse. Pero a la vez intenté que ese divertimento expresase emociones conflictivas; algo que solo puedes hacer con grandes actores como Nathalie Poza, Eduard Fernández y Raúl Arévalo, con quienes puedes llegar hasta lugares muy interesantes.
¿Pero cuándo rodaste entonces ‘El amor en su lugar’, antes de ese capítulo? Se filmó antes de la pandemia y se acabó la postproducción durante ella dado que el mundo se paró un año y medio, nos vino bien no haberla anunciado porque no se convirtió en noticia vieja. ‘La broma’ se rodó durante la pandemia, con el equipo convenientemente enmascarado.
Los personajes de tu nueva película también están confinados y encerrados. ¡Qué paralelismo con lo que hemos vivido! La realidad no va ni adelante ni hacia atrás, sino que es pendular: va y vuelve, y estamos en una constante noria. Si te concentras en la historia que narras, con toda la hondura y honestidad posibles, la alegoría emerge sola. Empieza a resonar con fortaleza en las vidas y verdades de cada uno de los espectadores, y los paralelismos resultan inevitables.
¿Cómo llega a ti esta historia? ¿Por qué volver a hablar de los nazis? La original es de David Safier, el coguionista, que en una de las investigaciones de alguna de sus obras descubrió ‘El amor busca apartamento’ (título literal polaco) y el éxito que tuvo en 1942, y se le ocurrió la historia de un grupo de actores que tienen que tomar una decisión mientras representan esta obra, casi como una forma de homenajear a aquellos que de verdad lo hicieron. Me interesó y empecé a profundizar en el gueto de Varsovia, cuando todo era aún confuso y no tenía una interpretación definitiva, porque con el tiempo la guerra mundial se ha “literalizado” y se ha determinado de una forma indiscutible y monolítica. Pero allí dentro, las cosas eran diferentes y había mayor turbulencia, confusión y era más interesante. A partir de ahí abordé la reescritura, teniendo a Billy Wilder en la cabeza para el ritmo de los diálogos y las réplicas retorcidas, pero encerrando un gran romanticismo.
La ficción nos salva -durante un rato- de la cruda realidad. Es así, es propio del teatro en cualquier circunstancia: la obra se tiene que hacer, pase lo que pase. El actor hace lo que sea para conseguir el aplauso, vive de él. Por encima de todo esta es la historia de un grupo de actores y el telón de fondo era perfecto para expresarla; en esas circunstancias horribles una llama hace olvidar el mundo durante dos horas. Eso es una necesidad humana. Texto de Alfonso Rivera.